En el mismo monasterio madrileño de la Encarnación, su fundadora y perpetua priora, Mariana de San José (1568-1638), se servía de nacimientos para enardecer a sus monjas en el espíritu auténtico de la Navidad. Lo cuenta Antonia de San José al declarar, años después, en el proceso de canonización de la venerable Madre:
“En una pascua de Navidad, la madre Mariana hizo que fuésemos a recreación a una capilla en donde estaba puesto el nacimiento, y nos hizo decir el himno: “Jesús, corona de las vírgenes”, y muchas cosas que empezaban por «Jesús». Y cuando ya estaban en la recreación, dijo que cada una dijese alguna coplita o algo al Niño Jesús. Fueron cumpliendo su obediencia, y no me acuerdo más que de una copla, que es:
«Niño Dios, fuego entre pajas,
abrasa mi corazón:
pues no te será imposible
encender un mal carbón».
Y una víspera de año nuevo, habiéndonos juntado a echar a la noche las «suertes de los santos», si no me engaño, estaba en la celda de nuestra Madre el Niño Jesús con que el día siguiente van a las celdas, y nuestra Madre dijo que cada una dijese alguna cosita al Niño Jesús. Y una dijo:
«Bien puede alcanzar victoria
del temor la confianza,
pues para pagar las culpas
da Dios su sangre en fianza».