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Los agustinos recoletos, tras el telón de bambú

Adeodato de San Agustín aparece en documentación de 1784 en la corte del emperador chino como “maquinista” (posiblemente de relojero). En 1805 envió un mapa de Shantung a Roma para que se señalasen las fronteras de trabajo para los religiosos portugueses, italianos y españoles. El mapa fue interceptado, se le acusó de espionaje, fue juzgado y desterrado a Tartaria. En 1814 llegó a Manila y pidió ingreso en la Recolección. Allí muere el 29 de enero de 1821 a la edad de 61 años.

Anselmo de Santa Margarita tiene una historia parecida. Después de sufrir en China persecución y destierro llegó en 1812 a Manila, donde murió el 6 de diciembre de 1816 como recoleto.

Nueve agustinos recoletos en China

Nueve religiosos agustinos recoletos chinos quedaron dentro de la República Popular China. La cárcel, la vigilancia o el desprecio público no lograron su objetivo. Los católicos caminaron kilómetros para asistir a las misas. Los sacerdotes conseguían administrar sacramentos y visitar fieles. Cada cristiano se convirtió en misionero. Hubo entre seis mil y siete mil nuevas conversiones al catolicismo.

El Gobierno chino llevó a cabo cuatro grandes movimientos de diferente duración e intensidad. Con el “Anti-imperialismo” de 1951 se creó la Iglesia Patriótica; en 1955 se persigue a quienes no se habían sumado a ella con la “Eliminación de contra-revolucionarios”: siete recoletos fueron confinados. Dos años después llega el movimiento «Contraataque contra los conservadores” (1957). Pero el que más incidió fue la “Revolución Cultural” (1966-1976).

Una carta en clave

Una pequeña carta señala un nuevo inicio. En 1980, el vicario de los Agustinos Recoletos en Filipinas recibe una misiva desde la República Popular. Era de Nicolás Shi, uno de los recoletos supervivientes. De memoria conocía la dirección de la Vicaría en Manila, y probó suerte como el náufrago que manda su mensaje en una botella lanzada al mar. Era aparentemente un saludo entre amigos, hablaba de paisajes y recuerdos que no pusieran en guardia a los vigilantes de la Revolución. Pero en Manila lo supieron interpretar. Desde ese momento se entabla una relación epistolar.

Los chinos que, como seminaristas, habían sido trasladados al extranjero, estaban en comunidades de Taiwán y Filipinas. En los primeros ochenta consiguen viajar a sus localidades natales bajo pasaporte español, estadounidense o filipino. Se reencuentran con sus familias y con los cuatro recoletos que habían sobrevivido. El primer contacto directo con Nicolás Shi, tras treinta años de aislamiento, ocurrió en 1981. A partir de ese momento habrá visitas breves y constantes a la misión desde el exterior.

Los cristianos empiezan a celebrar públicamente su fe

En 1987 los edificios de la antigua misión son restituidos a la Iglesia Católica. A partir de 1989, con lentas pero progresivas concesiones, los cristianos empiezan a celebrar públicamente su fe. La misión vive su segunda primavera, ahora con el nombre de Shangqiu, tras el cambio en el nombre a las ciudades efectuado por la Revolución.

En la provincia vecina de Shandong, José Wang, quien había tenido que huir a la casa de su familia, comienza en 1986 con su bicicleta un trabajo apostólico en Hezé, una zona con muchos cristianos y casi ningún sacerdote. Nicolás Shi en 1987 se jubila como profesor de inglés y vuelve a Shangqiu, donde se dedica por entero al apostolado. Logró refundar la vida religiosa masculina y femenina, y con muchos sacrificios e incomprensiones, se ganó incluso el respeto de las autoridades locales.

Nombrados obispos

Ambos serán nombrados obispos: Nicolás Shi de Shangqiu en 1991; y José Wang de Hezé en 1996. Las visitas del exterior aumentan a partir de 1994 y animan a los recoletos chinos. La emocionada presencia de sus compañeros les da fuerza y les brinda la oportunidad de sentirse hermanos acompañados por el apoyo espiritual y material de quienes les ven con gran admiración.

Nicolás Shi fue obispo, superior religioso con amplias competencias, formador. Surgen vocaciones, conversiones, devolución y construcción de iglesias y catedrales, reducción significativa de la presión política, nuevas posibilidades de comunicación y formación, colaboración en proyectos de desarrollo…

José Wang falleció en Hezé el 27 de julio de 2004, después de una tarea incansable y de un trabajo ímprobo, una vida llena de testimonio y vigor. Nicolás Shi también falleció, el 16 de septiembre de 2009, a los 88 años de edad. Ellos fueron el cauce de unión entre la antigua misión de Kweiteh y la actual diócesis de Shangqiu, entre la época de incomunicación y persecución con el hoy de esperanza y futuro.

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