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Ayechu: “Las distinciones y premios que he recibido han sido, en realidad, reconocimientos a la Orden”

El padre Ayechu nació en un pueblito español, Elcoaz (Navarra), muy próximo al seminario que los agustinos recoletos tenían en Artieda (Navarra). Este seminario pertenecía a la provincia de Nuestra Señora de la Candelaria, con sede en Bogotá y extendida casi exclusivamente en Colombia. En Artieda ingresó cuando tenía 11 años, un 30 de septiembre de 1934. Fue un momento alegre, pero también duro porque en aquella época no había vacaciones y los niños no sabían cuándo volverían a ver a sus familias. De hecho, Benjamín no volvió a casa hasta que estalló la guerra civil española, en julio de 1936. Por falta de recursos, los agustinos recoletos mandaron a todos los seminaristas a sus casas.

Al año siguiente, 1937, pasó al colegio que los frailes tenían en Sos del Rey Católico (Zaragoza) a comenzar el noviciado. Con 16 años, hizo la profesión religiosa. Luego vinieron los tres años de filosofía y el comienzo de la teología. En diciembre de 1943, y ante el temor de ser llamado a filas por el ejército, fue enviado, junto con otros compañeros, a Colombia. En Bogotá continuó los estudios de teología y, una vez terminada, fue ordenado como sacerdote el 3 de febrero de 1946.

Los once primeros años de su ministerio sacerdotal transcurrieron en Colombia: seis, en Ciénaga (Magdalena) y tres en Cali, todos ellos en parroquia. Después, en 1954, fue destinado a Panamá, donde acababa de fundarse el Colegio San Agustín.

P.- Usted es considerado fundador de la Universidad Católica Santa María la Antigua (USMA).
R.- Siendo director del colegio San Agustín, vi la necesidad de dar continuidad a los estudios en una universidad católica. Propuse la idea al Nuncio, al Arzobispo y al Presidente de la Republica y así se fundó la USMA en 1965. Me eligieron a mí como su primer rector. Cuando está próxima a cumplir medio siglo, la USMA es hoy una de las primeras universidades del país. Tiene unos 6.000 alumnos, y cuenta con extensiones en Colón, David, Santiago de Veraguas y Los Santos. Quizá es la que más prestigio tiene, porque nunca tiene huelgas o problemas sociales. Su futuro es muy prometedor, porque sabe mantener buena disciplina, buen profesorado y es exigente con los estudiantes. Sus egresados consiguen trabajo fácilmente en todas las empresas. Y es reconocida internacionalmente.

Colegios y parroquias

P.- La presencia de la Orden de Agustinos Recoletos en Panamá tiene dos vertientes claramente diferenciadas: la educativa y la parroquial. ¿Cuál considera usted más importante?
R.- Yo considero que las dos son muy importantes y las dos tienen futuro. El Colegio San Agustín ha crecido mucho en Panamá y tiene un gran prestigio. Adonde quiera que vayan, sus alumnos son bien recibidos, y todos los años hay una larga lista de espera para inscribirse.

En cuanto a las parroquias, en toda la República tenemos siete. Por una parte están las de la misión de Bocas del Toro, especialmente Changuinola. En David tenemos la parroquia de la Sagrada Familia. Y, ya en la ciudad de Panamá, primero la de San José, histórica y una de las más antiguas que tiene la Orden. Luego está la de San Juan Bautista de la Salle, más conocida como Iglesia de Piedra, que está muy bien considerada y ha crecido mucho. Y la nueva parroquia de San Lucas Evangelista, junto al Colegio San Agustín, que es la más importante y va creciendo cada año a medida que crece la urbanización en que se encuentra.

Futuro en Centroamérica

Haren El p. Benjamín con el Cardenal Re y Monseñor Lacunza P.- ¿Qué futuro le espera a la Orden en Centroamérica?
R.- El problema que pone en peligro nuestro futuro en Panamá, Guatemala y República Dominicana es la falta de personal. La mayor parte de los religiosos somos bastante mayores, y eso supone muchos problemas. Por ahora todos trabajamos bien en general, pero los años se dejan sentir.

P.- ¿Cómo debería ser la revitalización en estos países?
R.- Habría que trabajar más en la promoción de vocaciones, cosa que no se ha hecho debidamente hasta este momento. Yo siempre insisto en eso, pero, por las razones que sean, no se ha puesto en práctica. En Guatemala, en este momento, sí se está haciendo, pero lo mismo se debería hacer también en Panamá y República Dominicana.

Vista atrás

P.- ¿Desde la cumbre de sus 90 años, podría hacernos un balance de su vida de dedicación a la Orden y a la Iglesia?
R.- Para mí es una pregunta difícil, pero con toda humildad voy a ofrecer lo que yo pienso he podido brindar a nuestra Orden.

A mis 90 años, sigo trabajando y espero seguir haciéndolo mientras tenga salud. Es lo que he procurado hacer siempre. Trabajé en parroquia en Colombia mis primeros nueve años como sacerdote. Luego fueron otros 14 en ambiente académico, en el Colegio San Agustín de Panamá y en la USMA. En 1970 me eligieron prior provincial de una provincia, la de Nuestra Señora de la Consolación, que se había creado en 1961. Fui provincial dos trienios, en los cuales me esforcé por asentar los cimientos de nuestra comunidad fuera de Centroamérica. Fundé en Madrid el Colegio Agustiniano, tan famoso hoy, lo mismo que el seminario de Torrente (Valencia) para nuestros estudiantes de teología. También asumimos los ministerios de la República Dominicana, que venían gobernándose desde Estados Unidos.

Después tuve ocasión de estar en Roma, al servicio de la Curia General, durante seis años (1987-1992). Ya de vuelta en Panamá, construí en la Capital la Iglesia de Piedra. Luego colaboré otros seis años en la Nunciatura. Influí para que el Colegio se trasladara a la actual ubicación de Costa del Este, y en él se creara la parroquia de San Lucas Evangelista, en la que ahora me encuentro.

De alguna forma, mis esfuerzos y el aprecio de la gente se pueden resumir en las distinciones que he recibido: la de los Cien Panameños Ilustres y la Pro Ecclesia et Pontifice, entre otras. Son reconocimientos concedidos, en mi persona, a la Orden.

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