Una palabra amiga

Las manos, lejos; el corazón, cerca

La JMJ ha dejado una imagen impactante. El agustino recoleto Miguel Ángel Ciaurriz reflexiona sobre la realidad de la fotografía de un grupo de jóvenes aupando a un chico en silla de ruedas para ver al Papa Francisco

Gracias a las redes sociales, enormes instrumentos de comunicación si los utilizamos para cosas buenas, he podido seguir, desde el otro lado del océano, casi en directo, todos los eventos del programa que han hecho de la JMJ Panamá 2019, una esperanzadora bocanada de aire fresco, puro y nuevo que apunto a futuro.

Muchas son las fotos y videos que entraron a mi móvil por las redes. Si de todas ellas tuviera que escoger una sola como la más representativa de esta visita papal al país istmeño escogería esta que es la que más me ha impactado y estoy seguro de que también a Francisco sería la que le gustaría tener en lugar destacado en su despacho como recuerdo de su visita a Panamá.

Se hizo, en a penas unas horas, viral. En cuanto la vi me vino a la mente el pasaje de la vida de Jesús que nos cuenta el evangelista Marcos. La casa donde Jesús predicaba estaba tan abarrotada de gente que no pudieron llevar hasta él a un paralítico que cargaban sus amigos para que lo curara.

El evangelio nada dice del nombre de este paralítico. El de esta historia ocurrida en Panamá se llama Lucas. Su parálisis ha recorrido el mundo. Al paso del Papa, los amigos de Lucas alzaron sus 17 años y su silla para que pudiera ver a Francisco. El Santo Padre lo vio y alzó su mano y lo bendijo. Lucas es como el paralítico del pasaje. Al no encontrar la forma de acercarlo hasta el Papa, lo alzaron, con todo y su silla de ruedas, para que lo viera e hiciera algo por él.

La sonrisa de Francisco se ve franca y enorme, es conmovedora y lleva una enorme carga de compasión y cariño. Es una mirada que bendice. Si hubiera estado Lucas en primera fila, me da que el Papa se hubiera saltado una vez más, como casi siempre hace, el protocolo y hubiera bajado al asfalto para abrazar y bendecir a este muchacho de quien hoy todos sabemos , además de su nombre, que en la localidad de Chorrera, sobrelleva su parálisis con entereza y alegría, y muy comprometido con su comunidad parroquial.

Estoy seguro de que la bendición papal para Lucas ha tenido en él el efecto de la curación que Jesús hizo al paralítico que le pusieron delante descolgándolo del techo de la casa donde estaba. Hoy para Lucas, vivir apegado a su silla de ruedas no es inconveniente ni impedimento para vivir con alegría y esperanza sus días y seguir mirando hacia delante.

Muchos han de ser los frutos de esta JMJ que se ha tenido en Panamá. Destacaría el apoyo dado por las confesiones religiosas que cohabitan en paz y armonía en Panamá y que han acogido peregrinos en sus lugares de culto, entre ellos judíos y musulmanes. En estos tiempos recios esa armonía interreligiosa da firmeza a la paz de Panamá.

Y ojalá que, de entre tantos jóvenes que llegaron a esta tierra istmeña, alguno se haya sentido tocado por el Señor para seguirle de cerca en el camino del servicio al pueblo como religiosos, religiosas y sacerdotes, o laicos comprometidos.

Y, puestos a desear, ojalá también alguno de ellos encuentre atractivo tomar el camino agustino recoleto.

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