El agustino recoleto Jesús María López Mauleón, que recibirá este domingo la ordenación episcopal en Fortaleza (Brasil), ha elegido para su episcopado una frase de San Agustín.
De la misma manera que los organizadores de una campaña, un congreso o un evento importante eligen con cuidado un lema, es decir, una frase que se convierte en expresión del mensaje fundamental que se quiere transmitir, también en el mundo eclesiástico los obispos eligen un lema que viene a convertirse en horizonte inspirador de toda su labor pastoral.
El obispo electo de Alto Xingú-Tucumã (Brasil), el agustino recoleto Jesús María López Mauleón, ha escogido como lema la frase de san Agustín “Siervos de tu Palabra”, frase comprensible dada la naturaleza de la Iglesia a la que ha de servir, pues tendrá que convertirse en un obispo marcadamente misionero y teniendo en cuenta también su dedicación principal como sacerdote, la pastoral en múltiples lugares y contextos socioculturales. El escudo episcopal, por su parte, recoge resumidamente los rasgos que López Mauleón quiere imprimir al ejercicio de su caridad pastoral como obispo.
Este domingo, festividad de la Sagrada Familia, el religioso agustino recoleto recibirá la ordenación episcopal como obispo de la nueva Prelatura del Alto Xingú, Pará, en Brasil.Actuará como ministro principal en la ordenación el arzobispo de Fortaleza José Antonio Aparecido, y como obispos coordenantes monseñor Santiago Sánchez, agustino recoleto obispo de Lábrea, AM, Brasil, y João Muniz Alves, obispo de Xingú-Altamira, Pará. Así explica el mismo López Mauleón el significado de su lema y su heráldica:
Escudo de forma española, mantelado. El cantón izquierdo en verde carga un racimo de uvas con sus hojas y zarcillos acompañado de espigas de trigo todo de su color natural; el cantón de la derecha, en plata, muestra un corazón ardiente y asaeteado en su color natural y un libro abierto de oro. El cantón inferior, también de plata, lleva dos ondas de azur montadas por el monograma de María en oro.
Adosados al escudo una cruz misionera erguida y un báculo episcopal inclinado, ambos de oro. En el lado derecho del jefe, de plata y con ínfulas de oro, una mitra episcopal ligeramente adiestrada.
Sella el blasón el sombrero prelaticio en verde con sus cordones y doce borlas, seis por cada lado en orden de 1, 2 y 3; todo ello en verde.
En una franja en plata, superpuesta en la parte inferior de la cruz, aparece en letras de sable el lema episcopal: “Servus Verbi tui” (San Agustín, Confesiones 13, 36).
El escudo tiene forma tripartita, con líneas divisorias que simbolizan la Trinidad en la Unidad, así como el triple munus episcopal: enseñar, santificar y gobernar. Los tres campos manifiestan diferentes aspectos de mi vida personal y espiritual, aunque los símbolos hablan por sí mismos. No obedece totalmente a las normas de la estética heráldica, perdiendo armonía en favor del sentido misionero y experiencia personal.
Primer campo: “Mi Padre es el agricultor” (Juan 15,1). Agricultor: oficio que aprendí y practiqué con mis padres y hermanos… plantar y esperar frutos abundantes es lo que llena de alegría el corazón de cada agricultor. Más tarde, cuando las “palabras se tornaban para mí alimento” (Jerermías 15,16), fui descubriendo que Dios cuida con amor la viña y se entristece cuando no produce los frutos que espera (Jeremías 2,21; Oseas 10,1). El trigo y las uvas, que en nuestra casa se convertían en pan y vino, después, por el misterio eucarístico serían el Cuerpo y Sangre de Cristo; punto de partida de mi vocación, fuente de la misericordia del Padre y vínculo de comunión. Máxima sabiduría del Padre: el grano de trigo muere para dar fruto.
Segundo campo: “Desde el vientre materno te consagré” (Jeremías 1,5). Yo te formé, tú eres mi siervo (Isaías 44, 21). Bautizado al día siguiente de nacer, me alimenté de una equilibrada espiritualidad familiar y desde niño estuve abierto a una especial consagración. La Orden de Agustinos Recoletos fue el molde que el Señor utilizó para forjar el sentido comunitario de la vida, el amor encendido de la caridad y la sabiduría al servicio incondicional de la Iglesia. Reconozco mi corazón herido por mis pecados y en proceso de conversión permanente al “servicio de tu Palabra”.
Tercer campo: “Recibiréis el Espírito Santo y seréis mis testigos” (Hechos 1,8). En la parte inferior destacamos el agua, fuente de vida, río inagotable, presencia nueva del Espíritu que salta hasta la vida eterna. Desde el texto evocado, fuerza para llevar el Evangelio hasta los confines inescrutables de la voluntad del Padre, origen te toda misión. Coronando el Espíritu la más bella flor, mediadora de todas las gracias evocada por nosotros como Madre de la Consolación y Estrella de la evangelización.
El escudo está apoyado sobre la cruz misionera como señera central, razón de todo el ministerio: dar la vida por el anuncio del Evangelio. A los lados, mitra y báculo, signos de pastoreo y de santificación
Todo el blasón está coronado por el sombrero prelaticio de anchas alas, con sus cordones en cada flanco, seis por cada lado, con doce bolas del mismo color que dan dignidad episcopal al conjunto.
Finalmente, debajo de la punta de la cruz, el lema episcopal, concretado también en tres palabras, verbalizadas por nuestro padre san Agustín y cimentadas en toda la tradición bíblica: Siervo, Palabra, Tuya. La Palabra del Padre, llevada por la acción del Espíritu a toda criatura, a la que servimos con nuestra vida.