El cardenal José Luis Lacunza es el único agustino recoleto que está participando en el Sínodo de los obispos sobre los Jóvenes. Esta reunión sinodal debe suponer un cambio para que la Iglesia vuelva a ser «significativa» para la juventud
En el Sínodo de los obispos, hacia el que toda la Iglesia está mirando desde el pasado 4 de octubre, está participando el cardenal de Panamá, José Luis Lacunza. Es el único agustino recoleto presente en la gran reunión sinodal que tiene a los jóvenes como principales protagonistas. Según el obispo de David (Panamá), relator en la asamblea de obispos, era necesario que la Iglesia replanteara su papel con los jóvenes, y la forma de este Sínodo ha sido acertada a su parecer. «En la preparación se ha dado voz y voto a los jóvenes de muy diversas maneras, a través de encuestas virtuales y físicas», indica.
El objetivo de este Sínodo es «analizar la realidad de los jóvenes con los jóvenes». Una realidad difícil ya que para muchos jóvenes pensar en la Iglesia supone indiferencia. «Hay una sensación de que para la mayoría de los jóvenes no significamos nada, no les importamos, pasan de nosotros», dice. Lacunza cuestiona cuántos jóvenes acuden cada domingo a misa. Aunque son muchos, sigue siendo un número muy poco representativo.
«No somos significativos como Iglesia para muchos jóvenes y creo que ese es el punto que nos impacta a todos y hay que tratar de revertir». Este es el fin de este Sínodo. ¿Qué hay que cambiar? Para el cardenal agustino recoleto, «requiere una nueva actitud de la Iglesia, un nuevo modo de pararse no enfrente sino delante de los jóvenes, cara a cara, para dialogar». En la línea de Francisco, José Luis Lacunza asegura que es necesario «que haya encuentro entre la Iglesia y los jóvenes, que haya actitud de escucha, que no seamos dogmáticos, impositivos; 1ue seamos capaces de interactuar, de asumir su lenguaje, de ubicarnos en sus ambientes». «Si no cambiamos esas actitudes, seguiremos siendo lo mismo», afirma. Y esto, en su opinión, llevará a la situación actual de «lejanía».
«La iglesia tiene que salir de este Sínodo con la conciencia clara de que o hacemos algo serio por dar espacio y caridad a los jóvenes en la vida de la Iglesia o la Iglesia en los próximos 15 o 20 años desaparece». Para Lacunza, si no hay reemplazo de jóvenes, ocurrirá como en las familias cuando no hay más generaciones. Para ello es necesario una «pastoral juvenil seria». «No le hemos dado todo el valor y la importancia a los jóvenes. O cambiamos eso o estamos firmando el acta de defunción», dice.
El trabajo de los padres sinodales tratará de «revisar, enriquecer, enmendar, corregir, quitar y poner» las principales guías del Instrumetum Laboris sobre el que está versando la reunión de obispos. «Hemos cumplido la primera semana por lo que hemos revisado la primera parte, siguiendo el esquema que propone Francisco en Evangelii Gaudium: reconocer, analizar y elegir». Esta primera parte ha pretendido captar la realidad de los jóvenes y cómo ellos ven la Iglesia en las sesiones generales y grupos de trabajo en círculos menores.
Una de las sorpresas de la dinámica de este Sínodo ha sido la propuesta del Papa Francisco de guardar una pausa de cinco minutos de silencio después de cada cinco intervenciones para que cada participante asuma lo dicho. «Te obliga a revisar las notas, subrayar, reconocer… Es un auténtico proceso de interiorización», dice Lacunza.