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Treinta y seis testigos declaran sobre la fama de santidad del agustino recoleto Jenaro Fernández

El cardenal Agostino Vallini presidió la ultima sesión del proceso diocesano para la causa de canonización del padre Jenaro Fernández (1909-1972). Con el canto del Veni Creator Spiritus daba comienzo la sesión. El notario del tribunal leyó el acta de la sesión en la que se encomienda al postulador general de la Orden, padre Samson Silloríquez, entregar toda la documentación del proceso en cajas selladas y lacradas a la Congregación de las Causas de los Santos.

El proceso que comenzó el 13 de junio de 2008 concluía el 28 de junio de 2010 tras cincuenta sesiones de trabajo en las que se han examinado los escritos y se ha escuchado la declaración de 36 testigos con el fin de conocer la vida, las virtudes y la fama de santidad del padre Jenaro. El tribunal estaba formado por Gianfranco Bella, juez delegado; Francesco Maria Tasciotti, juez adjunto; Giuseppe D’Alonzo, promotor de la justicia y Giuseppe Gobbi, notario.

Cardenal

El cardenal Vallini comenzó su discurso aludiendo al Año Sacerdotal, recientemente clausurado, para expresar que además del Santo Cura de Ars, otra bella figura de sacerdote es puesta para nuestra atención. Se trata del padre Jenaro Fernández “que vivió y testimonió la fe, la esperanza y la caridad en nuestra ciudad”.



El Cardenal Agostino Vallini presidió la ultima sesión del proceso diocesano para la causa de canonización del padre Jenaro Fernández (1909-1972).
Después de recordar algunos datos y aspectos de la vida del padre Jenaro, el cardenal destacó algunos elementos significativos de su espiritualidad contenidos en sus escritos. En su vida el padre Jenaro advertía profundamente la llamada a la santidad, que siempre consideró la meta a la que había que tender. El siervo de Dios escribía: «Mi único ideal de vida debe ser imitar a Jesús, parecerse a Jesús, ser otro Jesús; de manera tal que Jesús y yo lleguemos a ser una sola cosa, un solo pensamiento, un solo deseo, un mismo todo». Comprendió que el sacerdocio no consiste tanto en “hacer”, obrar y actuar como “ser” en Cristo y vivir por Él y después obrar por Él, realizando lo que el Apóstol escribe de sí mismo: «Mi vida es Cristo… No soy yo, es Cristo quien vive en mí».

«El Santo Padre Benedicto XVI, en su reciente viaje a Fátima, –dijo el Cardenal Vallini– ha afirmado: “La fidelidad a lo largo del tiempo es el nombre del amor; de un amor coherente, verdadero y profundo a Cristo Sacerdote”. Acercándonos a la vida del siervo de Dios padre Jenaro Fernández Echeverría podemos serenamente afirmar que él ha sido realmente un testigo del amor, palabra de la que hoy con frecuencia hemos perdido el sentido originario. El amor ha plasmado su entera existencia, vivida sin anteponer nada a Jesucristo, a su voluntad y a la salvación de los hermanos»

Concluyó su discurso el cardenal diciendo: «Confío que la Iglesia, después de haber examinado atentamente la vida, y particularmente el ejercicio en grado heroico de las virtudes teologales fe, esperanza y caridad, y de las virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza, pueda inscribirlo en el catálogo de los beatos indicando a todos, particularmente a sus hermanos de la Orden de Agustinos Recoletos y a todos los sacerdotes, como modelo a imitar en el camino de la vida cristiana que de la fuente bautismal conduce a la Jerusalén celeste»

La asamblea acogió las palabras del cardenal con un caluroso aplauso. El prior general, Javier Guerra, agradeció en nombre de la Orden el proceso realizado.



Asistieron al acto una veintena de agustinos recoletos.
Asistentes

Asistieron al acto una veintena de agustinos recoletos, entre ellos Monseñor José Luis Lacunza, obispo agustino recoleto de David (Panamá); el prior general, Javier Guerra; el postulador de la causa, Samson Silloríquez; los miembros del consejo general; el prior provincial de Santo Tomás de Villanueva, Miguel Ángel Hernández; el prior provincial de Nuestra Señora de la Candelaria, Norberto Escobar; religiosos de las comunidades de Roma y otros venidos de España. Estuvieron el agustino descalzo Gabriele Ferlisi y representaciones de las Siervas de María, Concepcionistas de la Enseñanza, Congregación de la Virgen María y Hermanas de la Caridad del Cardenal Sancha. Asistieron también algunos testigos del proceso, sobrinos y familiares del padre Jenaro y varias decenas de fieles de la capilla de la curia general.

Acción de gracias

El mismo día 28 de junio por la tarde, en la capilla de la curia general dedicada a la Virgen de la Consolación, se celebró una solemne eucaristía de acción de gracias. La misa de vigilia de la solemnidad de san Pedro y san Pablo fue presidida por monseñor José Luis Lacunza.

La homilía fue pronunciada por el padre Ángel Martínez Cuesta que convivió con el padre Jenaro en la comunidad de la curia general. Partiendo de la solemnidad que se celebraba, el predicador recordó las mismas palabras del padre Jenaro con motivo de esta solemnidad de los santos apóstoles para poner de relieve su amor a la Iglesia y su celo apostólico:

«El celo de Pablo le toca el corazón. La salvación de las almas fue siempre una de sus grandes pasiones. De niño soñaba con las misiones de Brasil, de joven religioso saludaba entusiasmado a los compañeros que de año en año partían del seminario de Monachil directamente a los países de América del Sur. Todavía al fin de su vida pidió consumar las pocas fuerzas que le quedaban al servicio de las pobres almas de Lábrea, en el Amazonas brasileño.

No llegaba a entender que un cristiano pudiese contentarse con la propia salvación. El grito de Agustín: “Atraed a Cristo a cuantos podáis” resonaba incesantemente en su ánimo. “¿Qué exigen de mi las almas?”, se preguntaba al concluir los ejercicios espirituales de 1956. Cuatro años antes había pedido nuevas fuerzas para poder consumirlas en su favor… Como Agustín, no quería salvarse solo, sin la compañía de sus fieles. “Hermanos –decía en una homilía de 1971– no quiero salvarme sin vosotros”».

Al acabar la misa todos los participantes fueron invitados a un refrigerio en el jardín de la curia general para compartir la alegría de los acontecimientos vividos.

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