En sus sermones de Navidad, San Agustín destaca la divinidad del niño que va a nacer y resalta además la figura de María como virgen que da luz al Mesías. El agustinólogo Enrique Eguiarte explica en este artículo la doctrina de San Agustín en Navidad
San Agustín vivió 39 navidades como sacerdote y después como obispo de Hipona. Conservamos 15 sermones de las predicaciones hechas por San Agustín. Hay que tener en cuenta que en su época la fiesta de Navidad era una fiesta que se acababa de instituir poco tiempo antes. El subraya ante todo y aprovecha los sermones de navidad para hacer una catequesis en torno al credo de la propia fe católica.
Ante todo, San Agustín destacará la divinidad de Jesús. Ese que va a nacer es «luz de luz, Dios de Dios». En segundo lugar, subraya la encarnación. Es el Dios que asume la naturaleza humana para poder salvar a los hombres. Esta idea de la encarnación es una idea que apasiona a San Agustín y que aparece en diversas partes de sus obras. Dirá frases como «Dios se ha hecho hombre para que el hombre se haga Dios». Es un elemento que invita a meditar sobre la auténtica humanidad de Cristo y cómo el ser humano ha sido redimido porque Cristo abraza esa naturaleza humana. Aquí comienza el proceso de redención.
En Navidad, San Agustín también deja un espacio fundamental para la Santísima Virgen María. Ella también ocupa un lugar muy importante en sus sermones, ciertamente para acentuar la divinidad de Jesús y que se hace hombre de una forma milagrosa por medio del Espíritu Santo. Se fija en la figura de la Madre, porque para San Agustín María es figura de la iglesia, y figura y ejemplo para todo creyente. Por eso San Agustín dirá que «María fue virgen antes del parto, en el parto y después del parto», y todo creyente deberá mantener la fidelidad a la doctrina de la iglesia siempre y en toda circunstancia.
Finalmente San Agustín dentro de los sermones de navidad nos invita a darnos cuenta del gozo de Dios. Nos invita a darnos cuenta que Dios se ha hecho hombre por nosotros, que nos quedemos asombrados ante el misterio de la Navidad. Y sentir y experimentar el gozo del amor, de la luz, de sabernos redimidos y amados por Cristo.
Enrique Eguiarte – Agustinólogo