El testimonio de la vida de San Agustín y su forma de contarlo en primera persona le hace ser un referente para los jóvenes del siglo XXI con los mismos problemas e inquietudes. Lo cuenta el agustino Santiago Insunza en el quinto número del programa de Formación Permanente2018
El quinto artículo del programa de Formación Permanente OAR 2018 plantea una pregunta clara: ¿Es San Agustín un maestro para los jóvenes del siglo XXI? El agustino Santiago Insunza, su autor, responde afirmativa esta cuestión: sí, lo es. Principalmente porque San Agustín, en Las Confesiones, cuenta en primera persona, abriendo el corazón, su vida con los mismos problemas e inquietudes que los jóvenes de 2018, y los responde desde la fe y el amor.
«La clave de la simpatía por san Agustín no está en las peripecias de una biografía salpicada de episodios luminosos y dramáticos, ni en la profundidad de sus obras, ni en sus intuiciones geniales. Atrae porque, cuando habla del ser humano, es de sí mismo de quien habla», dice Insunza al comienzo de su artículo.
En más de 25 páginas, de fácil lectura, el agustino que ha escrito el quinto documento de Formación Permanente repasa la historia de San Agustín y que comparte en su libro autobiográfico más conocido. «Agustín fue hombre de preguntas, de vocaciones y de amores, de convicciones firmes y dudas punzantes», escribe. «Lo mejor de Agustín es su radiografía interior, su itinerario humano y creyente. Como hombre, supo de amores, de aturdimientos y derrotas. Como creyente, se sintió indefenso y tembloroso ante un Dios que encontró en el claustro de la propia intimidad».
Uno de los puntos de San Agustín que le acerca a nuestra juventud es el enorme valor que tiene para el santo de Hipona la amista. «Si se habla de la amistad, san Agustín es una referencia obligada», indica Santiago Insunza. «No es que fuera un teórico, sino que los amigos estuvieron siempre presentes en su vida». Agustín es un amigo fiel.
De la misma forma, el amor es otra clave en su vida. Amor en todos los ámbitos: las relaciones personales, familiares y con Dios. «El amor fue una de las grandes vocaciones de Agustín. Vivió intensamente su historia personal y no pudo entender el misterio de la vida humana y el misterio de Dios sin el amor». Y es que para él, «el ser humano es feliz cuando ama».
En este sentido, no entiende el amor como medio para la relación carnal, sino como la base de la existencia humana. «Colocar a Dios por delante de cualquier complacencia corporal -escribe Santiago Insunza- supone un grado de madurez espiritual y de autodominio que san Agustín no tuvo en los primeros años de juventud». «Ama y actúa desde ti mismo, desde tu cuadro de certezas y convicciones más firmes».
El conflicto entre fe y razón, presente en muchos jóvenes, también lo está en San Agustín. «El tránsito de los jóvenes hacia la indiferencia religiosa no obedece, la mayoría de las veces, a planteamientos intelectuales ni al cruce de unos sucesos traumáticos. Siempre ha habido quien ha justificado su instalación en un paganismo práctico diciendo que Dios le ha fallado por no haber evitado la muerte de un ser querido o no haber frenado una desgracia irreparable». Por eso, concluye el autor del artículo que «la ecuación entre pensar, amar y creer es sinónimo de crecimiento humano».