Tapauá está en la mitad de ningún sitio, en el Amazonas brasileño. A 6.083 kilómetros al Este, un poco más al Norte, está Kamabai, en el norte de Sierra Leona. Están unidos por la pobreza, la incomunicación, el ser zonas rurales sin estructuras. Y ahora, están unidos por la solidaridad.
A Tapauá sólo se puede llegar por barco o por avión, porque no hay ninguna vía de comunicación terrestre disponible. Es una ciudad de unos 10.000 habitantes, cabeza de un municipio de 90.000 kilómetros cuadrados (más o menos como Portugal) y un total de 20.000 habitantes, la mitad repartidos por pequeñas poblaciones en la selva. No tiene fábricas y tan sólo unas pocas oficinas de las administraciones públicas del Estado de Amazonas y del propio Ayuntamiento.
En Tapauá no hay apenas mercado de trabajo. Fuera de los empleos públicos, la única salida para sus habitantes es la recolección de mandioca, frutas de la selva, la caza y la pesca. Sólo se puede estudiar hasta la enseñanza media, y es habitual la emigración de los jóvenes más capacitados para el estudio o el trabajo hasta la ciudad de Manaus, jóvenes que nunca vuelven y que no encuentran futuro en su propia ciudad.
Tapauá recibe ayudas del exterior. Planes de desarrollo locales del Gobierno Federal brasileño o del Estado de Amazonas; proyectos de desarrollo rural de entidades no gubernamentales brasileñas y extranjeras. La parroquia católica puede llevar adelante sus programas de evangelización gracias a la ayuda de entidades como la alemana Adveniat, y maneja recursos procedentes de España para su Centro Esperança de prevención y formación semiprofesional de adolescentes. El centro mismo fue construido a través de proyectos presentados por Haren Alde a entidades como la Diputación Foral de Álava y las parroquias y colegios de los agustinos recoletos en España.
En conclusión, en Tapauá a nadie le sobra dinero. Los salarios son bajos, las fuentes de renta familiar con frecuencia son inconstantes, el precio de la vida es caro porque todo tiene que ser traído de fuera en grandes balsas que tardan entre tres y cinco días en llegar, con el consiguiente sobrecoste de transportes.
La acción de los agustinos recoletos en Kamabai
En Kamabai hay muchos factores gemelos con Tapauá. Tiene menos habitantes en el caso urbano, en torno a 3.500, aunque en su región administrativa, Biriwa, viven también en torno a 30.000 personas. La diseminación de la población en más de 200 pequeñas aldeas y la incomunicación son casi idénticas en una y otra zona.
En Kamabai sí hay caminos, los ríos no son navegables. Pero estos caminos son en muchos casos impracticables durante medio año por causa de las lluvias. Y en torno a 30 aldeas no son accesibles con ningún vehículo a motor, tan solo caminando. Los desplazamientos de la población son difíciles, y hasta en los casos en los que se puede llegar con todoterreno, la comunicación es lenta y peigrosa.
En Kamabai tampoco hay fábricas, pero además no hay empleo público, ni local ni nacional. No hay una sola oficina donde hacer papeles de cualquier clase, ni servicios públicos, ni energía, ni agua canalizada. No hay un ayuntamiento, puesto que el poder local en Sierra Leona es a través del sistema tradicional de jefes vitalicios sin ningún tipo de infraestructura de gestión y gobierno.
En Kamabai el 90% de los proyectos de desarrollo se llevan a cabo desde la misión de los agustinos recoletos: becas de estudio, formación de profesores, escuelas, pozos de agua potable, atención sanitaria extraordinaria, formación profesional… El 10% restante son proyectos públicos del gobierno que están en manos de los políticos locales y que son una fuente de corrupción y de uso de recursos públicos para beneficio privado.
Los católicos de Tapauá son solidarios. Tapauá solidaria
Pero los católicos de Tapauá son solidarios. Celebraron su V Feria Misionera el día 23 de octubre, al ser octubre el mes de las misiones para la Iglesia. Y todos consiguieron quitarse algo de lo que para ellos necesario y lograr una ayuda de 2.906 reales brasileños, al cambio 1.240 euros, o lo que es lo mismo, en torno a 6.000.000 de Leones.
Podríamos hacer una escala de coste de vida para saber qué significa esto en cada uno de los países. En Europa, lo recaudado significa el salario mensual de una persona sin muchos recursos, el llamado “mileurista”, que da para poco más que vivir en un estándar de clase media. En una ciudad como Madrid, el coste de vivienda y comida no es inferior a 800 euros mensuales por persona. Queda algo para el ocio, la cultura, el descanso, viajes o el ahorro.
En Brasil, esos casi 3.000 reales son 6 salarios mínimos. Son muchas las familias que deben afrontar la vida cada mes con unos 500 reales. Lógicamente, en sus viviendas no tienen ninguna comodidad, tienen vedadas las actividades de ocio o los viajes, y su dieta es la más sencilla, arroz, pescado, farinha.
En Sierra Leona, esos 6.000.000 de Leones responden a 40 salarios mínimos. No hay luz eléctrica ni agua en las casas, el 90% de los desplazamientos se hacen a pie, hay una sola comida diaria compuesta de arroz y salsas, y esos 150.000 Leones (32 euros, 75 reales brasileños) es con lo que cuenta un trabajador por cuenta ajena (por cierto, privilegiado por ello) para alimentar a su familia, compuesta generalmente por no menos de cinco hijos. En algunas casas en las que viven hasta 15 personas esos son todos los ingresos con los que cuentan para sobrevivir.
El destino de los recursos: educación
La inmensa generosidad de Tapauá con Kamabai se hará fruto en uno de los campos más necesitados de ayuda y de mejora en la pequeña ciudad africana: la educación.
En Tapauá existen varios colegios de educación primaria y uno de educación secundaria. En ellos no sólo reciben clase los niños, sino también muchos jóvenes y adultos. Durante tres turnos diarios, las clases están llenas, en algunos casos hasta masificadas.
Los colegios dependen en todos los casos del municipio (primaria) o del Estado (secundaria). Los profesores están hoy conveniente formados, después de que los diversos programas de capacitación de profesorado hayan permitido la formación universitaria de todas las personas que dan clase en los últimos diez años. Hasta en torno al año 2007, en Tapauá sólo había cinco profesores con formación universitaria. Desde entonces, todos ellos la tienen.
Los colegios ofrecen una comida en los turnos en que estudian los más pequeños, por la mañana, cuando los alumnos siguen más o menos un criterio de curso académico por edad, parecido al que existe en las escuelas de los países desarrollados. Los libros de texto se reciben gratis, así como el uniforme.
En Tapauá la educación primaria es obligatoria, el analfabetismo tiene los días contados, aunque en la extensa zona rural sigue siendo un problema, y llevar los niños a la escuela no supone ningún problema para las familias ni un expendio importante en la economía familiar. Niños y niñas tienen un acceso igualitario a la educación y no hay discriminación por sexo.
En Kamabai la educación también es supuestamente obligatoria. Sin embargo, en torno a un 20% de los pequeños nunca irán a la escuela. El analfabetismo es muy alto tanto entre adultos como entre niños, con un agravante: la lengua. El idioma oficial es el inglés, los estudios superiores son todos en inglés, pero la población no lo habla adecuadamente, comenzando por los mismos profesores.
Las escuelas son en muy pocos casos del gobierno. Éste se limita a pagar sueldos ínfimos a profesores formados y cualificados y, en algunos casos, envía ayudas en materiales de enseñanza. Pero los edificios, su mantenimiento y los gastos principales corren por cuenta de las instituciones que mantienen esas escuelas, fundamentalmente misiones religiosas.
Los profesores no están formados. De los más de 115 profesores que hay en las escuelas católicas, sólo 40 cuentan con formación y de ellos en torno a 35 cobran el salario del gobierno. Los otros esperan a entrar algún día en el presupuesto gubernamental para recibir salario, en unos casos; o no tienen ni siquiera la secundaria terminada, constituyéndose en “profesores comunitarios” que no reciben ningún salario por su trabajo.
Es una lucha hacer que los niños vayan a la escuela. Todos ellos tienen que trabajar en el campo y realizar tareas domésticas. La falta de escuelas además, les obliga a caminar entre una y dos horas de ida y otras tantas de vuelta todos los días para llegar a su centro escolar.
En el caso de las niñas, la situación se complica. Los embarazos adolescentes, los matrimonios infantiles y la falta de recursos hace que sólo dos de cada diez niñas que comienzan la educación primaria terminen la secundaria.
No hay libros de texto, ni gratuitos ni de pago. Los uniformes y las tasas que cobran las escuelas son en muchos casos un auténtico problema para muchas familias fuera de las escuelas católicas.
Tampoco se da ningún tipo de aporte alimentario, lo cual es importante viendo el horario de uno de estos pequeños: se levantan antes de las cinco de la mañana, acarrean agua y leña para la casa, hacen la comida, caminan hora y media para llegar a la escuela, entran en una clase de unos pocos metros cuadrados con más de 70 compañeros, vuelven a caminar una hora y media, van al campo y no tienen en su casa ni luz eléctrica ni una simple mesa o silla donde hacer los deberes.
La falta de formación de los profesores hace que el fracaso escolar sea una constante. En Sierra Leona, los exámenes que se tienen para pasar de un estadio a otro (NPSE para el paso de primaria a secundaria; BECE para paso de secundaria junior a secundaria senior; WASSE para paso de secundaria senior a universidad) son comunes en todo el país, y en algunos casos, para todos los alumnos del África Occidental (Ghana, Guinea Conakry, Sierra Leona, Liberia, entre otros).
Los alumnos son incapaces de llegar a los niveles exigidos porque su comparación con la educación recibida en otras zonas del país y aún más en los países circundantes es injusta, desde el momento en que no se tiene igualdad de oportunidades de estudio.
Programa de educación
La Misión Católica desarrolla un programa de educación basado en becas solidarias conseguidas en el extranjero, especialmente en España. Con este dinero se intentan paliar las necesidades de los alumnos: uniformes, tasas escolares, pago de profesores cualificados.
Además, todos los años se presentan proyectos a instituciones españolas para la construcción de infraestructuras adecuadas. Los cinco últimos años se han inaugurado un total de once centros educativos, actualmente se construyen dos escuelas y una cocina y comedor escolar, y para el año 2011 se espera la aprobación para construir otros dos colegios.
Además, se ha creado un programa de formación del profesorado y de apoyo a sus necesidades, para que los profesores comunitarios entiendan la importancia de su labor, pongan empeño en su propia formación y se sientan apoyados en su tarea.
A partir del curso 2011-2012 funcionará completamente en Kamabai un complejo educativo con escuela preescolar, escuela primaria, escuela secundaria, cocina y comedor escolares, todo ello con nuevos edificios, que ya están en marcha en su mayor parte.
Se espera poder mantener un centro al menos con todos los profesores formados, todas las etapas educativas, formación íntegramente en inglés, sin aulas masificadas, con una buena estructura y que ofrezca una comida al día a los alumnos.
La ayuda que envía Tapauá será integrada dentro de estos proyectos educativos. Así, aún sabiendo las difíciles circunstancias que acompañan a la educación en Tapauá, los chicos brasileños conocerán que hay niños y niñas en el mundo que aún lo tienen más difícil que ellos, podrán sentirse solidarios y ellos mismos podrán creer más en su propia educación como meta de futuro, salvaguarda de su dignidad como personas y medio de hacer valer sus derechos.
Dos mundos diferentes, lejanos, distantes, pero unidos en una causa común. Eso es también evangelización, misión. Solidaridad de quien tiene poco con quien tiene aún menos. Y lección sobrada para todos: dondequiera que estemos, siempre habrá alguien a quien podamos echar una mano.