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Multitud de personas celebran a Santa Rita en iglesias y conventos agustinos recoletos

El 22 de mayo es fecha marcada en rojo en el calendario agustino recoleto. Es Santa Rita, y en muchos sitios es día de multitudes. No importa que sea jornada laborable, como este año. Los fieles acudirán más temprano o ya por la tarde, concluido el trabajo, pero no dejarán de visitar a la Santa, participar en la misa y posiblemente confesarse. La geografía es muy variada y recorre tanto Europa como América (Venezuela, Brasil, Colombia) y Filipinas. Se da en grandes ciudades, como Manaos, Maracaibo, Manila, Belém do Pará o Madrid, y en pequeñas poblaciones como San Millán de la Cogolla (La Rioja, España) o en lugares tan apartados como Tapauá. Muchas veces a la sombra de casas de formación de los agustinos recoletos (Pozos de Santa Ana, en Costa Rica, Marcilla o Monachil); otras veces en parroquias regentadas por ellos, como las madrileñas de Santa Rita y Santa Florentina, o la dedicada a la Santa de Casia en Manaos (Brasil); o en capillas enclavadas en territorios parroquiales, como es el caso de Maracay y Maracaibo, en Venezuela. Lo propio ocurre frecuentemente en el entorno de los conventos de agustinas recoletas de clausura; quizá el caso más llamativo es el del monasterio de San Cristóbal, en Villagarcía de Arosa (Pontevedra, España), donde la fiesta está cumpliendo los 100 años.

Popular y social

Es fiesta eminentemente popular. Lo es porque tiene una gran aceptación, pero también por la orientación social que le caracteriza. De la aceptación es buena prueba la novena que, con frecuencia, la prepara (Belém, Marcilla, Maracay, Manaos o Santa Rita de Madrid) y sobre todo la gran afluencia de fieles el día 22. Esta asistencia multitudinaria se cuenta por miles de personas y obliga a multiplicar tanto el número de misas (7 en Santa Rita de Madrid, 8 en Marcilla) como el de confesores, que durante horas imparten el sacramento del perdón. En ocasiones, las multitudes rebasan la capacidad de los templos y obligan a organizar celebraciones campales, como ha ocurrido este año en Tapauá, Manaos, Monachil o Pozos de Santa Ana.

La orientación social está siempre presente y es muy variada, como variadas son las circunstancias de cada lugar. Es espectacular el caso de Tapauá, en que se da una fecunda mezcla de espíritu religioso y sensibilidad social. Las fiestas son ocasión de unir las comunidades, trabajar juntos, celebrar e intensificar la fe. Por un lado, este año han celebrado el bautismo de más de 80 niños y algunos adultos. Por otro, siguiendo la costumbre, han organizado marchas de sensibilización, esta vez sobre el problema de los abusos de menores.

En Honiton, en torno al Centro Nacional de la devoción a la Santa, la sensibilidad se manifiesta en la oración por los enfermos. En la procesión de ofrendas de la eucaristía se presenta el libro donde van anotados los nombres de cuantos han pedido oraciones. Y parte de las rosas sobrantes se secan y envían a quienes las solicitan. En Maracaibo, el predicador de este año ha preferido insistir en el ejemplo pacificador de santa Rita invitando a todos a ser constructores de paz dejando de lado el dios de la política.

La celebración

Haren Tapauá. Celebración de Santa Rita. Manifestación contra los abusos sexuales y violaciones Obviamente, el núcleo central de la fiesta es siempre la eucaristía, que se intenta celebrar con la mayor solemnidad posible. En algún caso, como en San Millán de la Cogolla, ésta ha consistido en un volteo de campanas. Pero en Manaos han tenido el privilegio de ser presididos por el arzobispo, Sergio Castriani, y contar también con la presencia del obispo de Lábrea, el agustino recoleto Jesús Moraza. Lo mismo ha ocurrido en Belém de Pará, cuya eucaristía principal fue presidida por el arzobispo, Alberto Taveira, y otra la presidió el obispo auxiliar Teodoro Mendes.

Junto con la misa puede haber procesión. Son multitudinarias las de Belém, Manaos y Monachil, aunque l recorrido, por lo general, no se tiene por las calles. En Marcilla se ha llevado a cabo por los jardines del convento. Y en San Millán de la Cogolla, debido a la amenaza de lluvia, por el magnífico claustro procesional del monasterio. Sólo en sitios como Tapauá pueden permitirse organizar, en dependencia de las fiestas, manifestaciones cívicas por las calles.

Y el elemento que no puede falta son las rosas. Rosas por miles, que hay que sacar de donde sea: se cultivan, se compran, se reciben en donación, las portan los propios fieles… Cada asistente a la fiesta tiene que tener su rosa y se lleva varias para familiares o conocidos. En sitios como Tapauá, donde es imposible encontrar rosas, las sustituyen por velas. Y, en el seminario de Pozos, la presencia física de la flor queda sublimada en artísticas representaciones de santa Rita como rosa; casi un centenar de estos cuadros se ha vendido.

Donde existe, es destacada la presencia de la Fraternidad Seglar agustino-recoleta. Especial relieve tiene en Marcilla, donde desde muy temprano atiende la tradicional tómbola misional, a la entrada del convento. No en vano esta fraternidad lleva el nombre de la Santa de Casia, al igual que lo lleva el mismo convento en la denominación popular.

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