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Arturo Salazar, agustino recoleto y obispo emérito de Pasto, fallece en Manizales a los 88 años

La muerte encontró a monseñor Salazar el domingo 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos, a las 5.30 horas. La misa de exequias ha tenido lugar a las 14.00 horas del lunes 2 de noviembre, coincidiendo con la festividad de los Fieles Difuntos en la parroquia Sagrado Corazón de la ciudad colombiana de Manizales. Su cuerpo será trasladado posteriormente a la capital, Bogotá, para ser enterrado, finalmente, en el convento del Desierto de La Candelaria, Ráquira (Boyacá).

Amor a la Iglesia y a la Orden

Arturo Salazar nació en Salamina, (Caldas) el 11 de Abril de 1921. En Aranzazu, (Caldas), realizó los estudios primarios, pasando a estudiar la secundaria en el seminario de los Agustinos Recoletos en La Linda. Tomó el habitó en El Desierto de la Candelaria el 5 de octubre de 1936 y profesó el 6 de octubre del año siguiente. Su carrera eclesiástica la hizo en El Desierto, Manizales y Bogotá. Emitió los votos solemnes en El Desierto el 12 de abril de 1942. Fue ordenado sacerdote por monseñor Nicasio Balisa, vicario apostólico de Casanare, en el templo de La Candelaria de Bogotá el 6 de febrero de 1944. Se especializó en Filosofía y Letras en la Universidad Javeriana de Bogotá.

Recibió la consagración episcopal el 9 de enero de 1966 en la catedral primada de Bogotá de manos de monseñor José Paupini. Tomó posesión del vicariato de Casanare el 18 de febrero de 1966, y allí estuvo hasta cuando fue trasladado como obispo residencial de Pasto en 1977. En esta sede episcopal estuvo hasta marzo de 1995 cuando fue admitida su dimisión por el deterioro de su vista. Desde entonces ha residido en dos comunidades de los agustinos recoletos: La Linda y Manizales. Los últimos años de su vida se quedó completamente ciego.

Monseñor Arturo Salazar se distinguió por su amor a la Iglesia y a la Orden, por ser un pastor bondadoso, acogedor y cercano al pueblo. En los últimos años de su vida se sentía muy agradecido a los hermanos de comunidad y llevaba su enfermedad con espíritu de fe y admirable paciencia.

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