Actualidad | Destacados portada | Otras noticias

El Papa Francisco reconoce el martirio de las agustinas misioneras asesinadas en Argelia

Fueron asesinadas en 1994 por odio a la fe durante las revueltas en Argel. Francisco ha autorizado que las dos agustinas misioneras junto con los otros 18 religiosos que murieron en estos años sean beatificados. Aun se desconoce la fecha y el lugar de la ceremonia

En 1994 estalló en Argelia una oleada de violencia que afectó principalmente a los religiosos misioneros. Siendo una comunidad minoritaria, eran perseguidos. En una situación de extremo peligro, el arzobispo de Argel recomendó a las comunidades religiosas que pensarán su marcha. El 23 de octubre de 1994, cuando acudían a misa, las agustinas misioneras Caridad Álvarez y Esther Paniagua recibieron varios tiros que acabaron con su vida.

Por este motivo, las hermanas de la familia agustiniana Caridad y Esther serán beatificadas junto a los otros 18 religiosos que murieron en Argel entre 1994 y 1996. El Santo Padre ha autorizado el reconocimiento del martirio de las agustinas misioneras Esther Paniagua Alonso y Caridad Álvarez Martín y el de los otros 18 religiosos asesinados: Mons. Pierre Claverie, obispo de  Orán (Argelia), Hno. Henri Vergès, Hna. Paul-Hélène Saint-Raymond, P. Jean Chevillard, P. Jean Dieulangard, P. Charles Deckers, P. Christian Chessel, Jeanne Littlejohn, Hna. Angèle-Marie Denise Lecrerq, Hna. Bibiane, Hna. Odette Prévost, P. Christian de Chergé, P. Luc Dochier, P. Christophe Lebreton, P. Michel Fleury, P. Bruno Lemarchand, P. Paul Favre -Miville y P. Célestin Ringeard. Aun se desconoce la fecha y el lugar de la ceremonia en la que serán ascendidos a los altares.

Tras el anuncio de la autorización de Francisco, los obispos de Argel han mostrado su alegría por el reconocimiento del martirio de los 20 religiosos. «Se nos da la gracia -dicen en un comunicado- de poder recordar a nuestros diecinueve hermanos y hermanas como mártires, es decir, según el significado de la palabra en sí, testigos del amor más grande, aquel de dar la vida por los que se ama. Ante el peligro de una muerte que era omnipresente en el país, tomaron la decisión, aun arriesgando sus vidas, de vivir hasta el final los lazos de hermandad y amistad que habían tejido con sus hermanos y hermanas de Argelia a través del amor. Los lazos de fraternidad y amistad fueron mucho más fuertes que el miedo a la muerte».

«Estamos en las manos de Dios»

Ante la situación de extrema violencia que se generó en 1994 y a propuesta del obispo de Argel, Mons. Henri Teissier, la hermana María Jesús Rodríguez, entonces superiora provincial de las Agustinas Misioneras, viajó hasta Argel para discernir con la comunidad de la congregación en el país sobre su futuro. Ella misma fue quien narró su martirio, que vivió en primera persona.

Tras unos días de reflexión, las tres integrantes de la comunidad decidieron libremente continuar en Argelia pese a lo peligroso que suponía seguir en el país. Los motivos fueron «por fidelidad al Evangelio, por amor al pueblo argelino que les había acogido, porque ellas estaban compartiendo fe y vida con ese pueblo y no querían huir sino correr su misma suerte», según explica María Jesús Rodríguez.

Cuenta que con cierta frecuencia las superioras de la orden llamaban a la comunidad para saber si habían cambiado de opinión, aunque ellas siempre respondían: «Estamos en las manos de Dios y lo seguiremos si morimos».

Asesinadas cuando acudían a misa

En la tarde del 23 de octubre acudieron a misa a la capilla de las Hermanitas de Foucauld, a pocos metros de la casa de las Agustinas Misioneras. El trayecto lo hicieron de pareja. Por delante salieron Caridad y Esther. Tras ellas iban la superiora provincial y Lourdes, la tercera hermana de la comunidad.

«Caridad y Esther torcieron la calle y las perdimos de vista. En ese momento sonaron dos disparos. Instantes después la gente comenzó a correr y una señora nos metió en su casa. Oímos llorar y supimos que un cristiano había muerto. Subimos al tejado de la casa, desde donde se veía la capilla de las Hermanas de Foucauld y vimos los cuerpos de Cari y Esther tirados en el suelo», cuenta duramente María Jesús Rodríguez.

X