La Virgen de Guadalupe es venerada en muchos lugares de una manera especial. También en Roma, concretamente en la Iglesia de San Ildefonso y Santo Tomás de Villanueva, se puede visitar una capilla donde, según Pietro Bombelli, se conserva la primera representación de esta devoción mariana que llegó a la ciudad.
Normalmente son los turistas los que se acercan a visitar la imagen, pero en la mañana del 7 de agosto una representación de la Embajada de México ante la Santa Sede, encabezada por el embajador Don Alberto Barranco, tuvo oportunidad de rezar, también desde Roma, ante la Madre de las Américas. Recibió a la comitiva mexicana el Prior general, Miguel Miró, junto con otros miembros de la Curia general y de la comunidad del Colegio Internacional San Ildefonso y Santo Tomás de Villanueva.
Durante la visita, el archivero general de la Orden, Pablo Panedas, explicó la historia y detalles de la imagen y de la capilla en que se encuentra. Por su parte, el historiador Ángel Martínez Cuesta recordó algunos detalles sobre la historia de la Orden en Roma, la residencia de Via Sistina y incidencia de México en la historia de la Orden.
El Prior general presidió la oración a la Virgen, teniendo presentes deseos de paz y protección ante las dificultades actuales que vive nuestro mundo, especialmente el pueblo mexicano. Por su parte, el embajador de México ante la Santa Sede, regaló al Prior general un ejemplar del libro sobre Vasco de Quiroga, primer obispo de Michoacán y gran defensor de los indígenas.
El culto a Nuestra Señora de Guadalupe comenzó en México en 1531, tras la aparición de la Virgen a un indio pobre: Juan Diego. En 1895 el Papa León XIII hizo coronar la imagen y el 24 de agosto de 1910 San Pío X la proclamó patrona de toda América Latina.
Según Pietro Bombelli, grabador y pintor italiano (Roma, 1737-1809) esta es la primera imagen de la Virgen de Guadalupe en llegar a Roma, fue pintada en México y traída a esta ciudad en 1672 por un religioso agustino recoleto. En este cuadro, el autor describe el momento en que el indio Juan Diego mostró su tilma, un característico manto mexicano, ante el obispo Zumárraga, que le había pedido pruebas de la veracidad de la aparición de la Virgen, antes de erigir un templo en su honor. La señal fue el descubrimiento de unas hermosas rosas que, fuera de temporada y en un lugar árido, Juan Diego encontró y recolectó. La Virgen arregló las flores y se las entregó a Juan Diego para que, sin tocarlas ni mostrarlas, pudiera llevarlas al obispo. Frente a él las rosas cayeron al suelo mientras estaba de rodillas, observando que en la pobre tilma estaba pintada una imagen de la Inmaculada, como la había descrito el indio.
En las paredes de la iglesia de San Ildefonso y Santo Tomás de Villanueva hay otras cuatro pinturas que reproducen algunas escenas de las apariciones de la Virgen Juan Diego en el cerro del Tepeyac.