Una palabra amiga

El agustino recoleto y el aislamiento social

El autor relata en este artículo su experiencia vivida en el confinamiento provocado por las medidas de prevención contra el coronavirus.

Después de casi un mes de estado de emergencia por la pandemia, el presidente de la República peruana ordenó el pasado jueves que el aislamiento social, sin salir de casa más que en los días señalados y por causas necesarias, durará hasta el 26 de abril, o sea, que se alarga por quince días más de lo previsto, en total, a mes y medio.

¿Cómo ha tomado esta medida mucha gente? Muchos, como una encerrona obligatoria en las casas y una pérdida económica muy grande porque no se pueden realizar los trabajos más productivos. Sin embargo, si consideramos esta norma con una cabeza fría diremos que está bien dada, porque esto significa anteponer la salud y la vida, a los negocios y trabajos en las empresas privadas o de obras públicas.

A mucha gente le resulta difícil permanecer encerrado por tanto tiempo en una casa, generalmente pequeña. Muchos quieren salir a la calle y entablar las acostumbradas relaciones sociales, lo cual nos parece muy lógico. Incluso esta normativa hasta hoy ha supuesto que aumenten los conflictos y la violencia domiciliaria contra la propia mujer en un porcentaje mayor al tiempo anterior del confinamiento. Aún siendo casados, les resulta molesto el permanecer juntos tanto tiempo y viéndose la cara todos los días. Pero esto es cosa que deberían haberlo tenido en cuenta durante el noviazgo.

Esta norma trae dificultades también para mantener a los niños en casa y sin que puedan salir. A veces ellos no lo entienden por qué les privan de la libertad de salir, jugar, estar con otros niños. Los padres tienen que ingeniárselas para ver cómo los entretienen, les hacen aprender en la escuela virtual de los medios de comunicación social y transforman el hogar en una escuela para la vida. Nunca habían tenido tanto tiempo para estar juntos los padres y los niños.

¿ESTE CONFINAMIENTO, QUÉ SUPONE PARA UN FRAILE RECOLETO?

Pienso que los agustinos recoletos, y otros muchos religiosos, somos privilegiados porque desde jóvenes se nos enseñó a vivir en la “celda” durante el noviciado, a amar estar en el cuarto o en la habitación en silencio o con música instrumental, en un silencio provechoso. Hemos vivido en tiempos que se hablaba del silencio mayor o menor. Hemos metido muchas horas en la celda para asimilar las clases de filosofía y teología o para hacer nuestros pinitos en la literatura o escuchando buena música.

De ahí que para un agustino recoleto no tiene que ser imposible ni descorazonador el estar tantas horas en el cuarto. Lo sería si no sabe aprovechar bien el tiempo y se aburre soberanamente. Como experiencia personal este tiempo me ha servido para ordenar los libros y las cosas de mi cuarto, algunas guardadas innecesariamente, también para ordenar el archivo de la oficina de ARCORES que llevaba tiempo esperando, justamente a esto a que hubiera una parada. ¡Qué agradable es luego, cuando te preguntan, ¿dónde tienes este documento?, ¿esta solicitud?, ¿constancia de donación?, ¿oficios, etc.? y lo muestras al instante! Realmente la cuaresma de este año ha sido y es una verdadera cuarentena que nos llevará a vivir también los primeros quince días más de la pascua.

Alguno puede decirme y ¿dónde queda el apostolado? Antes de responder directamente le recuerdo que antes que el apostolado está la oración –“contemplata aliis tradere o primum orans quan praedicator”- y cuánto favorece este tiempo de reclusión el silencio y la oración, tanto individual como comunitariamente. El coronavirus ha logrado algo que habíamos olvidado. Hacía mucho tiempo que no rezábamos el rosario todos los días, ni la Hora Santa en comunidad, los jueves y los viernes el Viacrucis, ni habíamos gozado de tantas misas comunitarias porque el pueblo de Dios nos pide con justicia que le atendamos con la misa y predicación diaria, las salidas al campo, las reuniones zonales o de sectores en la ciudad, la catequesis de niños y de jóvenes, las charlas, los grupos…en fin, todo eso que es propio de una parroquia, comunidad de fe, de profecía y de caridad.

Creo que al término de esta pandemia, que tenemos esperanza que pronto acabará, los fieles van a acudir más a nuestros templos y nuestro apostolado se centrará más en lo esencial: celebrar la fe, meditar en la Palabra y vivir la caridad.

En conclusión, a mí este tiempo me está resultando un breve segundo noviciado, que más que en los cursos de renovación, me está llevando a pensar cuántas cosas me sobran en la vida y cómo los agustinos recoletos para ser tales, hemos de cultivar más la oración, la vida comunitaria y un activo apostolado que nazca desde la profundidad del amor a Dios y de querer que todos lo amen porque “el amor es difusivo” y” nuestro corazón, no puede descansar hasta que descanse en Ti, Señor”.

Si para colmo este confinamiento nos tocara pasarlo en una casa conventual que tenga su bonito patio interno, arreglado por los mismos frailes, una biblioteca bien ordenada y su huerta monacal al estilo de Monteagudo, Marcilla, San Millán de la Cogolla, Salamanca, el Sitio Santo Agostino o la casa parroquial de Chota me atrevo a decir que esto pudiera considerarse como una vacación anticipada para el “otium sanctum” o una preparación consciente para ir un día quizá no lejano al encuentro de Dios Padre.

Ángel Herrán OAR

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