Te contamos

¿Por qué decimos «Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita»?

El clásico dicho tiene que ver con una leyenda en torno a la santa, cuya festividad se celebra el 22 de mayo. Como agustina, tuvo el corazón inquieto durante toda su vida en su búsqueda de Dios

Son muchas las personas que tiene una enorme devoción a Santa Rita, conocida como la santa de lo imposible. Cada 22 de mayo, en el día de su festividad, acuden a los distintos santuarios en todo el mundo para rezarle y poner a sus plantas promesas e intenciones. No obstante, muchas otras personas conocen a la santa agustina por el dicho «Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita». ¿Conoces el origen de esta frase?

Según historiadores, está relacionada con una leyenda en torno a la santa italiana tras su fallecimiento. Supuestamente, una mujer, poco agraciada en su físico, se encomendó a ella para que encontrara un novio que la quisiera. La joven encontró un hombre, que llegó a ser su novio. Sin embargo, su relación no prosperó y el noviazgo acabó tras varios meses. La doncella, enfadada, increpó a Santa Rita diciéndole: «Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita».

Hay incluso algunas corrientes que afirman que el dicho proviene de la frase «Santa Rita, siempre da y nunca quita», que se decía del matrimonio que tuvo durante casi dos décadas.

Santa Rita: un corazón inquieto

Santa Rita nació en Roccaporrena (Casia) hacia el año 1380. Según la tradición, era hija única y desde su juventud deseó consagrarse a Dios, pero ante la insistencia de sus padres, a la edad de 14 años se casó con un joven de buena voluntad pero de carácter violento. Con su bondad logró limar las asperezas del marido viviendo con él en armonía. Tras 18 años de matrimonio, su marido fue asesinado. Rita no sólo perdonó a los asesinos, sino que en la oración llegó a confiar al Señor que prefería ver a sus hijos muertos antes que sumidos en el abismo de la venganza. Los dos murieron poco después del asesinato del padre.

Sin obligaciones en esta vida y con el corazón rebosante de amor, Rita se esforzó por llevar a la práctica el deseo de su juventud. Tuvo que luchar para convencer a su familia, a la de su marido y a la del asesino para llegar a una reconciliación pública. Sólo entonces pudo traspasar las puertas del monasterio agustino de Santa María Magdalena de Casia. En él vivió durante 40 años dedicada a las prácticas de la vida monástica y durante los últimos 15 años llevó en la frente la señal de una espina de la Pasión del Señor.

De acuerdo con la tradición en 1428, una madrugada Rita recibió de manos de Cristo una larga astilla de madera clavada en el hueso de la frente. Se trataba de un estigma divino: la marca de la corona de espinas que Jesucristo había exhibido en la cruz. Le extrajeron la astilla y la guardaron como reliquia sagrada. Cada madrugada el estigma se le volvía a abrir por sí mismo, hasta que empezó a expeler un fuerte olor inmundo, que se mantuvo milagrosamente el resto de su vida.

En 1453 Rita cayó en cama gravemente enferma. Desde ese momento, estando siempre atendida por novicias, la herida de su frente gradualmente se cerró, pero Rita pasó los últimos cuatro años de su vida con infecciones en la sangre.

Murió en la noche de sábado 22 de mayo de 1457 del calendario pisano, equivalente al 1456 del calendario actual. Rasgo peculiar de la santa es su paso por todos los estados de la vida -doncella, esposa, viuda y religiosa- y en todos ellos dio abundantes pruebas de abnegación y generosidad, siendo siempre mensajera de paz y reconciliación. Fue beatificada en 1628 por Urbano VIII y proclamada santa por León XIII el 24 de mayo de 1900.

Oración a Santa Rita

Oh poderosa Santa Rita,
llamada Abogada de los casos desesperados,
socorredora en la última esperanza,
refugio y salvación en el dolor,
que conduce al abismo del delito
y de la desesperación:
con toda la confianza en tu celestial poder,
recurro a ti en el caso difícil e imprevisto
que oprime dolorosamente mi corazón.

Dime, oh Santa Rita, ¿no me vas a ayudar tu?,
¿no me vas a consolar?
¿Vas a alejar tu mirada y tu piedad de mi corazón,
tan sumamente atribulado?

¡Tú también sabes lo que es el martirio del corazón,
tan sumamente atribulado!

Por las atroces penas, por las amargas lágrimas
que santamente derramaste, ven en mi ayuda.

Habla, ruega, intercede por mí, que no me atrevo a hacerlo,
al Corazón de Dios, Padre de misericordia
y fuente de toda consolación, y consígueme la gracia que deseo
(indíquese aquí la gracia deseada).

Presentada es seguro que me escuchará:
y yo me valdré de este favor para mejorar mi vida y mis costumbres,
para cantar en la tierra y en el cielo
las misericordias divinas.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

X