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La peregrinación póstuma de San Agustín

Los vándalos eran cristianos que participaban de la herejía arriana, por lo que nada tiene de extraño que, con el paso del tiempo, los obispos católicos terminaran expulsados. Algo que ocurrió en los primeros años del siglo VI, cuando el rey Trasamundo los desterró a Cerdeña. A esta isla del Mediterráneo se encaminaron todos, con san Fulgencio de Ruspe a la cabeza, y consigo se llevaron el tesoro más valioso de la iglesia africana: los restos de Agustín.

Primero, en Cagliari

Los depositaron en la capital, Cagliari, en la iglesia de San Saturnino. Allí permanecerán más de dos siglos y cuarto. Alrededor del 722 hubo que trasladar de nuevo las venerables reliquias. El motivo fue, esta vez, la amenaza de los musulmanes, que habían invadido la isla. El rey longobardo Luitprando consiguió rescatarlas pagando por ellas “una gran cantidad” («magno pretio»), según explicó el historiador Pablo el Diácono (11).

Segunda parada, Pavía

Los restos fueron solemnemente transportados hasta la capital de su reino, Pavía, y allí depositados en San Pietro in Ciel d’Oro, una basílica que ya existía y que el piadoso rey amplió y acomodó para albergar los sagrados restos.

Los colocó dentro de un cofre de plata, que todavía se conserva hoy; y el cofre lo metió en una caja de madera que, a su vez, guardó en otra de plomo. Y depositó tan gran tesoro en la cripta, dentro de un sencillo monumento de mármol.

Pavía se convirtió así en un importante centro de peregrinación. Durante la Edad Media afluyeron allí peregrinos de todo el norte de Italia y los que, desde Centroeuropa, se dirigían hacia Roma. Nada tiene de extraño que, cuando en el siglo XIV alboreó en Italia el Renacimiento de las artes y empezaron a erigirse en distintos lugares mausoleos y monumentos, también en Pavía se pensara en honrar la memoria del Santo Doctor.

Tanto más cuanto que, en este mismo tiempo, se va desarrollando un proceso de identificación de los agustinos con Agustín que tiene como centro y catalizador el arca de Pavía.

En efecto, la Orden de San Agustín (que, como tal, ha sido fundada desde el exterior, por la Santa Sede, en 1256) va poco a poco adquiriendo conciencia de la relación carismática que debe ligarles con quien escribió la Regla que les da unidad.

Comienzos de la fiesta de san Agustín

Ya desde 1303 comienzan a celebrar, con octava, la fiesta de san Agustín. En 1326 solicitan del Papa permiso para fundar en Pavía, junto a la tumba de su Padre; permiso que, al año siguiente, les concede Juan XXII. No sólo eso; en 1331, consiguen desplazar como guardianes del santuario a los Canónigos Regulares, que venían custodiándolo.

Y, a continuación, construyen un convento nuevo, con las aportaciones de todos los conventos y provincias de la Orden. El Capítulo General de 1338 establece la fiesta De la reunión del Cuerpo de San Agustín, esto es el cuerpo místico de la Orden con su persona, la cabeza.

En 1345, la fiesta de la traslación de sus reliquias se desdobla: la traslación de Hipona a Cerdeña se celebrará en febrero; y la de Cerdeña a Pavía, el 11 de octubre. En 1348, por primera vez, se celebra Capítulo General en Pavía; convento que, seis años más tarde, se convierte en Estudio General para toda la Orden.

Un nuevo mausoleo

En fin, el Capítulo General de 1357 determina que el convento y santuario de Pavía pasen a depender directamente del Gobierno General de la Orden. En el marco de este proceso, por iniciativa de los agustinos y con el apoyo de las instituciones de la ciudad, se comenzó a labrar en mármol de Carrara un mausoleo de extraordinaria belleza que tardó en terminarse no menos de 20 años, de 1360 a 1380, cuando menos.

Nos dicen los documentos que, durante todo este tiempo, los escultores trabajaron en una sala dentro del convento, y aquí vivieron. Pero no nos dan sus nombres, aunque hay pistas que apuntan hacia Bonino da Campione, un famoso maestro de este tiempo. Lo que sí se sabe es que este impresionante monumento quedó instalado, no en la nave de la iglesia, sino en la sacristía; y que allí permaneció, vacío, durante más de tres siglos.

El cuerpo reaparece en 1695

El cuerpo del Santo, mientras, yacía en algún lugar no concretado de la cripta. De hecho, en el curso de unas obras de restauración, fue descubierto casualmente en 1695; y -tras una larguísima disputa- su autenticidad fue confirmada por Benedicto XIII en 1728.

Al año siguiente, 1729, toman por fin la única decisión que parecía lógica: instalar el mausoleo en la iglesia y, dentro, exponer a la veneración de los fieles las reliquias del Doctor de Hipona.

Con esta intención, encargan a Roma un altar a propósito, que tardará casi nueve años en acabarse. Llega, finalmente, a Pavía en 1738 y, al año siguiente, se monta sobre él el arca, cosa que, de alguna forma, rompe la armonía querida por los artífices.

El último tercio del siglo XVIII y todo el XIX, fue para la Iglesia un tiempo sumamente azaroso. En 1785, debido a las leyes de supresión de regulares, los agustinos salieron de Pavía, dejando los restos de su Fundador en manos del obispo, y el monumento encomendado al municipio.

Volvieron a Pavía ese mismo año, aunque no a su antigua basílica; recuperaron sin problema cofre y arca, si bien ésta tuvieron que desmontarla. Y, finalmente, fueron de nuevo expulsados en 1788.

La capilla de san Agustín

En fin, el 1 de mayo de 1799, la caja con los restos fue instalada en la catedral de Pavía; primero, al cobijo del altar mayor; más tarde, en 1832, bajo el monumento, una vez que (tras largos avatares) éste quedó también instalado en el templo catedralicio, en una capilla nueva bautizada como de san Agustín.

Es en esta ocasión cuando se prescinde de las cajas de madera y de bronce, que son sustituidas por una urna de cristal que se guarda, a su vez, en el cofre de plata primitivo. Con todo, por los años 80, la catedral amenazaba ruina, por lo que las reliquias se trasladaron una vez más, ahora a la capilla del palacio episcopal. Se aprovechó este traslado para hacer recuento de los huesos y tratarlos químicamente para su mejor conservación (1884).

Vuelve a la basílica de San Pietro in Ciel d’Oro

En el palacio episcopal de Pavía permanecerán los sagrados despojos hasta 1894, en que, una vez restaurada la catedral, serán depositados de nuevo dentro del mausoleo. El 1900, los agustinos, y con ellos las reliquias y el mausoleo, regresan a San Pietro in Ciel d’Oro.

Obviamente, para trasladar este último, hubo que desmontarlo primero en la catedral y volver a montarlo en la basílica pieza por pieza. Requirió esta labor cuatro meses de intenso trabajo.

La gran fiesta tuvo lugar el día 7 de octubre de 1900. La presidió el cardenal Cretoni, expresamente delegado por el papa León XIII; y asistieron a ella catorce obispos, siete de ellos agustinos, así como los superiores y representantes de la Orden, junto con altas autoridades civiles y religiosas.

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