Queridos hermanos.
¿Conocen la historia de Bartimeo? El relato cuenta que Jesús se dirigía a Jericó, cuando de pronto un ciego que estaba al costado del camino lo llamó por su nombre. Cuando intentaron callarlo, él gritó más fuerte. Al escucharlo, Jesús mandó a sus discípulos a que lo llamen. Estos le dijeron: ¡Ánimo, levántate, te llama! Bartimeo arrojó su manto y se levantó de un salto a su encuentro. Jesus le preguntó: «¿qué quieres que te haga?». Inmediatamente el ciego respondió: «Señor, que vea». Jesús le dijo: «vete, tu fe te ha salvado». Al instante recobró la vista y lo siguió por el camino (Mc 10, 46-52).
Este Sínodo surge a partir del grito de las JAR que necesitan ser escuchadas. Habiendo cumplido 28 años de peregrinar, la Orden de Agustinos Recoletos nos brindó a los jóvenes la oportunidad de poner en común nuestros sentimientos, necesidades y sueños en torno a la realidad de cada país donde hacemos vida. Así como Bartimeo, buscamos despojarnos de las verdades absolutas, para hacernos permeables a la vivencia y opiniones del hermano donde el Espíritu se hace presente.
Este compartir ha puesto en manifiesto la pasión por el seguimiento de Cristo a través del carisma Agustino Recoleto que tiene la capacidad de trascender los límites de la cultura y el idioma. Además, la experiencia de compartir, no oponiendo ideas sino construyendo, hizo tangible una de las notas distintivas de nuestro movimiento: la comunidad. De esta manera, los sinodales, jóvenes y religiosos, logramos generar un ambiente de trabajo serio y comprometido, tratando los ejes que atraviesan la vida de nuestro movimiento: vocación e identidad, Carisma y espiritualidad, Formación y acompañamiento, misión y evangelización. Nos dimos cuenta de la importancia de estos temas cuando, al compartir y confrontar experiencias, percibimos un sentimiento de esperanza que nos une y alienta a seguir a Jesús más de cerca como Juventudes Agustino Recoletas.
El Sínodo nos ha marcado e involucrado de manera integral. No han faltado los momentos de risas, diversión, compartir fraterno e intercambio cultural. Desde luego, la oración siempre estuvo presente, es más, ¡rezamos mucho por ustedes! En cada instante, pedimos al Espíritu que nos permita ver con nuevos ojos las necesidades en las que las JAR están inmersas.
¡Cómo nos gustaría que ustedes estén aquí! Tenemos ansias de volver a nuestras casas y comenzar a construir todos juntos el movimiento joven que deseamos, escuchando las voces de todos, caminando sinodalmente y acompañándonos mutuamente. Soñamos con unas JAR renovadas e impulsadas por el encuentro vivo con Dios, que es capaz de trascender toda diferencia y de seguir inquietando corazones para la construcción del Reino aquí en la tierra. Por eso, es necesario que estas cosas no queden en el papel, como jóvenes reconozcámonos verdaderos agentes de cambio en las realidades que vivimos, encarnando este proyecto de amor que tiene el nombre de cada uno de nosotros.
Queremos agradecer cada una de sus oraciones y el interés que mostraron frente a este gran acontecimiento. Agradecemos a las religiosas y religiosos de la Orden de Agustinos Recoletos por hacer posible este espacio de escucha y dar respuesta a este grito ¡verdaderamente nos sentimos escuchados y acompañados! También, a todos ustedes jóvenes por seguir diciendo sí y apostando por este estilo de vida que nos une y nos mantiene enamorados de Jesús al estilo de nuestro padre San Agustín. Finalmente, damos gracias a Dios por permitirnos recorrer largas distancias para encontrarnos y responder su llamado. Pedimos la intercesión de nuestra Madre de la Consolación, para seguir caminando todos juntos hacia Jesús.
¡No bajemos los brazos! Desde aquí queremos decirles, así como los discípulos le dijeron a Bartimeo, ¡Ánimo, levántense, Cristo los llama!