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“La iglesia de acero” recibe el apoyo de la comunidad filipina en Nueva York

El Salón Kalayaan del consulado de Filipinas en Nueva York se llenó de amigos y simpatizantes de la Fundación Bakas Pilipinas junto a su presidente, Li Roz. La noche comenzó con un cóctel de bienvenida seguido de una breve presentación informando a los presentes de la recién creada Sociedad Filipina de Preservación Histórica, cuyo principal objetivo es fomentar el conocimiento y el aprecio por la arquitectura de Filipinas y sus lugares históricos. La Basílica de San Sebastián ha sido elegida como punta de lanza de este proyecto.

El agustino recoleto Antonio Alegría Zabala, más conocido como “padre Alegría”, también estuvo presente en el acto. El padre Alegría trabaja actualmente como párroco en la iglesia de San Juan, en el Bronx de Nueva York. Con anterioridad había trabajado como administrador del edificio para la Universidad de San Sebastián entre 1995 y 2000.

Sobre la existencia de los dibujos y planos originales firmados por el mismo Gustave Eiffel, la Fundación espera poder recuperarlos en alguno de los archivos de la provincia San Ezequiel Moreno de los Agustinos Recoletos en Filipinas. Estos documentos serían realmente útiles para los ingenieros y el personal técnico que se ha comprometido a restaurar la Basílica de San Sebastián respetando el proyecto original.



El agustino recoleto Antonio Alegría Zabala, más conocido como “padre Alegría”, también estuvo presente en el acto.
Neogótico en peligro

El neogótico de la basílica de acero de San Sebastián se recorta sobre el panorama congestionado de la ciudad de Manila. Después de que los terremotos de 1645, 1762 y 1863 destruyeran las tres primeras iglesias de piedra y ladrillo erigidas en este mismo lugar. Don Genaro Palacios, director de Obras Públicas del Gobierno Insular Español, recomendó construir una nueva iglesia de acero. Detrás de la fachada verdiblanca de la iglesia, que flanquean agujas enormes, el interior de San Sebastián está pintado simulando jaspe y mármol. Sus paredes están adornadas con imágenes en trampantojo y otros detalles iconográficos pintados por la academia de Lorenzo Rocha. En fin, treinta y cuatro vidrieras inundan la vasta nave de colores cálidos.

Desde que se terminó, en 1891, San Sebastián ha desempeñado un papel religioso y social muy significativo en cuanto centro parroquial y como promotor de iniciativas benéficas. La novedosa construcción en acero sigue siendo única y refleja el atrevimiento del diseño y la habilidad de los artesanos locales. La corrosión continuada, las filtraciones y la pérdida de material amenazan la basílica, aunque su amenaza más penetrante no llega a verse: las riostras estructurales del interior se están deteriorando mucho, haciendo muy precaria la estabilidad y funcionalidad de San Sebastián.

Historia de la basílica de San Sebastián

Por Pablo Panedas, OAR

Construcción y terremotos

Los agustinos recoletos fundaron en 1621 el convento de San Sebastián para retiro y descanso de los misioneros. Casi desde el primer momento, este convento tuvo una iglesia de piedra, en la que se entronizó una imagen de la Virgen del Carmen que en 1618 había traído de México el padre Rodrigo de San Miguel. En torno a esta imagen va a girar durante más de tres siglos hasta la llegada de los carmelitas la devoción al Carmen en todo el Archipiélago. Y para dedicarse al cuidado de la Virgen nace hacia 1725 un beaterio de piadosas mujeres, encabezado por Dionisia y Cecilia Talángpaz; es la actual congregación de Hermanas Agustinas Recoletas, que tiene su casa madre enfrente de la basílica, al otro lado de la plaza del Carmen.

A lo largo de los siglos, la iglesia ha pasado por muchos avatares. En 1639 fue incendiada en el levantamiento de los sangleyes, aunque su daño fue mínimo en comparación con el que sufrió seis años más tarde en el terremoto del día de San Andrés (30 de noviembre). Esta vez, el templo quedó en ruinas y hubo que demolerlo.

La nueva fue la más duradera. Duró más de 200 años, y el único incidente grave que sufrió fue, en 1762, el saqueo de los ingleses. Posteriormente, la dejó muy dañada el terremoto del 3 de junio de 1863. Fue reconstruida y abierta de nuevo al público el 20 de enero de 1867, para sufrir una vez más las consecuencias de los temblores de mediados de julio de 1880. Por razones de seguridad, hubo que cerrarla al culto.

Una iglesia de acero

Esta vez los recoletos estaban decididos a encontrar una solución definitiva. Recurrieron a los técnicos, en concreto a Jenaro Palacios, director de Obras Públicas del Gobierno Insular. Éste llevó a cabo la inspección y los estudios pertinentes y, a comienzos de 1881, recomendó la construcción de una estructura de acero, como las que entonces se llevaban a cabo en otras partes del mundo.

Su proyecto fue aprobado por el Consejo Provincial el 14 de junio de 1883. Y tres años más tarde, luego de la correspondiente licitación entre empresas de distintos países europeos, le era adjudicado a una Sociedad Anónima de Empresas de Obras Públicas belga. Ésta se encargaría en los próximos años de elaborar en su fundición de Binche (Bélgica) las 1.527 toneladas de acero necesarias para construir una iglesia neogótica de 50 x 22 metros, con una altura de 52 metros hasta lo alto de las torres.

El 12 de junio de 1888 arribó a Manila el primero de los 15 barcos que, a lo largo de dos años, transportaron las piezas. Algunos técnicos de la empresa, junto con obreros locales y supervisores recoletos, las fueron montando poco a poco. De la decoración se encargaron artistas filipinos de la academia de Lorenzo Rocha. Las imágenes de santos agustinos y carmelitas que embellecen el cimborrio, tienen especial importancia en la historia de la pintura filipina. Como broche de oro, incorporaron al proyecto primitivo los cuatro rosetones y 12 vidrieras que dan protagonismo a la luz. Las vidrieras representan los misterios gozosos y los dolorosos del Rosario, y fueron finamente trabajadas por la compañía alemana Henri Oidtmann en su fábrica de Linnich.

Bendición del nuevo templo

Finalmente, el 15 de agosto de 1891, solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora, el flamante santuario del Carmen fue solemnemente bendecido por el arzobispo de Manila, monseñor Bernardino Nozaleda. Las arcas de la Provincia de San Nicolás quedaban exhaustas, pero había valido la pena. Es indudable que los recoletos han marcado un hito. No sólo han levantado una iglesia antisísmica, que desafiará los siglos. Es además una construcción hermosa, uno de los ejemplos más notables de la arquitectura colonial. Y es, en fin, una singularidad: el único templo enteramente hecho de acero que hay en toda Asia. Reúne méritos más que de sobra para ser considerado Hito Histórico Nacional, como fue oficialmente declarado el 1 de agosto de 1973.

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