Una palabra amiga

Vida comunitaria y «relaciones virtuales»

Uno de los retos que tiene la pastoral vocacional hoy y concretamente en nuestra Orden de Agustinos Recoletos, es el de hablarle y de presentarle a las nuevas vocaciones el estilo de vida comunitario, tal y como lo quiso San Agustín y que se encuentra reflejado al inicio de la Regla cuando dice: Lo primero para lo que se han congregado en la comunidad es para que habiten unánimes en la casa  y tengan una sola alma y un solo corazón dirigidos hacia  Dios (1,2).

Cómo hablarles a los jóvenes de esa vivencia comunitaria, cuando sabemos que es mucho más que una simple reunión de amigos o un encuentro de personas; que la vida comunitaria incluye mucho más que vivir en una misma casa. Es crear una nueva familia, unida no por los lazos de sangre, sino por el mismo ideal de seguir a Cristo, casto, pobre y obediente, buscando hacer realidad aquello de “una sola alma y un solo corazón dirigidos hacia Dios”. La mayoría de estos jóvenes, aquellos que catalogamos hoy como millennials[1] o centennials[2], pasan la mayor parte de su día frente a una pantalla, buscando muchas veces, llenar la soledad o un vacío afectivo o simplemente ser aceptados y escuchados dentro de un grupo de “iguales” en el que no son ni juzgados ni rechazados.

Estos jóvenes que están tocando las puertas de nuestra comunidad con el deseo de ser agustinos recoletos, viven una experiencia de “relaciones virtuales”, a través de la Internet y de los diversos medios de comunicación, de las redes sociales, el WhatsApp; de todos estos medios, a través de los cuales, ellos, que han nacido ya en un mundo completamente digitalizado y virtual, se mueven en el día a día. A ellos les cuesta vivir y manifestar aquello que no tienen en el diccionario de su vida, que no conocen; aquello que incluso – me atrevo a decirlo- no saben lo que es, aunque se caractericen por la investigación.

A estos jóvenes, el Papa Francisco les escribía, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud el 25 de marzo del año 2018: «No dejen que el resplandor de la juventud se apague en la oscuridad de una habitación cerrada en la que la única ventana para ver el mundo sea el ordenador y el Smartphone (…) Abran las puertas de su vida: Que su ambiente y su tiempo estén ocupados por personas concretas, relaciones profundas, con las que puedan compartir experiencias auténticas y reales en su vida cotidiana, para no perder tiempo y energías con fantasmas que no tienen rostro ni consistencia»[3].

Cómo hacer realidad aquello que es esencial en nuestro carisma con personas “normales” –  reales, con seres humanos con dificultades, errores, cualidades, con una serie de situaciones netamente humanas, cuando la mayor parte de su vida, estos jóvenes han crecido viviendo entre ellos unas “relaciones virtuales”, mal llamadas por ellos mismos “personales” y “afectivas”; cuando muchos de sus “amigos” están en la Internet, en el Facebook, en el Instagram o en el Twitter y no en la realidad; cuando son jóvenes que pasan la mayor parte de su tiempo chateando y el máximo de relación que tienen con una persona es a través de una video llamada, pero no comparten el día a día con amigos o familiares, en el tu a tu de una mesa, de una reunión, de un encuentro.

Una encuesta realizada a jóvenes españoles, dice que “Nueve de cada diez adolescentes entre 14 y 16 años tiene un perfil propio en una red social y lo usa para poder sentirse integrado en el grupo, aunque la gran mayoría, el 83,5%, reconoce que sabe que en las redes sociales se miente más que en el cara a cara. Entre sus preferencias, utilizan Instagram «para publicar y ser vistos», Youtube «para consumir contenidos y sentirse fans», Twitter «para seguir a sus ídolos» y Facebook «como plataforma para juegos y mantener amistades lejanas», mientras WhatsApp es la herramienta para el contacto cotidiano con amigos y familiares”[4].

En el mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, en la Solemnidad de la Ascensión del Señor, en 2019, el Papa Francisco escribió: «Es evidente que, en el escenario actual, la social network community no es automáticamente sinónimo de comunidad. En el mejor de los casos, las comunidades de las redes sociales consiguen dar prueba de cohesión y solidaridad; pero a menudo se quedan solamente en agregaciones de individuos que se agrupan en torno a intereses o temas caracterizados por vínculos débiles. Además, la identidad en las redes sociales se basa demasiadas veces en la contraposición frente al otro, frente al que no pertenece al grupo: este se define a partir de lo que divide en lugar de lo que une, dejando espacio a la sospecha y a la explosión de todo tipo de prejuicios (étnicos, sexuales, religiosos y otros). Esta tendencia alimenta grupos que excluyen la heterogeneidad, que favorecen, también en el ambiente digital, un individualismo desenfrenado, terminando a veces por fomentar espirales de odio. Lo que debería ser una ventana abierta al mundo se convierte así en un escaparate en el que exhibir el propio narcisismo»[5].

Los consagrados sabemos que es Dios quien nos congrega, a través de nuestros superiores, como hermanos, llegados de diversas partes del mundo, con culturas distintas y edades diferentes en la misma casa; para ello no se hace una “solicitud de amistad” (como la del Facebook) a la espera de ser aceptado en el grupo, quién sabe en qué categoría: mejores amigos, amigos, conocidos… Tampoco se hace a través de una “petición de seguimiento” (como en el Twiter). Simplemente, es el voto de obediencia el que hace posible conocer nuevos hermanos, convivir con ellos y hacerlos parte integral de la vida: nuestra nueva y “real” familia.

Aquí está el desafío de la pastoral vocacional hoy y de los formadores en los seminarios y casas de formación, ahí tenemos el gran reto de hacer asequible, vivible, atrayente y real nuestro carisma de agustinos recoletos; algo que no es virtual sino real, completamente humano. Es quizá, esta una de las razones por la que muchos jóvenes cuando ingresan al seminario o a la casa de formación se desencantan de la vida religiosa, de la vida comunitaria, porque pensaban que era tan fácil como un clic mediante el cual se apaga una pantalla, se elimina un contacto o se bloquea a alguien que no se quiere porque ha dicho o publicado algo mal. Se piensa que la vida cotidiana es tan fácil como un like y no es así.

Es verdad que las redes sociales son hoy un “areópago” de evangelización y que a través de ellas muchos que sienten la llamada a la vida religiosa o sacerdotal, buscan congregaciones o diócesis, con las que se ven identificados por su carisma, apostolado o trabajo social; por eso incluso, muchas comunidades religiosas han contratado a expertos en posicionamiento en las búsquedas en Google para aparecer en las primeras opciones cuando alguien escriba, por ejemplo, “cómo ser monja” – según lo afirma el diario El País, de España –[6].

En algunos lugares se utilizan incluso, plataformas vocacionales como el caso de “Twelves”, una red o plataforma social privada católica que pretende servir de ayuda a aquellos adolescentes y jóvenes que buscan en su vida la voluntad de Dios[7]. Este tipo de redes, pretenden convertirse en una herramienta educativa para potenciar una comprensión de la vida cristiana en clave vocacional, utilizando un entorno y lenguaje habitual entre los adolescentes y jóvenes del siglo XXI, tal como son las redes sociales[8].

Se pudiera pensar que esta es también, una de las razones  por las que el joven “vocacionado” no sabe comprender la realidad del otro, entender que también se equivoca, aceptar que no es un hermano irreal o virtual, sino alguien de carne y hueso, que como él sufre, pasa necesidades y quiere también tener una experiencia de Dios y construir su santidad en la vivencia de la vida comunitaria, al ejemplo de la primitiva comunidad cristiana y de Agustín de Hipona.

¿Cómo hablar de vida comunitaria a los jóvenes que solo tienen en su vida “relaciones virtuales”? Es una pregunta que no puede dejarnos con los brazos cruzados y que se convierte en el gran reto, apasionante por demás, de la pastoral vocacional hoy, el desafío de los que hemos recibido el encargo acompañar a los jóvenes que sienten en su corazón la llamada de Dios a seguirlo más de cerca en la vida religiosa.

Juan Pablo Martínez Peláez OAR

 

[1] Millennials: Nacidos entre 1980 y 1996. Quienes acuñaron este término, William Strauss y Neil howe, consideran que son sobre protegidos, orientados al trabajo en equipo, convencionales y exitosos, les interesa menos estar informados de política, tienen más atributos de liderazgo que otras generaciones, los motivan el disfrute y los desafíos, valoran la libertad para realizar su trabajo y sus proyectos personales, son innovadores y cuestionan la autoridad de sus superiores. Esta generación pide que las empresas se ajusten a sus necesidades (y no vicesersa). Son considerados inmigrantes digitales porque nacieron en una era analógica e hicieron la transición al mundo digital. (Fuente: Mónica Silva Saldaña. Revista AVIANCA. Octubre 2019).

[2] Centenials: Nacidos entre 1997 y 2014. Son nativos digitales que han crecido en la era tecnológica. Es la primera generación en tener acceso a Internet desde una edad temprana. Son realistas, pragmáticos, tienen mayor capacidad y rapidez en el análisis de datos, les preocupan el medio ambiente, la sostenibilidad del planeta y la movilidad. Son más religiosos que las demás generaciones (en Estados Unidos, por ejemplo el 41% asiste a la Iglesia) Es la generación que menos se expone a riesgos, las compras online y las reseñas de otros usuarios marcan su forma de consumir. Tienen una conciencia responsable y son menos consumistas que los millennials. Tienen una educación bilingüe y tienen una actitud de rebeldía contra el sistema político. (Fuente: Mónica Silva Saldaña. Revista AVIANCA. Octubre 2019).

[3]  https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2018/02/22/mens.html.

[4] http://www.rtve.es/noticias/20190122/835-adolescentes-espanoles-cree-redes-sociales-se-miente-mas-cara-cara/1872691.shtml.

[5] https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2019/01/24/mens.html

[6] https://cincodias.elpais.com/cincodias/2015/04/15/emprendedores/1429099031_999990.html

[7] http://vocacionyactualidad.blogspot.com/2015/03/twelves-una-espectacular-red-social.html.

[8] Ibíd.

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