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Rasgos del acompañamiento espiritual agustiniano

Un acompañamiento cercano y atento al camino recorrido

“El acompañante espiritual no debe olvidar que es una persona y que trabaja con personas, por lo que los elementos básicos y esenciales que deben presidir toda relación humana no deben ser dejados de lado en el acompañamiento espiritual. Es preciso aprender a acoger a la persona, como lo hizo san Ambrosio con san Agustín; cuando se trata de un acompañamiento espiritual de más largo respiro, es necesario interesarse por el camino del acompañado, es decir, saber cuál ha sido su historia, para poder ayudarlo mejor y tener más elementos que ayuden al acompañante para leer su vida e historia, y ayudarlo a descubrir la voluntad de Dios” (Eguiarte E. 2014. El acompañamiento espiritual en san Agustín. Mayéutica, 40, 29-65. pag. 50).

Que oriente al encuentro esclarecedor con el Maestro interior

“El acompañamiento debe llevar a la persona a un encuentro personal con quien es el acompañante de todo ser humano, que es Cristo, el Maestro interior. El acompañante no se predica a sí mismo, ni encauza a sus acompañados hacia su propia persona; debe dirigirlos y orientarlos hacia el Maestro interior. Todo acompañamiento espiritual debe implicar, por parte del acompañado, una labor más fuerte de encuentro con Cristo. Se trata de un encuentro vivo con Cristo en la oración, en los sacramentos y en su Palabra. Para todo ello nos ayuda la figura de san Simpliciano, el hombre que llevó a san Agustín al encuentro con Cristo hecho hombre, y a descubrir la importancia de la palabra de Dios” (Id.).

Que motive a la superación y a la trascendencia

Como hicieron san Ambrosio y el Obispo Valerio en la vida de san Agustín, “quien acompaña debe ser capaz de plantearle retos a quien es acompañado. Desde una visión amplia y espiritual de la vida de quien es acompañado, es preciso ponerle nombre a sus principales defectos, vicio, temores o autoengaños, e invitar al acompañado a pedir la gracia para poder afrontar una serie de retos y proponerse un camino serio de conversión con un renovado proyecto de vida. Retos que significan oportunidad de crecimiento, de avanzar en el camino de la vida espiritual” (Id.).

Que refiera ejemplos de seguimiento más allá de lo establecido

“El acompañamiento espiritual debe invitar al acompañado a recordar que no está solo en el camino. Que antes de él ha habido otros muchos que han recorrido ese sendero, y que es preciso que conozca y se deje impresionar por los modelos de vida de los santos. Se trata, como hizo san Simpliciano con san Agustín, de invitar al acompañado a ir más allá de los límites y confines que nos impone el mundo contemporáneo. Ser capaces siempre de realizar lo implica la frase evangélica “duc in altum” (Lc 5, 4)” (Id.).

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