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Jóvenes, felicidad, vocación

El cuarto número del programa de Formación Permanente de la Orden de Agustinos Recoletos de 2018 plantea la felicidad en los jóvenes y el papel que ocupa su fe en ella. El artículo es de Ernesto Brotóns

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La felicidad es la base de la vocación. Seguir a Cristo tiene como último fin el ser feliz en el encuentro con Dios. El cuatro artículo del programa de Formación Permanente OAR 2018 plantea este asunto como una hipótesis a la vocación de los jóvenes. Si la vocación es felicidad, ¿son los jóvenes felices? Es lo que plantea Ernestro Brotóns, director del Centro Regional de Estudios Teológicos de Aragón, quien ha escrito el cuarto número de Formación Permanente, que este año tiene como temática principal los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional.

Entre otras cosas, Brotóns empieza a realizar su pensamiento acudiendo a Aristóteles: «Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que los jóvenes, como los adultos, quieren ser felices, aunque, luego, ciertamente, cueste ponerse de acuerdo acerca del contenido y del significado de la felicidad». En esta línea, es indudable que los jóvenes quieren ser felices, aunque los motivos de su felicidad, como se cuenta en el artículo, han cambiado y se han alejado de la fe. «Deberemos preguntarnos -escribe- dónde buscan la felicidad y dónde la encuentran». El autor cita a San Agustín, quien hablaba del deseo de la memoria y la llamada de un Dios que nos busca, seduce y atrae.

La felicidad de los jóvenes no es tampoco plena. Ernesto Brotóns asegura que «no es difícil adivinar la zozobra que sufren muchos jóvenes ante el desempleo y tanto trabajo vacío». Esta falsa felicidad o incompleta felicidad borra los sueños: «Ante esta situación, reconocen que tienen miedo, que han dejado de soñar, que ni siquiera tienen la oportunidad de soñar». Asimismo, no se sienten identificados con sus estudios, han perdido la tradicional dimensión vocacional del trabajo e, incluso, del estudio. Este horizonte «configura un estilo de vida excesivamente centrado en uno mismo que choca con el evangélico desasimiento de sí para vivir para Dios y para los demás».

Por otro lado, los jóvenes se declaran felices y buscan la felicidad aquí y ahora. Son vitalistas, presentistas. Pese a todo, la familia se sigue presentando como uno de los máximos referentes para los jóvenes a la hora de comprender el mundo y de situarse en el mismo. Se consideran más egoístas que antes y menos generosos, solidarios, trabajadores, maduros o leales con la amistad. «Es ahí, -dice el autor- y no en los proyectos colectivos, donde intentan atrapar la felicidad. Ello incide, probablemente, en los bajos índices de participación social y en el descenso significativo de la presencia de jóvenes en tareas y asociaciones de voluntariado».

¿Por qué los jóvenes no acuden a Dios? Ernesto Brotóns planea una posibilidad: «Gran parte de los jóvenes de hoy no han sido socializados religiosamente; los jóvenes se han distanciado de la Iglesia, pero muchos de ellos ni siquiera se han acercado ya a ella». Asimismo, se plantea ¿tiene el cristianismo algo que aportar al joven de hoy en su camino y proyecto de vida? «La educación de los jóvenes no consiste solo en que sean personas cultas, sino en que, de acuerdo con las exigencias del momento en el que les toca vivir, tengan un corazón generoso, tomen conciencia de su propia dignidad y respondan a su vocación, entregándose a Dios y a los demás».

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