Con las medidas de protección y prevención necesarias, los religiosos agustinos recoletos siguen acompañando a las familias de los fallecidos por coronavirus en el cementerio de Granada (España).
Más de 20.000 personas han fallecido en España a causa del coronavirus. La pandemia mundial está provocando en el país un desastre humano irreparable. Miles de familias han perdido a algún ser querido. Su dolor se ve agravado aún más por varios motivos. El primero, por no poder acompañar al fallecido en sus últimas horas, debido al aislamiento en el hospital. Pero sobre todo se hace más duro el duelo por el protocolo establecido para la despedida: con el fin de evitar contagios, los velatorios y entierros en el cementerio están prohibidos. Todo ha quedado reducido a un acto rápido y con la presencia únicamente de tres personas, además de un sacerdote que pueda realizar un breve responso.
En este trance, los religiosos agustinos recoletos de Granada tratan de acompañar a los fallecidos y a sus familias, en momentos en los que parece que nadie puede rezar por y con ellos. La comunidad de la Iglesia del Corpus Christi -conocida como Hospitalicos- es la responsable de la capellanía del cementerio local de San José; los religiosos son los encargados de oficiar los funerales antes del entierro. La situación ha cambiado, aunque el objetivo sigue siendo el mismo: orar por los difuntos e intentar consolar a las familias, haciéndoles ver que la muerte no es final sino el comienzo de la nueva vida en Cristo.
Según explica Alfredo Arce, prior de la comunidad, por turnos acude un religioso -convenientemente protegido con mascarilla y guantes- para rezar un breve responso por cada uno de los fallecidos cuyas familias lo hayan solicitado. Al día siguiente, se oficia una eucaristía por todos los fallecidos de la jornada anterior en la Iglesia de Hospitalicos, cerrada al público aunque retransmitida en directo por Facebook Live. Es lo máximo a lo que aspiran en esta situación.
«No vamos por dinero»
El tiempo con las familias es reducido y apenas es posible decirles algo más fuera del rezo del responso. No obstante, afirma el religioso Kiko García que “las familias agradecen que el sacerdote esté en los momentos difíciles”, y añade: “No vamos por dinero, vamos por servicio a la Iglesia y al pueblo de Dios”. El agustino recoleto Abdón Alcalde lamenta que no se pueda saludar a la familia dándoles la mano, que tenga que haber distancia entre los asistentes y que sea solo un responso. Pese a eso, asegura que acude con “confianza y tranquilidad”. “Me gusta poder rezar con las familias y decirles lo que estamos haciendo en casa por los difuntos”, dice.
En esos momentos se ve el dolor, según explica Abdón. Recuerda un hecho reciente que presenció. A la despedida de un fallecido acudieron cuatro personas. Una de ellas no pudo entrar a la capilla para la oración, ya que solo tienen acceso permitido tres personas. Al salir, solo pudo tocar la caja en la que iba el difunto. Esta situación recrudece el duelo. Por eso, Abdón cree que “es bueno que el sacerdote esté y les acompañe”.
Tranquilos y con espíritu de servicio
El responso no puede durar más de cinco minutos. Kiko García sigue el ritual, aunque intenta hacer una oración dialogada. “Es todo más complicado”, indica. Esta labor la realizan desde Semana Santa, cuando el arzobispado de Granada pidió a las autoridades civiles que otorgaran la posibilidad de realizar una oración antes del entierro. Hasta entonces, el rezo con el difunto no estaba permitido y la despedida consistía solo en el enterramiento del fallecido.
Los religiosos de la comunidad están tranquilos y “con el deseo de hacer un buen servicio a los hermanos”, según cuenta su prior. Desde que comenzó esta nueva y compleja situación, ha habido disponibilidad plena por parte de todos los frailes, pese a las múltiples complicaciones. El valor de su trabajo es aún mayor teniendo en cuenta que el religioso más joven de la comunidad tiene 77 años y que todos son especialmente vulnerables al coronavirus. Como dice con simpatía Abdón Alcalde, “esperemos no encontrarnos al amigo COVID de camino que vamos al cementerio”.