La historia la explica, aunque en latín, una lápida que pasa desapercibida a los 150.000 visitantes que acuden cada año al monasterio de San Millán de la Cogolla. Lo que hoy se muestra al turista como singular sacristía benedictina alojó hace 100 años a 21 agustinos recoletos reunidos en Capítulo General. Los presidía el Nuncio papal en España, Antonio Vico. Un retrato suyo, a tamaño natural, preside desde entonces la antesala de la sacristía; y otro óleo de Vico mira al visitante desde lo alto de la escalera que le conduce hacia el museo.
Aquel Capítulo o asamblea de la Orden, inaugurado el 16 de julio de 1908, tuvo una gran importancia. Hacía 79 años que no podían reunirse los representantes elegidos por los frailes, debido a las circunstancias políticas adversas. En ese lapso de tiempo, los agustinos recoletos habían sido expulsados de sus 40 conventos de España (1835) y, ya a finales de siglo (1898), habían pasado por un baño de sangre en Filipinas. Paradójica y providencialmente, este rechazo en el Extremo Oriente lanzó a la Orden a la evangelización de América, donde desde entonces no ha cesado de crecer. El Capítulo de San Millán claururaba esta larga etapa de excepcionalidad y, por primera vez después de tres cuartos de siglo, programaba el futuro de la Corporación.
Curiosamente, durante estos días tiene lugar en San Millán otro Capítulo, esta vez de rango provincial, el XXº de la Provincia de San José, en la que se encuadran las comunidades de Venezuela y Perú, junto con algunas de España. A él asisten, curiosamente, 21 religiosos: el mismo número de asistentes que participaron en el Capítulo de hace 100 años. La Provincia de San José, propietaria del histórico monasterio patrimonio de la Humanidad, ha sido la organizadora del acto conmemorativo del Centenario.
La primera parte consiste en dos conferencias en torno al histórico Capítulo. Tienen lugar en el Salón de la Lengua del Monasterio de Yuso, y corren a cargo de dos agustinos recoletos, José Manuel Bengoa y Ángel Martínez Cuesta. Con ellos ocupa la mesa presidencial el prior general de la Orden, Javier Guerra. Asisten los capitulares, junto con la comunidad del convento y algunos otros religiosos venidos para la ocasión. También han acudido, desde Monteagudo (Navarra), un grupo de ocho novicios, con su maestro a la cabeza. Y llena, en fin, el centenar largo de asientos del Salón público en general procedente mayoritariamente del pueblo de San Millán y su valle.
Entre todos los asistentes ocupa un lugar distinguido el presidente de la Comunidad Autónoma de La Rioja, Pedro Sanz, quien, al comienzo del acto y ante las cámaras de la televisión regional, entrega al padre General una placa de reconocimiento a la Orden de agustinos recoletos por cuanto ésta representa en la historia de La Rioja.
Ángel Martínez Cuesta, historiador de la Orden y curador de su Archivo General, explicó el significado de aquella magna asamblea. José Manuel Bengoa es cronista general de la Orden y encargado del Archivo Histórico de la Provincia de San Nicolás, a la que pertenecía San Millán hace 100 años, por lo que su conferencia está elaborada con materiales de primera mano. Se centra sobre la historia externa del Capítulo de 1908 y los religiosos que en él participaron. Tras él interviene Ángel Martínez Cuesta, historiador de la Orden y curador de su Archivo General. A él le corresponde explicar, muy resumidamente, el significado de aquella magna asamblea en la historia reciente de la Orden y en su espiritualidad.
Como no podía ser menos, el acto académico tiene continuación en una eucaristía que no pudo celebrarse en el monasterio, debido a las excavaciones que están teniendo lugar en la iglesia monástica. Todo los asistentes al evento deben desplazarse a la ermita de San Roque, en el centro del pueblo de San Millán.
Preside la misa Javier Guerra. Junto a él se sitúan dos exgenerales de la Orden, los padres Javier Ruiz Pascual y José Javier Pipaón Monreal. Y con ellos, los provinciales de San José, José Ramón Pérez, y San Nicolás, Rafael Mediavilla, con una cuarentena más de concelebrantes.
Se celebra la misa votiva de san Agustín. Y del santo Obispo de Hipona habla extensamente en su homilía el padre General, que teje su elogio, proponiéndolo como modelo e intercesor. Con su himno, cantado con fervor por todos los religiosos, concluye la eucaristía.
Se había invitado a todos los asistentes a compartir un aperitivo que estaba preparado en la plaza delante de la ermita. Y, de hecho, se empezó a saborear los platos y la conversación. Pero pronto lo arruinó todo un nublado que estalló y obligó a la concurrencia a buscar cobijo en casas y porches.