Esta capacidad de los niños para resurgir en medio de las heridas es lo que también experimenta Simón Puertas en otras latitudes, en el Amazonas. Cuando los agustinos recoletos solicitaron voluntarios para Brasil, no lo dudó.
Cuatro años después de ser ordenado sacerdote, fue enviado a la desembocadura del gran río, a la prelatura de Marajó, donde permaneció hasta julio de 2012, cuando regresó a España como provincial. Concluido este servicio, hace unos meses, regre- saba a la mayor isla fluvial del mundo, con una extensión próxima a la de Portugal, formada por cientos de islas, donde la comunicación solo se hace posible a través de los ríos.
“Gracias a los niños brasileños he sido evangelizado en la confianza de Dios como padre y madre, desde su oración y vivencia del corazón y la alegría, con una espontanei- dad y naturalidad que se contagia. Para mí ha supuesto un nuevo nacimiento a la fe y a Jesús”
Los agustinos recoletos tienen a su cargo tres parroquias, con nueve comunidades de base en la urbe y 100 en la zona rural, lo que hace que pasen seis meses al año de visita pastoral. Las distancias llevan a que la misa solo se pueda celebrar anualmente en cada comunidad. “Estamos en constante comunicación con los responsables de cada una de ellas. Tenemos una radio en AM y una televisión a través de las cuales ofrecemos catequesis, oraciones, misas”. En este sentido, Simón ha vivido el modo en que la globalización del consumo se ha impuesto entre mayores y pequeños. “A pesar de estar rodeados de agua por todas partes, ni en la ciudad es potable. Sin embargo, hasta la comunidad más alejada han llegado los móvi- les, cuando ni siquiera hay todavía señal”, comenta sobre las caren- cias de la región en la que vive.
“La conocida pastoral de la criança brasileña vertebra nuestra acción. Hacemos seguimiento a 5.000 niños con estudios nutricionales, mediciones de peso, vacunación, celebraciones de la vida… Esto solo es posible gracias al acompañamiento de 700 líderes locales”, reconoce Simón.
“Estar en constante contacto con la vida y la muerte les hace madurar antes a nuestros niños; también les abre a lo trascendente. La infancia es la bendición de esta tierra. Son niños de fe, cariñosos, participativos, con grandes dotes artísticas y creativas. Para mí resulta inevitable preguntarme por qué enfermedades que en Europa se superan sin grandes dificultades, aquí se llevan por delante muchas vidas”.
Y es que la denuncia ante la vulnerabilidad de los pequeños resulta inherente a la prelatura de Marajó. “Acabar con los abusos sexuales a menores ha sido una de las grandes luchas eclesiales que puso en marcha nuestro obispo emérito, el español José Luis Azcona”, señala el agustino recoleto.
Lo cierto es que, durante las tres décadas que Mons. Azcona ha sido prelado de Marajó, no se ha cansado de clamar contra la explotación sexual de niños y niñas a manos de sus propias familias, mientras las autoridades miraban para otro lado. Tal fue la presión ejercida que logró que en 2010 se crease una Comisión Parlamentaria de Investigación a la cual llegaron 25.000 denuncias, que aglutinaban 100.000 casos de abuso a menores al año en la región.
“A la vista está que nuestra situación económica es débil y los retos son muchos; por eso cualquier apoyo que viene de fuera, como las campañas de Infancia Misionera, pue- de ser la oportunidad clave para que niños y adolescentes puedan salir adelante. De lo contrario, estarán en la calle”.
JOSÉ BELTRÁN
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