Actualidad | Destacados portada | Otras noticias

Nada tenemos…. nos sostiene la providencia divina

Las hermanas Agustinas Recoletas del Corazón de Jesús, dentro del programa de ayuda ‘Unidos con Venezuela’ están realizando una labor de apoyo a miles de venezolanos con los comedores sociales mediante la generosidad de los donantes. Lo cuenta en este artículo Gracelia Molina

Signos de esperanza en medio de la crisis venezolana

En pleno siglo XXI, en medio de una crisis social, económica y política que vive Venezuela, las Hermanas Agustinas Recoletas del Corazón de Jesús, hijas espirituales de la beata María de San José, seguimos respondiendo a los desafíos que la sociedad y la Iglesia actual nos presentan.

A diario, nos toca ver a la puerta de nuestras casas el rostro de Cristo sufriente. Un Cristo que padece hambre, penurias, desnudez, enfermedad… hoy son más de 500 personas: madres con sus hijos en brazos, abuelitos, enfermos, discapacitados, indigentes, niños de la calle y niños especiales que sufren abandono y maltrato, quienes a diario se acercan a nuestra casa pidiendo no sólo un plato de comida, ropa, juguetes o medicinas, sino acogida, comprensión y escucha amorosa.

Hoy por hoy, se acrecienta para nosotras la experiencia de hacernos una con el dolor del hermano, compartiendo con ellos las mismas dificultades para sobrevivir en una sociedad que no sólo carece de recursos y herramientas para cubrir las necesidades básicas de los venezolanos y garantizar el respeto de los derechos humanos, sino que favorece, por el contrario, el desabastecimiento y la carestía.

Nos sostiene la providencia divina

Nada tenemos, pero Dios, Padre providente en su infinita y desbordante misericordia, no deja de abrir las puertas para que personas de buena voluntad, instituciones y empresas nos ayuden con este apostolado desbordante, de atender a diario a más de 500 personas, que se aglomeran en nuestra portería con hambre y sed material y de Dios.

La Congregación de Hermanas Agustinas Recoletas, nunca ha contado con ayuda gubernamental para llevar a cabo esta labor. Confiadas en la divina providencia, oramos con fe para que Dios, el Señor de la misericordia y de toda dádiva buena, suscite en el corazón de algunos Hermanos la generosidad que necesitamos para poder conseguir los recursos económicos y los alimentos no perecederos que precisamos para seguir alimentando a aquellos Hermanos con hambre y necesidad.

Somos testigos, de que en pleno siglo XXI, el Señor se sigue mostrando providente. Mientras la crisis venezolana se acrecienta cada día más, al parecer sin límites y ante la desesperanza de tantos coterráneos, Dios nos sigue sorprendiendo cada día, ocupándose ÉL mismo de esta obra en favor de sus hijos sufrientes.

Ante los ojos del mundo, de cualquier persona que trata de buscar la lógica humana, esta obra se torna insostenible, máxime la adversa situación de crisis nacional que nos toca vivir en la actualidad. Sin embargo durante décadas y décadas la mano de Dios la ha mantenido y en estos últimos dos años, cuando con inmensa preocupación hemos visto crecer las exigencias de la misma, en cuanto al aumento del número de personas, de los costos de los alimentos y la escases de productos,  damos testimonio alegre y agradecido de que Dios sigue vivo y actúa en favor de los más necesitados, abriendo la despensa del cielo, para enviarnos cuanto se hace imperiosamente necesario.

«Los desechados de todos, ésos son los nuestros»

Las Hermanas Agustinas Recoletas del Corazón de Jesús, somos una Congregación religiosa, sin fines de lucro, cuyo carisma fundacional nos lleva al trabajo con los pobres, los más vulnerables, los desatendidos de la sociedad. Expresaba nuestra Madre fundadora: “Los desechados de todos, los que nadie quiere recibir, ésos son los nuestros”.

Siguiendo su legado espiritual de mujer profundamente unida a Jesús Eucaristía, sus hijas atendemos en diversos Estados de Venezuela, en Perú y Colombia una gama de obras que contempla, entre otros, los siguientes aspectos: Colegios, Casas hogares para niñas y adolescentes, Casas Hogares Permanentes para niños abandonados, Ancianatos, Casas de Misión, Casas de Evangelización, Trabajo con grupos de apostolado (infancia misionera, grupos juveniles y Fraternidades seglares), Ministerios: De de música “Unción de lo Alto”, de Danza “La gloria de Dios” y de oración e intercesión “Shekinah”, Distribución gratuita de Hostias, Catequesis y evangelización, Comedores gratuitos para pobres e indigentes, Labor social y de solidaridad.

Este apostolado en nuestra Congregación se extiende en el trabajo silencioso y abnegado de cientos de religiosas que desde 1901 han sido signo de la presencia de Dios en situaciones de extrema pobreza y realidades adversas,  como los son hospitales, cárceles, barrios, zonas marginadas, trabajo con los indigentes,  desvalidos y con quienes sufren situación de pobreza extrema o están en situación de riesgo, acompañando integralmente y sin discriminación a las personas  que soliciten nuestra ayuda, en donde vemos el rostro de Cristo sufriente.

Nuestros destinatarios

Son personas en situación de pobreza crítica, que van desde los 0 años hasta adultos mayores (de la 3ra edad). Varían en sus condiciones de salud, edad y niveles de formación. Entre ellos destacan un grupo personas discapacitadas, indigentes (familias enteras que viven en la calle), madres jóvenes y solas (por embarazo precoz), niños abandonados (huérfanos, desprotegidos, maltratados o en situación de riesgo), adultos mayores (ancianos en pobreza extrema) y enfermos (pacientes con enfermedades mentales, renales, epilépticos, hipertensos, entre otros)

A cada persona participante de este programa de apoyo se le realiza un censo, donde a través de una pequeña entrevista se lleva a cabo el diagnóstico de su realidad, enfocado en las carencias y dificultades para ser actualmente una persona productiva, capaz de auto sustentarse y mantener su núcleo familiar.

En la mayoría de los casos, son personas que no cuentan con la disposición de proveerse otra comida al día. Es la triste y repetitiva historia que día a día escuchamos de sus labios y que vemos reflejada en sus rostros dolientes y maltratados por la enfermedad. Por tal motivo asisten asiduamente, a recibir su plato de comida, pasando así a engrosar el porcentaje de los venezolanos que se proveen una sola comida al día.

Debido al aumento de personas en los últimos meses, llegando a delimitar más de 500 platos de comida diarios (de lunes a lunes) nuestra comunidad religiosa, ha tenido que reestructurarse para ofrecer una logística de trabajo que nos permita organizarnos en comisiones de trabajo para atender, en planificación y organización, no sólo la gran cantidad de personas que se congregan a diario a las puertas de nuestra casa, sino el trabajo previo, que desde tempranas horas de la mañana debemos hacer en la elaboración de los alimentos y el aseo de las respectivas áreas de trabajo, rotarnos para no descuidar las demás actividades pastorales, censar cada persona o familia, hacer una data computarizada con todos los datos personales y de salud, coordinar atención médica general y pediátrica, jornadas de evangelización, catequesis sacramentales (bautizos, jornada de confesiones, primeras comuniones) y celebraciones especiales (Día del niño, día del anciano, navidad, Fiesta de los pobres en honor a san José, entre otros).

¿Qué necesitamos?

Cualquier tipo de ayuda es bienvenida: necesitamos tus manos para servir alimentos, tus oídos para escuchar a aquel que se siente solo e incomprendido, tu aporte monetario para adquirir los insumos y alimentos, tus labios, para que corras la voz y contagies a otros en el servicio, tu oración para que nuestros hermanos puedan mejorar su condición de vida y puedan conocer a Dios, tu testimonio para que ellos puedan creer en el Dios que les predicamos, tu corazón para reconocer en ellos el rostro de Cristo que viene a tu encuentro.

Sabemos que juntos vamos haciendo un equipo de amor y de solidaridad en favor del desechado de nuestra sociedad. Cada uno aporta aquello que puede ofrecer o hacer y así nos complementamos en esta tarea que sin duda, nos abrirá un día las puertas del cielo.

Y aunque sabemos que no podremos solventar totalmente las grandes necesidades de nuestros destinatarios, nos consuela el hecho de poder paliar, de alguna forma, el hambre que les pesa, la carga de la impotencia y la enfermedad que les agobia. Desde la caridad evangélica, queremos hacer vida el mandato del Señor Jesús: “Denle Ustedes de comer” (Lc 9,13).

Hna. Gracelia Molina, arcj

Artículo publicado en el Anuario de Agustinos Recoletos 2017

X