Actualidad

La diócesis de Tarazona refuerza sus lazos con los agustinos recoletos

En las primeras horas de la recolección agustiniana, la vinculación con Tarazona contó con dos conventos ubicados en su ámbito eclesiástico: Borja, fundado en 1602 y cuatro años después, en 1606, comenzaba su vida el de Calatayud. Durante más de trescientos años, hasta 1835, fecha de la desamortización, los recoletos animaron la vida espiritual de la diócesis turiasonense.

Otra presencia importante, en el otro extremo de la diócesis, ha sido de las monjas agustinas recoletas del convento de la Encarnación de Ágreda (Soria), presentes desde 1660 a 2007.



Santiago Matute.
En 1824 cuajó por fin la idea de fundar un seminario para la formación de misioneros recoletos con destino a Filipinas y fue Alfaro (La Rioja), en el extremo noreste de la diócesis donde se ubicaría primeramente, para recalar muy pronto, en 1829, en Monteagudo, Navarra. Desde 1829 a 1877 Monteagudo, a siete kilómetros de Tarazona, fue el único convento masculino de la diócesis, y desde el primer momento se creó una corriente de colaboración y simpatía entre sus superiores y sus obispos que alcanzaba también a la curia diocesana.

El obispo Castillón Salas (1815-1835) favoreció la fundación del convento. Su sucesor, el dominico Vicente Ortiz Labastida (1848-1852), se retiraba todos los años allí en busca de reposo y tranquilidad. Gozaba conversando con los frailes y los viernes se entusiasmaba al escuchar la lectura de la Regla de san Agustín en el refectorio. Durante el largo pontificado de Cosme Marrodán (1857-1888) la relación se hizo más profunda. El prelado visitaba a menudo el convento, donde encontraba paz, contertulios de sus mismas ideas y hasta un confesor que cuidaba de su alma.

Durante el rectorado de san Ezequiel Moreno (1885-1888) la armonía fue total. En la hora de la muerte el obispo quiso al rector a la vera de su lecho, y éste le visitó varias veces, aun a altas horas de la noche, y recogió su último suspiro. El largo proceso que llevó a los altares a san Ezequiel multiplicó los encuentros. La participación de la diócesis fue muy activa tanto en la instrucción del proceso ordinario como en la del apostólico.

Semillero recoleto

Hasta hace unos decenios la Orden ha contado siempre entre sus miembros a centenares de religiosos nacidos en la diócesis. Gran parte de ellos procedían del campo de Borja y del arcedianato de Calatayud. A mediados del siglo XVIII aumentaron los nacidos en la ciudad de Tarazona y pueblos limítrofes y desde mediados del siglo XIX pasaron a ocupar el primer lugar. Entre 1738 y 1897 sólo los nacidos en la ciudad fueron unos 80. Entre ellos hay un buen número de religiosos eminentes con influjo dentro y fuera de la Orden entera.



Ramón Zueco.
El padre Miguel de Jesús María (†1781), conocido con el sobrenombre de Moncayo, fue dos veces provincial de Aragón y luego vicario general (1772-1778), que entre los recoletos era la máxima autoridad. Manuel Carasusan (1811-1859), el primer turiasonense que profesó en Monteagudo (1829), rigió la provincia de Filipinas desde 1855 a 1858.

Ramón Zueco (1828-1889) recorrió durante años las rancherías de Mindanao, prestó relevantes servicios al gobierno español en la campaña de Joló (1876) y publicó una docena de libros sobre temas lingüísticos y religiosos. Bernardino García (1862-1937) fue durante diez años (1899-1909) uno de los religiosos más influyentes de Panamá. En la guerra que precedió a la independencia de la nación (1899-1902) organizó un hospital de sangre abierto a los heridos de ambos bandos.

El 15 de mayo de 1903 atendió en su última hora al general Victoriano Lorenzo, héroe nacional, y el 20 de diciembre del mismo año bendijo la bandera de la nueva república. Después colaboró en la fundación del periódico La Defensa Social y fue inspector nacional de enseñanza primaria. Santiago Matute (1857-1919) de joven enseñó filosofía en Monteagudo. Desde 1889 a 1894 colaboró con san Ezequiel en la restauración de la Recolección colombiana, de la que luego sería su principal responsable.



El 28 de mayo se cumplieron los cincuenta años de su ordenación sacerdotal.
También era turiasonense el beato José Rada (1861-1936), misionero en Filipinas y Brasil, y mártir durante la guerra civil española.

Los dos últimos recoletos de la ciudad de Tarazona fueron Jorge Hernández (1868-1940) y Félix Coscolín (1878-1940). El primero profesó en 1895 y el segundo en 1897. Desde 1897 hasta 1906 el noviciado de Monteagudo estuvo cerrado a causa de la revolución filipina. Cuando, en enero de 1906, reanudó su actividad, fueron contados los turiasonenses que llamaron a sus puertas. Y de esos pocos ninguno llegó a profesar.

La labor pastoral de monseñor Eusebio Hernández en la diócesis turiasonense encontrará un enlace en una relación tan fecunda y prolongada y que tuvo una de sus manifestaciones más logradas en la serie numerosísima de religiosos procedentes de los territorios que pertenecieron y pertenecen a la diócesis de Tarazona.

X