Una palabra amiga

¿Atrapadas por el Amor?

¿Sirve para algo hoy vivir como monja de clausura? La hermana Alicia Correa es agustina recoleta contemplativa. En este artículo relata una bonita anécdota que le hizo encontrar el sentido a la vida contemplativa en nuestro tiempo

Comienzo con esta pregunta: ¿atrapadas por el Amor?

Os comparto que durante uno de los días de esta Navidad, recibí una grata visita; eran los padres de Guadalupe, una niña rubia, vivaracha, de pelo alborotado con sus cuatro años de edad que también venía con ellos. Tras saludarnos Guadalupe me miró fijamente y después de agarrarse a los barrotes de la reja que nos separaba, con ojos bien abiertos me hizo esta pregunta: y tú, ¿por qué estás aquí atrapada? Una sonrisa se dibujó en la cara de los presentes y se hizo un breve silencio, eso era lo que ella percibía tras ver aparecer mi silueta detrás de una reja. A ella le cuestionaba el porqué de este modo de vivir o al menos de “estar”; con amabilidad su madre intentó hacerle comprender explicándole: Guadalupe, ¿cómo se dice cerrado en inglés?, a lo que ella respondió decidida: closed. ¡Muy bien! Pues Alicia es monja de clausura, está cerrada, vive así porque está siempre con Dios, reza por todos nosotros. El breve silencio hizo despertar en mi interior otro gran interrogante: ¿sirve para algo hoy vivir como monja de clausura? La pregunta que me formuló Guadalupe da para mucho que pensar, mucho que decir…

En una sociedad mediatizada como la nuestra, donde se producen cambios a velocidad vertiginosa, que se caracteriza por lo que antes era y tenía valor, hoy ya no existe, una sociedad donde parece que no hay estabilidad laboral, personal, ni siquiera emocional, en la que todo es usar y tirar y está en función del bien o beneficio que me reporta, donde todo es fugaz e inestable, donde se juega con la competitividad; un mundo que se determina por el edonismo, el placer, el mínimo esfuerzo, el facilitar las opciones de vida, el vivir en completa libertad, donde los valores de antaño han caído empicados y se han sustituido por otros muy diferentes, donde todo se hace de prisa, y se oye frecuentemente eso de “no tengo tiempo”, donde se nos “obliga” muchas veces a vivir de máscaras aunque lo sepamos, solo por aparentar, por no ser “menos” que los demás, donde muchas veces se vive a ritmo de vértigo y todo propicia el volcarse hacia fuera, vacíos de lo verdaderamente importante sin dar opción a pensar, a la introspección más que para reivindicar nuestros propios derechos porque nos sentimos personas importantes, ¿tiene sentido entonces vivir en clausura en nuestra sociedad de hoy?.

Personalmente no me gusta definirme con este término “clausura”. Prefiero hablar de  contemplación. A simple vista closed, ya denota algo así como, aislarse, cerrarse, incomunicarse, separarse; si esto sólo se entiende a “sangre fría”, al pie de la letra, no sólo no tiene sentido vivir como monja de clausura o contemplativa, sino que me atrevo a decir que es además una estupidez.

Sin embargo todo tiene un trasfondo, un sentido, todo en la vida tiene una explicación, un porqué, un para qué y un principio, todo tiene un origen y un motivo por el que sucede, es el resultado de algo previo que le da su identidad y forma de ser. Entonces, atrapadas, ¡sí!, pero para algo, por algo, mejor dicho, por Alguien.

La clausura sólo tiene sentido hoy cuando se vive como un medio y no sólo como un fin. Cuando se asume en libertad y por amor a Alguien superior a ti que te ama y que te ha querido llevar a un lugar concreto y apartado de todo lo demás, a la soledad, para hablarte al corazón, (y no precisamente porque lo de fuera se considera como malo o una huida). Es una respuesta pronta, alegre y generosa a la llamada que se ha sentido desde lo más profundo del ser. Escoges la vida del claustro como medio que favorece el dedicarte completamente a Dios para que haya las menos interferencias posibles en el trato y relación con él. Es la oblación de ti misma por una causa, incluso el ofrecimiento del lugar donde vas a desarrollar tu vida. La clausura favorece el sosiego y la paz del espíritu necesarios e imprescindibles para el encuentro con el Amor (Dios) que es la contemplación; se busca para ser “presas”, para dejarse “atrapar” por él, para vivir lo más cerca posible y hablarle a Dios desde el corazón de todos los hermanos que viven fuera del monasterio, porque hay otra forma de vivir posible, diferente , es la que proporciona la paz, la quietud, el sosiego, el saber que existe siempre Alguien dentro de nosotros mismos que nos habita, que nos cuida y nos mima y que puede ser que no le prestemos la suficiente atención, ese Alguien da sentido verdadero a nuestra existencia y por él hacemos esta opción de vida contemplativa. Todo tiene un porque y un para qué, entonces, me vuelvo a preguntar, os vuelvo a lanzar la cuestión: ¿tiene sentido vivir así?. El hombre y mujer de hoy necesitan más que nunca esos espacios de interioridad para descubrirse a sí mismos y esa posible opción de vida diferente.

Creo que he respondido a la pregunta de Guadalupe. Vivo atrapada por el Amor y para amar.

Sor Alicia Correa Fernández, OAR
Monasterio Stmo. Corpus Christi – Granada (España)

 

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