El agustino Roberto Noriega escribe el cuarto artículo de Formación Permanente 2020, dedicado a la pobreza como vocación cristiana.
El cuarto artículo del programa de Formación Permanente 2020 aborda el deber cristiano de atender a los pobres. El agustino Roberto Noriega escribe el documento que esboza ideas sobre los pobres y expone algunas actitudes para acompañar el mundo de la pobreza. En 33 páginas, el autor realiza un ensayo sobre la pobreza, la Iglesia y el carisma agustiniano.
Introducción
El 10 de diciembre del 2018 se cumplió el 70º aniversario de la Proclamación universal de los derechos humanos. Un acontecimiento extraordinario que se coloca en el centro neurálgico de una actitud de búsqueda de toda la humanidad por descubrir y expresar, del mejor modo posible, aquello que hace a los seres humanos precisamente eso: humanos. Nos encontramos en medio de un gran esfuerzo por identificar quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos y cómo queremos ser tratados y tratar a los demás. Es la pregunta por la persona humana y su dignidad intrínseca, que tiene que ser explicitada. Después de poner el foco de la reflexión ética en aquello que identifica a la persona humana, una consecuencia inmediata es preguntarse por la manera de respetarla, cuidarla y protegerla.
Las mentes más preclaras se han volcado con la respuesta a dicha pregunta desde un triple horizonte.
– No ser excluyentes: Hay un interés por ampliar dicha dignidad a todos los seres humanos. Se trata de incorporar a todos a la fiesta de la vida, garantizando unos niveles de vida digna, apropiada para todos, no solamente para aquellos que más capacidades tienen.
– Ser justos en las reflexiones y en su en aplicación: O sea, fundamentar la integración, el aporte social de cada una de las personas a la sociedad. Es la pregunta por la justicia debida a todos, teniendo en cuenta las diferencias existentes, puestas de manifiesto, sobre todo, en el rostro de los enfermos, discapacitados, vulnerables…
– Potenciar la exigencia (empoderar) a todas las personas de la sociedad en la responsabilidad de garantizar su apoyo a la pregunta anterior: Cada vez se es más consciente de que la justicia por sí misma no es suficiente para garantizar el respeto real y efectivo de aquellos seres humanos peor dotados para integrarse con garantías mínimas en la sociedad. Se trata de ampliar los límites entre la caridad y la justicia, provocando la realización de actos de humanidad con la fortaleza y exigencia de la justicia. Esta labor no es exigencia exclusiva de las elites sociales, sino labor de todo ciudadano, inclusive de los afectados por las mayores limitaciones.
Con ese telón de fondo, y precisamente porque una de las consecuencias de no tener en cuenta a las personas en sí mismas provoca la penuria, la vida con condiciones indignas, la lucha contra la pobreza es una exigencia determinante, una bandera visible de la utilidad de proclamar los derechos humanos y tomar en serio su valor ético, más allá de la densidad estética de la que gozan. En el paso de la teoría a la práctica, del valor a la urgencia que agrede los sentidos, la lucha por la eliminación de la miseria es uno de los datos más potentes.