El 8 de diciembre las agustinas misioneras Caridad Álvarez y Esther Paniagua, asesinadas en Argelia en 1994, fueron beatificadas. El Prior general, que estuvo en la gran celebración en Argel, expresa en este artículo su gratitud por el testimonio de las nuevas beatas.
Tenía que responder con urgencia. La Hna. Piedad Pacho, superiora general de las Agustinas Misioneras nos invitaba a los priores generales de la familia agustiniana a la beatificación de las hermanas Caridad y Esther en Argelia. ¿En Argelia? Tres días y con cierto riesgo. Miré la agenda. Mi respuesta: ¡Sí! ¿Miedo? Envié el pasaporte y Dios dirá.
Para mí ha sido una experiencia fuerte y revitalizadora. Al llegar a Argel la sencillez y la confianza de las hermanas me hicieron dejar aparcados otros asuntos de la Orden que en aquellos días me agobiaban. Pedí algún libro para conocer a Caridad y Esther; quería saber. La Hna. Montse me dio su libro pero no tuve tiempo para leerlo. En Argel, todo me hablaba de Caridad y Esther. Percibía su vida en la vida de las hermanas de las dos comunidades de las agustinas misioneras de Argel. Su vida sencilla en un entorno musulmán, la fraternidad agustiniana, la alegría de amar y servir. Admiré la fe que movió a Caridad y Esther y me impactó la fe que hoy sigue moviendo a toda la comunidad.
El 7 de diciembre en la capilla de Bab el Oued celebramos la eucaristía en la pequeña capilla de la comunidad. Desde que mataron a las hermanas, hace ya veinticuatro años, allí no se había celebrado misa. La capilla invita al recogimiento y a la comunión de culturas. Allí vi de dónde les venía la fuerza y el valor a las agustinas misioneras para entregar la vida, porque como dice la beata Esther “antes ya la habían dado”. Lo que dijeron al compartir la palabra: Angela, la madre general de aquel momento; Piedad, la madre general actual; María Jesús, superiora provincial y la hermanas que viven hoy de Argel; comprendí el “discernimiento” que en 1994 hizo la comunidad, el consejo provincial y el consejo general para permanecer en Argel, a pesar del riesgo que corrían. Un verdadero discernimiento.
Caridad y Esther fueron mártires. Me emocionaba ver que las otras hermanas Lourdes, Almudena, Mónica y Asunción, también estaban dispuestas a entregar su vida, corrían el mismo riesgo. Y siguieron allí, siguen allí. Caridad y Esther eran humanas, muy humanas, sus familiares mostraban los rasgos de su carácter y de su cultura. Su recuerdo estimula a vivir con esperanza; ellas son testigos de la esperanza.
El 8 de diciembre nos unimos al viaje organizado por la diócesis de Argel. Cuatro autobuses con escolta de seguridad, con paradas intermitentes. La celebración solemne, emotiva, es memoria viva. El Obispo de Orán, Pierre Claverie y otros dieciocho mártires de Argelia, fueron proclamados beatos. Entre ellos están nuestras Cari y Esther. Con su amor y su sonrisa eterna, intercedan ellas por todos nosotros.
Gracias, hermanas agustinas misioneras, por vuestro testimonio de fe, de fraternidad y de esperanza.
Miguel Miró OAR – Prior general de la Orden de Agustinos Recoletos