Con motivo de su 89º cumpleaños, el agustino recoleto Eliseo Gonzalez recoge algunos testimonios de vida de Mons. Alfonso Gallegos que hicieron engrandecer su figura, al estilo del deportista Kobe Bryant.
La noticia del trágico accidente que se cobró la vida del jugador de la NBA y católica Kobe Bryant el 26 de enero de 2020 conmocionó a todo el mundo. La vida de Kobe levantó una enorme admiración en millones de personas, como lo atestigua las muestras de afecto y recuerdo que se vieron en Los Ángeles y en todo el mundo. Era conocido por su incansable búsqueda del éxito en la cancha a través del trabajo y la dedicación continua. Más allá del deporte, Bryant regaló en 2018 este consejo: «La grandeza es inspirar a las personas que están a tu lado, para que puedan ser grandes en lo que quieran hacer».
Sus palabras recuerdan a otra figura católica de gran impacto en California: el obispo agustino recoleto Mons. Alfonso Gallegos, que en 1991 murió también en un trágico accidente. Este 20 de febrero habría cumplido 89 años. Se le recuerda como un hombre que tocó muchas vidas a través de su fe, esperanza y amor. Solo veía lo bueno de los demás; no se centró en sus defectos ni habló mal de ellos, sino que los inspiró a ser grandes, sin juzgarlos. En otras palabras, su humildad y compasión eran su grandeza.
En una ocasión, se le pidió al obispo Gallegos que mandara a un sacerdote para visitara a una mujer que estaba muriendo de cáncer, porque sus amigos y familiares no podían encontrar ningún sacerdote. El prelado agustino recoleto buscó un hueco en su apretada agenda episcopal para visitar él mismo a la mujer y presidir una misa en su casa. Los asistentes se sintieron conmovidos por su presencia y la describieron como una experiencia muy espiritual, sintiendo a Cristo allí en ese momento.
El obispo Gallegos pidió que le informaran cuando la mujer muriera, ya que sólo le quedaban días de vida. Estaba en las afueras de la ciudad de Sacramento cuando le llegó la noticia. Unos días más tarde, cuando comenzaba la procesión para su funeral, encontraron al final de la iglesia al obispo, para sorpresa de muchos. Acababa de llegar a Sacramento esa mañana y fue directamente desde el aeropuerto a su funeral. Para él, estar presente en este momento de dolor era muy importante, como lo fue para la familia.
En otra ocasión, una niña de dos años de Sacramento fue hospitalizada repentinamente en una situación crítica. Los médicos dijeron a sus padres que apenas le quedaban horas de vida. Su padre dejó el hospital buscando desesperadamente a un sacerdote cuando, por la divina providencia, se encontró con el obispo Gallegos en el pasillo del hospital. Mons. Alfonso fue a la cama del hospital de la niña. Cuando sus padres le dijeron que iba a morir, le puso las manos encima, cerró los ojos en oración, y momentos después, tranquilamente les aseguró: «No se preocupe, su hijo no morirá». Los padres le rogaron que la bautizara antes de que muriera. Pero una vez más dijo: «No te preocupes, no va a morir. Cuando se recupere, llévenla a la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe para agradecer a la Virgen, su intercesión para que su hija siga aquí con nosotros». La niña no murió, para gran alegría de sus padres, que creen que fue un verdadero milagro, recibido de Dios a través del obispo Gallegos.
Como sacerdote de la Iglesia de Cristo Rey en Los Ángeles, el padre Gallegos atendió las necesidades de dos mujeres muy pobres de la parroquia, visitándoles semanalmente y llevándoles comida. Las señoras comentaban a otras mujeres que también las visitaban: «El padre Gallegos acaba de estar aquí». Sin embargo, nunca mencionó lo que hacía por ellas.
Llegó el día en que fue nombrado obispo auxiliar de Sacramento el 24 de agosto de 1981. Las dos mujeres lloraron de sorpresa y alegría cuando recibieron una invitación para su ordenación episcopal, a la que felizmente asistieron. Hay testimonios que cuentan que las hizo sentarse en la mesa principal durante la recepción. Regresaron llenas de gozo de esta celebración, sabiendo que él no las olvidó ni siquiera en su pobre estado.
El obispo Gallegos, declarado venerable en 2016 por el Papa Francisco, fue un gran defensor de la vida, como lo demuestra su amor por todos, especialmente por los no nacidos, los jóvenes, los ancianos, los enfermos, los emigrantes y los pobres, sin importar su raza o credo. A menudo rezaba por el fin del aborto en concentraciones frente a las clínicas. En una manifestación, un grupo de manifestantes abortistas se había reunido frente a los defensores de la vida. En un momento dado, el obispo Gallegos fue movido por el Espíritu para ir a rezar con los manifestantes que apoyaban el aborto. Al acercarse a ellos, dijo: «Dios te ama». Le gritaron y le escupieron. Entonces él se arrodilló ante ellos con su rosario en mano y rezó pacíficamente; poco a poco esa multitud hostil comenzó a calmarse. Cuando se levantó para volver a la multitud pro-vida, dijo: «Dios los bendiga a todos». Alguien en la multitud se conmovió por su testimonio profético y respondió: «Dios le bendiga, Padre». El obispo Gallegos compartió más tarde esta experiencia, describiéndola como un infierno viviente, al ver tanto odio manifestado por esa gente hacia él.
Tal es el legado que el obispo Gallegos dejó en los corazones de los californianos, que aún hoy mueve a la gente común a hacer el bien. Su vida es un ejemplo de la misión resumida tan elocuentemente por Kobe Bryant: «Que inspiremos a otros a ser grandes en lo que hacen». Con esas palabras en mente, que sigamos el ejemplo de Jesucristo y de todos los hombres y mujeres santos que nos han precedido.
Elíseo González OAR
Publicado en la web angelusnews.com