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El Prior General visita una de las capillas rehabilitadas en Filipinas con la ayuda recibida tras el tifón Haiyán

Estamos en Negros, la isla azucarera por excelencia de Filipinas, en su zona centro. Es una tarde fresca en los campos de caña. Unas 200 personas de las comunidades de base del sitio Linuthangan, barrio de Mabini, en Escalante (Negros Occidental), se reunían el pasado 19 de diciembre para la misa vespertina y la bendición de la nueva capilla comunitaria.

Negros parece lejos del epicentro del tifón Haiyán, que sembró destrucción y muerte en Filipinas a comienzos del pasado noviembre. Pero no se libró de su zarpazo, sobre todo la zona norte. Muchas viviendas, y también la antigua capilla, quedaron arrasadas. Uno de los líderes de la comunidad, Butch Ondoy, hacía un resumen tan escueto como elocuente: “No nos queda un lugar donde rezar”.

Uno de los objetivos solidarios de la Comisión para Asuntos Sociales y Ecológicos de los agustinos recoletos en Filipinas es la reconstrucción de capillas comunitarias. Es lo que llaman HEARTchapel. Son bien conscientes de que reconstruir el lugar donde se encuentran las personas es reconstruir la base de la comunidad. Bien claro lo dice Mely Flores, coordinadora del programa: “Manejamos criterios bien simples: la comunidad tiene que ser organizada de nuevo y todos sus miembros han de tomar parte en la reconstrucción”.

Fiesta en Linuthangan por la reapertura

Es lo que ocurrió en Linuthangan. Espontáneamente todos se unieron y pusieron en común sus habilidades de carpinteros para reedificar su capilla. De los árboles derribados por el tifón hicieron tablas con las que construyeron las paredes y bancos de la capilla. Así se levantó la nueva capilla y de la destrucción ha resurgido la comunidad.

Y aún se añadió un vigoroso mural que sirve de retablo. Lo conocen como “el Cristo de la Lucha”, y ha sido pintado por los miembros de un grupo artístico pioneros en el arte de protesta y de lucha a favor del pueblo. “Nuestra obra está a favor del pueblo y dentro del pueblo. Compartimos el arte en medio de su lucha, en su corazón y en su fe”: así lo expresa su presidente, Rafael Burdeos.

Este mural es la contribución de este grupo de artistas a los esfuerzos de reconstrucción en ayuda de las víctimas del tifón Haiyán. La imagen central es la de un Cristo resucitado sobre la Cruz con el puño izquierdo levantado. Le rodean escenas varias unidas por una banda roja que arrastra una paloma: trabajadores de la caña, montañas y granjas de Negros y el monumento a las víctimas de la Masacre de Escalante, de 1985, cuando una treintena de trabajadores fue asesinada por tropas del ejército, durante la Ley Marcial.

En Linuthangan ha habido fiesta grande. Se ha terminado la capilla y se han reforzado los cimientos comunitarios. Lo ha explicado en la homilíaa el párroco, Gerry Sabado: “La verdadera esencia de la construcción de la comunidad es la participación de la gente; ésta es la marca de nuestras pequeñas comunidades cristianas dentro de la parroquia”. Y están contentos también porque han logrado terminarla antes de la Navidad, como decía uno de los trabajadores voluntarios, Junie Contiga: “Nos sentimos agradecidos por haber sido capaces de terminar la capilla antes de Navidad”. María y José no encontraron posada en Belén; el Niño Dios que ahora nace tiene un lugar y una comunidad  que le ofrece casa y acogida.

Rehabilitación de capillas, viviendas y escuelas

La campaña “Corazón Anónimo” (HeartAnonymous) persigue rehabilitar comunidades, familias y poblaciones afectadas por el tifón Haiyán. Para conseguirlo, la Comisión se fija tres frentes: capillas (HeartChapels), viviendas (HeartHaus) y escuelas (HeartSchool).

Ya se han reconstruido cinco capillas y hay programadas otras 25 en diferentes parroquias y diócesis de las islas de Negros y Cebú. Por lo general, se trata de comunidades rurales que aportan la mano de obra, mientras que la Orden provee materiales y estructuras.

El programa HeartSchool se lleva a cabo en colaboración con la Asociación de Superiores Mayores Religiosos de Filipinas y consiste en facilitar material escolar a los niños de zonas remotas afectadas por el tifón. De ello se han encargado hasta ahora estudiantes, profesores y personal administrativo de la UNO-R de Bacólod.

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