El agustino recoleto David Conejo es el autor de la nueva pintura de San Agustín que fue presentada y bendecida este lunes en la Casa de Formación de Las Rozas (Madrid, España). Está inspirada en la primera representación del obispo de Hipona que se conoce
Enfrentarse a un lienzo en blanco es todo un reto. Para el agustino recoleto David Conejo, el desafío ha sido doble: debía rellenar el espacio de 162×130 centímetros representando a San Agustín, padre y doctor de la Iglesia. Por eso, el artista nacido en Cartago (Costa Rica) afirma que sintió «miedo» por todo ello y porque la imagen, que fue presentada y bendecida este lunes en la Casa de Formación San Agustín de Las Rozas (Madrid, España), será una imagen de culto y veneración. La nueva pintura
El desafío de representar a San Agustín comenzó hace mucho tiempo. «Cuando comencé las clases hace cinco años, era uno de los proyectos que imaginaba que algún día haría», dice. No obstante, David Conejo comenzó esta nueva obra por encargo de la comunidad, que deseaba una imagen de San Agustín -patrón de la casa-. «Por mi cuenta no lo hubiera emprendido porque se que es muy difícil», confiesa.
El miedo inicial se ha convertido con el avance del proceso en satisfacción; la misma que sintió este lunes cuando destapó la tela que cubría la nueva obra, que se une a tantas representaciones de San Agustín. «Es un gran santo que ha sido pintado por los mejores artistas de toda la historia».
David Conejo ha tomado referencia la representación más antigua que se conoce de San Agustín: el fresco del siglo VI del Palacio de Letrán, en Roma. «Mi intención es que recordemos, al ver esta pintura, la primera imagen que tenemos de San Agustín». El nuevo cuadro reedita el fresco, le da más realismo.
Fue el agustino recoleto Enrique Eguiarte quien, charlando en Salamanca, le sugirió acercarse y tomar este fresco como base para una pintura del obispo de Hipona. «Me dijo que cuando quisiera pintar a nuestro padre, tomara como referencia la imagen más antigua de San Agustín», relata. ¿Y por qué? «Nadie se ha fijado en esa representación y es el testimonio más próximo a su muerte, casi 100 años después de su muerte; puede ser más o menos fidedigno a cómo era Agustín», dice.
San Agustín, contemplativo ante la Palabra de Dios
El autor explica la pintura en la que sorprende la figura del santo. «Podemos ver un hombre de cierta edad. No es joven; está entrando en su vejez», indica. Todo en esta pintura nos hace recordar al fresco de Letrán, los elementos son los mismos. «El vestido es una toga, vestidura del ciudadano romano libre, con una franja púrpura que alude a su dignidad episcopal. Además lleva un manto, la toga de los senadores», explica. Todo esto «representa su importancia para quien lo plasmó en Letrán en el siglo VI».
El eje del cuadro es la Palabra de Dios: «Está contemplativo, señalando la palabra de Dios; vemos a un obispo que está hablando e interpretando la palabra». Con la mano derecha señala las Sagradas Escrituras; con la izquierda, sujeta un pergamino que representa su extensa obra.
San Agustín está descalzo en la pintura. Así es como aparece en el fresco original, aunque David Conejo le ha querido dar otro significado: «Está asociado con la Recolección y su descalcez».
En la parte inferior izquierda, otro detalle. «Está la frase que acompaña al fresco de Letrán: muchos padres dijeron muchas cosas, pero este todo lo dijo en la lengua de los romanos. Esto hace resonar el sentido espiritual».
«Un acercamiento» a San Agustín
Para el autor, esta pintura «ha supuesto un acercamiento más vivencial a cómo es él, a su forma de pensar…». Con San Agustín, como con cualquier obra, David ha tenido que realizar un estudio más cercano sobre su figura para así familiarizarse y representar con exactitud aquello que desea.
Y es que para pintar a San Agustín hay que estar siempre a la altura. «De una pintura de San Agustín siempre se espera algo. Tiene una personalidad, un testimonio, un trabajo escrito, toda su espiritualidad… Es difícil».
La espectacular obra, óleo sobre lienzo, realista y barroca, ya se encuentra en el que será su lugar definitivo: la capilla de la Casa de Formación donde fue bendecida. Allí recibirá culto y, para muchos, aclarará la imagen de San Agustín.