Con motivo de la Recolección agustiniana, el agustino recoleto Pablo Panedas presentó sus dos nuevos libros, editados por la Editorial Augustinus, que revelan que Pedro, Agustín y Lorenzo, tres de los mártires de Japón, eran agustinos recoletos, circunstancia desconocida hasta el momento
En 1623, apenas treinta y cinco años después del inicio de la Recolección agustiniana, llegaron a Japón los misioneros agustinos recoletos Francisco de Jesús y Vicente de San Antonio procedentes de Filipinas. Aunque la fe era duramente perseguida, los misioneros arribaron con el objetivo de expandir la Palabra de Dios. Lo hicieron ayudados por varios cristianos japoneses que actuaban de catequistas y que se encargaban de transmitirle en su idioma de forma clandestina las enseñanzas de los religiosos agustinos recoletos. Ellos eran Pedro, Agustín y Lorenzo. El grupo de cinco -los dos misioneros europeos y los tres japoneses- fueron capturados, encarcelados y martirizados.
En 1867 fueron beatificados y la Iglesia reconoció el martirio de 250 beatos, entre ellos el de cuatro agustinos recoletos -los primeros en llegar a las islas junto a Martín de San Nicolás y Melchor de San Agustín- y tres terciarios, según la Santa Sede: Pedro, Agustín y Lorenzo. No obstante, Pedro, Agustín y Lorenzo deben ser considerados también agustinos recoletos.
Así lo revelan los dos nuevos libros del agustino recoleto Pablo Panedas, que fueron presentados en la tarde del 5 de diciembre en la Parroquia Santa Rita de Madrid (España) con motivo de la festividad de la Recolección Agustiniana. ‘Letras de fuego. Epistolario de los mártires agustinos recoletos de Japón’ y ‘Pedro, Agustín, Lorenzo. Beatos, recoletos, japoneses’, publicados por la Editorial Augustinus, recogen las cartas y escritos de los mártires agustinos recoletos de Japón. Un trabajo que, según indicó Panedas en la presentación, le ha costado más de dos décadas.
El epistolario demuestra que, una vez fueron encarcelados y en vista de su inminente martirio, los dos misioneros agustinos recoletos entregaron los hábitos a Pedro, Agustín y Lorenzo. En las cartas enviadas por Francisco de Jesús y Vicente de San Antonio a sus superiores de Filipinas así lo hace constar. No obstante, hasta el siglo XIX estuvieron ocultas.
Pablo Panedas indicó que 1912, cuando la Orden de Agustinos Recoletos obtuvo el reconocimiento legal de Pío X, era el momento de sacar este hecho a la luz. No obstante, continuó ocultado desde el siglo XVII hasta 1961. «Uno de nuestros investigadores más ilustres, el padre Jenaro Fernández, intentó recuperarlas y ofrecerlas al público», dijo. Una vez que habían sido recuperadas las epístolas, la Orden tuvo la posibilidad, dijo Panedas, de demostrar que eran religiosos con motivo de la beatificación de los otros dos mártires agustinos recoletos de Japón en 1989.
Pedro, Agustín y Lorenzo «han sido los más perjudicados por el abandono en que hemos tenidos el epistolario de sus padres espirituales. En sus cartas, Francisco de Jesús clama diciendo que los tres beatos son religiosos agustinos recoletos y nosotros no nos hemos dado por enterados, ni nosotros ni la Santa Sede, que no lo hizo constar en el breve de beatificación», dijo.
Panedas afirmó que en Japón los misioneros agustinos recoletos eran conocidos con el término de ‘frades’, en cierto modo de forma despectiva. «A Pedro, Agustín y Lorenzo les podríamos denominar ‘kakure frades’, ‘frailes ocultos'», indicó. Pablo Panedas concluyó la presentación de sus dos nuevos libros con el deseo de que se descubra «el corazón ardiente» de los mártires y «cambiemos nuestro corazón para sintonizar cada vez mejor con el de ellos».
Al acto acudieron un centenar de personas, religiosos y miembros de la familia agustino recoleta. El autor fue presentado por el historiador agustino recoleto Ángel Martínez Cuesta, quien hizo una aproximación histórica del momento en el que está encuadrado el libro. El Prior general, Miguel Miró, que presidió la eucaristía solemne que precedió al acto, cerró la presentación agradeciendo a las tres desconocidas figuras de la Recolección su testimonio de santidad.