Laicos y religiosos trabajan de la mano en los 50 centros educativos de los agustinos recoletos

El lema agustiniano “ciencia y caridad” es una realidad presente en los ministerios de los agustinos recoletos. En total son 50 los centros educativos que dirigen en once países de América, Europa y Asia. El mayor número de alumnos se concentra en Filipinas donde la Orden cuenta con dos prestigiosas universidades en Cebú y Bacolod. En el archipiélago asiático cada año 40.000 niños y jóvenes reciben una educación católica inspirada en la pedagogía agustiniana del amor.

Sin embargo son Colombia y España los países con mayor número de centros educativos dirigidos por los agustinos recoletos. Una universidad y ocho colegios en Colombia y nueve colegios en España. Dos menos hay en Venezuela mientras que en Argentina y Brasil cuentan con cinco centros muy diferentes entre sí. En el Santo Agostinho de Novo Leblón, en Río de Janeiro hay matriculados casi 3.000 estudiantes mientras que en el S. Joao Batista de Vila Guaraní sólo tienen 60 alumnos.

En total son 50 los centros educativos que dirigen en once países de América, Europa y Asia.Misión compartida

La Congregación para la Educación Católica hace apenas un año, el 8 de septiembre de 2007, publicó el documento “Educar juntos en la Escuela católica. Misión compartida de personas consagradas y fieles laicos”. En él se destaca que uno de los frutos de la doctrina de la Iglesia como comunión, en estos últimos años, ha sido la toma de conciencia de que sus diversos miembros pueden y deben aunar esfuerzos. En el número 15 se puede leer: “En tal contexto eclesial, la misión de la escuela católica, vivida por una comunidad constituida de personas consagradas y de fieles laicos, asume un significado completamente particular y manifiesta una riqueza que es necesario saber reconocer y valorar”. En la actualidad son 3.759 los laicos que trabajan, codo a codo, junto a los agustinos recoletos en sus 50 centros educativos.

La colaboración de los laicos en los centros educativos de la Orden, lejos de ser una simple necesidad impuesta por la escasez de vocaciones, nace de la misma esencia de la educación católica, que es una misión compartida en la comunión de la Iglesia. El último Capítulo General de los Agustinos Recoletos, celebrado el año 2004, pedía a los superiores mayores en su ordenación 14,2c que promovieran la formación de religiosos y laicos para que asumiesen responsablemente la gestión, administración y dirección de los centros educativos.

La educación de los centros agustino-recoletos es una tarea compartida entre los religiosos y los seglares. Unos y otros buscan transmitir unos contenidos culturales y unos valores evangélicos que generen esperanza e ilusión de vivir. Los religiosos han visto la necesidad de impulsar la identidad católica y agustino-recoleta en sus centros haciendo partícipes de esta identidad a los profesores seglares, a los alumnos y a los padres de los alumnos.

Encuentro de comunidades educativas (Madrid 2007).Pedagogía del amor

San Agustín tiene una visión positiva del hombre y de sus posibilidades. En su Sermón 117 lo concibe como “una semilla capaz de desarrollo”. Su concepción del hombre queda muy bien reflejada en la expresión con la que inicia sus Confesiones: “Nos has hecho, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. Al ser Dios el destino del hombre, el proceso educativo no puede ser otra cosa que un camino de crecimiento humano abierto a la trascendencia y, por tanto, marcado por la fe. Para Agustín, el fin de la religión y el objetivo de la enseñanza coinciden: alcanzar la verdad y el bien.

El educador debe suscitar la capacidad de asombro ante el misterio y acompañar al alumno en su camino hacia la sabiduría para saborear la Verdad. Agustín insiste en la necesidad del trato amistoso entre profesor y alumno, porque percibe la necesidad de personalizar la acción educativa y sólo el amor lleva al encuentro del alumno en sus necesidades. El amor es la fuerza más profunda del ser humano. En las Enarraciones al salmo 83 Agustín explica que “Dios ha construido una escalera en tu corazón para que subas. Mientras más ames, más alto subes”. El amor, según el santo africano, lleva a la interioridad, a la libertad, a la convivencia y a la solidaridad. El amor impulsa la búsqueda de la Verdad que se alcanza en la interioridad y la trascendencia.

Para san Agustín la vida del hombre viene definida por el amor; todo debe estar ordenado por el amor, que es el motor de la vida y que le lleva a afirmar en el capítulo XIII de las ya citadas Confesiones: “mi amor es mi peso”. El amor –amistad y caridad– es la clave de su filosofía, de su teología y, por tanto, también de su pedagogía. “El amor –dice– es el instrumento imprescindible para lograr una completa formación” (De mor. eccl. cat. I, 58, 26); incluso a la ciencia hay que llegar por el amor (Tract. in Io. ev. 7,8). En una de sus obras escribirá que la enseñanza y la educación que no nacen del amor desprestigian a la persona del educador y no benefician a los educandos (De cat. rud. 4,8).

En los umbrales del tercer milenio la educación y los centros educativos católicos se encuentran ante nuevos desafíos.Nueva evangelización

En los umbrales del tercer milenio la educación y los centros educativos católicos se encuentran ante nuevos desafíos lanzados por los contextos socio-políticos y culturales. Son conocidas las dificultades que encuentra la escuela católica en la sociedad actual: el fenómeno de la increencia, la crisis de valores con el consiguiente subjetivismo y relativismo moral, la inestabilidad de la familia, las grandes diferencias sociales y las situaciones de orden político, social y cultural que obstaculizan la libertad de enseñanza. Para muchos niños y jóvenes la escuela católica será quizá el único lugar donde van a oír hablar de Jesucristo y su Evangelio.

En el documento de Aparecida los obispos de América Latina y del Caribe piden una educación que ofrezca a los niños, a los jóvenes y a los adultos el encuentro con los valores culturales del propio país, descubriendo e integrando en ellos la dimensión religiosa y trascendente. “Para ello, se necesita una pastoral de la educación dinámica y que acompañe los procesos educativos, que sea voz que legitime y salvaguarde la libertad de educación ante el Estado y el derecho de una educación de calidad de los más desposeídos” (Aparecida, 334).

Los centros educativos de esta Orden centenaria pretenden ser lugares de evangelización, de educación integral y de inculturación. En ellos se imparte una enseñanza de calidad y se ofrece un proyecto educativo fundamentado en la concepción cristiana del hombre, de la vida y del mundo. Para ello los colegios quieren aparecer cada día con mayor claridad como comunidades que participan de la misión educativa de la Iglesia según el estilo propio de los agustinos recoletos.

Los colegios y universidades de los agustinos recoletos, como la misma Iglesia, tienen siempre necesidad de ser evangelizados para poder ser evangelizadores. “La nueva evangelización exige de los religiosos una plena conciencia del sentido teológico de los retos de nuestro tiempo (Vita consecrata, 81). Estos retos han de ser discernidos para lograr una renovación de la misión educativa y una mayor inculturación del Evangelio. En el Documento de Santo Domingo, los obispos latinoamericanos advertían: “La educación es un proceso dinámico que dura toda la vida de la persona y de los pueblos. Recoge la memoria del pasado, enseña a vivir hoy y se proyecta hacia el futuro. Por esto, la educación cristiana es indispensable en la nueva evangelización”.

La fe en Jesucristo ilumina todo el campo de la educación sin prejuicios sobre los valores humanos, sino más bien confirmándolos y elevándolos, de tal modo que facilita el desarrollo integral de la persona y es motivo de felicidad. La pedagogía agustiniana, fundamentada en el amor educa en la amistad, en la responsabilidad del estudio; impulsa a trabajar por la paz y por la solidaridad, e induce a buscar la verdad que hace libres. La pedagogía del amor lleva a descubrir la importancia de la interioridad, en la que el hombre se encuentra a sí mismo y, al sentirse amado por Dios, descubre el sentido trascendente de su propia vida.

Centros educativos por países