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La santidad en los altares: el proceso de canonización

Para que la Iglesia reconozca como santo a un siervo de Dios, es necesario un proceso. El procurador de los Agustinos Recoletos ante la Santa Sede para la causa de los santos explica los pasos que se deben seguir previos a la canonización

La santidad es algo cotidiano y al alcance de todos, según se ha recordado durante todo el Año de la Santidad Agustino Recoleta que ahora concluye. Es una llamada que realiza Dios a toda la humanidad. No obstante, la Iglesia declara a algunos de ellos santos por su vida y los favores realizados tras su muerte.

Detrás de esa declaración hay un largo proceso previo. Para reconocer la santidad de algún siervo de Dios, la Santa Sede exige documentación que corrobore una vida heroica y unos favores para comenzar el proceso.

 

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Samson Silloríquez es postulador de la Orden de Agustinos Recoletos ante la Santa Sede para la causa de los santos desde 2005. “Lo importante es que tengan fama de santidad, durante su vida, durante su muerte y después de su muerte”, señala. Es un proceso que empieza obviamente cuando los santos vivían. “Cuando vivían, la gente ya hablaba de su santidad. Su funeral tuvo que ser algo extraordinario, por la concurrencia de la gente y porque dijeran: ‘hemos perdido un santo, estamos enterrando a un santo’”, añade.

Tras la muerte, su fama de santidad no debe morir. “Después de la muerte, la gente sigue acercándose a su tumban. Reciben favores que habían pedido, o sea que la fama de santidad no terminó con la muerte”, señala.

Una vez que resulta patente su santidad, se comienza el proceso cuyo primer punto lo tiene en la diócesis a la que perteneció o donde murió el santo. “Todo esto se presenta al obispo diocesano y se le requieren los documentos de su vida y de su muerte. Hace falta entrevistar testigos que hablen de su fama de santidad y de sus virtudes”, explica.

“Una vez hecho este proceso diocesano -continúa-, se presenta ante el Vaticano para que vean que el proceso se ha hecho según la legislación de la Santa Sede”. El Vaticano analiza todos los documentos y emite “el decreto de validez”. “Una vez esto, se comienza la positio. Esto es como si fuera una tesis, que prueba que este siervo de Dios ha vivido una vida santa y ha vivido las virtudes de manera heroica. Y además tiene fama de santidad por algunos favores que ha recibido la gente”, indica.

“Esto se presenta otra vez para la aprobación del Vaticano. “Pasa por el escrutinio de los teólogos, después de los obispos y cardenales y después del Papa. Entonces se declara venerable”, dice Samson, que concluye: “Ahí es cuando entra después el milagro”.

Una vez se obtiene el milagro, el santo es beatificado. Será necesario otro milagro para la canonización. Médicos y forenses analizan los milagros y, si no pueden encontrarle explicación, pasan a ser estudiados por los teólogos de la Santa Sede.

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