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Cinco historias que nos deja 2020

El carisma agustino recoleto ha seguido latiendo en 2020 con la misma pasión, adaptándose a las circunstancias, peleando en primera línea contra la pandemia y sirviendo a la Iglesia y a la sociedad.

Los doce meses de 2020 no serán olvidados con facilidad. El año comenzaba y nadie esperaba que la pandemia trastocaría todos los planes, cambiaría el rumbo y traería una nueva vida en la que los Agustinos Recoletos han seguido (y seguirán) comprometidos con la Iglesia y la sociedad. La historia se ha ido construyendo a base de historias. 2020 ha dejado grandes testimonios de personas que, con una vida sencilla y humilde, han llevado el carisma agustino recoleto a todas las realidades y, desde ellas, soñar con un mundo mejor. 

El servicio a las familias de los fallecidos por la pandemia, la oración desde el convento, el acompañamiento desde la distancia o la alegría juvenil desbordante son algunas de las vivencias que 2020 nos ha dejado y que, al concluir el año, queremos recordar. La vida sigue y el libro que escribiremos juntos en 2021 traerá numerosos capítulos de vida, amor, cercanía, esperanza y fe.

Jóvenes misioneros que transmiten la alegría del Evangelio

Tocan puerta por puerta con la mejor de sus sonrisas, ganas de escuchar y dispuestos a entregar la Palabra de Dios. Visitan a las familias, hablan, ríen, toman mate y rezan juntos alguna oración. En eso consiste la sencilla misión que realizan durante esta semana más de cien jóvenes de las Juventudes Agustino Recoletas (JAR) de Argentina en Victoria (Entre Ríos). Todos ellos dedican siete días en su periodo vacacional para apoyar la labor pastoral de los sacerdotes en un extenso territorio con muchas necesidades y pocos sacerdotes. Los jóvenes llevan a cada familia que les recibe la alegría del Evangelio. Son los «misioneros valientes» de los que habla el Papa Francisco en su exhortación apostólica Christus Vivit.

Los agustinos recoletos, mediadores de paz en Sierra Leona

En la zona rural de Sierra Leona, África, las pequeñas disputas suelen terminar en tragedia; disturbios juveniles, quema de casas y asesinatos ocurren de vez en cuando, y debido a sus fuertes lazos comunales, los incidentes de este tipo suelen terminar como una guerra de pueblos o ciudades. Esto se debe principalmente a la falta de normas y leyes del orden en estos lugares; por contra, todavía está vigente el sistema tradicional de jefatura.

Los misioneros agustinos recoletos están destinados en las zonas rurales del norte del país y no pueden obviar este tipo de incidentes, básicamente porque con el tiempo se han convertido en autoridades no oficiales de la comunidad que administran y en el último recurso de la población local cuando se pierde el control. Los misioneros han sido las fuerzas de paz en sus áreas.

«Las familias agradecen que estemos en los momentos difíciles»

Más de 20.000 personas han fallecido en España a causa del coronavirus. La pandemia mundial está provocando en el país un desastre humano irreparable. Miles de familias han perdido a algún ser querido. Su dolor se ve agravado aún más por varios motivos. El primero, por no poder acompañar al fallecido en sus últimas horas, debido al aislamiento en el hospital. Pero sobre todo se hace más duro el duelo por el protocolo establecido para la despedida: con el fin de evitar contagios, los velatorios y entierros en el cementerio están prohibidos. Todo ha quedado reducido a un acto rápido y con la presencia únicamente de tres personas, además de un sacerdote que pueda realizar un breve responso. En este trance, los religiosos agustinos recoletos de Granada tratan de acompañar a los fallecidos y a sus familias, en momentos en los que parece que nadie puede rezar por y con ellos. 

Una videollamada y una oración: «Este es nuestro trabajo»

Diariamente, a una hora determinada, las agustinas recoletas contemplativas del convento Nuestra Señora de la Candelaria de Bogotá se reúnen para una de sus labores durante la crisis del COVID-19: hacer una videollamada con alguna persona que lo requiere. Escuchan a quien está al otro lado de la pantalla, le preguntan por su estado y rezan alguna oración juntos. Es un gesto sencillo pero muy reconfortante para quien está al otro lado del teléfono. Decidieron que era la única ayuda que podían prestar ante el coronavirus. «Muchas personas necesitan ser escuchadas», dice la hermana Huaraní C. Esparza. Desde que acordaron realizar esta acción, el teléfono comenzó a funcionar para atender a unas y otras personas.

Haciendo comunidad virtual desde casa

A comienzos de marzo, una vez que el coronavirus se convirtió en una emergencia mundial, la familia agustiniana convocó una jornada de oración en todo el mundo por el fin de la pandemia. Entonces, Héber Hermosillo, responsable de las JAR en México, pensó reunir a los jóvenes JAR a través de videoconferencia para rezar unidos. “Si mandábamos solamente los materiales no serviría de nada”, afirma. Al encuentro de oración virtual acudieron 13 jóvenes. La iniciativa continuó y se expandió. Hoy, decenas de personas de diferentes países se conectan diariamente -al anochecer en México- para unirse a este proyecto, rezar juntos y charlar unos minutos sobre temas de fe u otros asuntos.

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