Una palabra amiga

El encuentro con Jesús nos cambia la vida

El autor reflexiona sobre el encuentro de Simón Pedro con Jesús, en el que decide seguir los pasos de Cristo.

Terminada ya la Navidad con la celebración de la fiesta del bautismo de Jesús, nos adentramos en eso que llamamos Tiempo Ordinario, una forma de decir que es un tiempo en el que no pasa nada extraordinario, nada fuera de lo común en la vida de nuestras comunidades y de la Iglesia. Me gusta a mí este tiempo precisamente por eso, porque no hay sobresaltos, porque nos permite hacer una lectura más o menos continuada del evangelio de Jesús que nos facilita conocerlo mejor para seguirlo más de cerca.

En este domingo ya la liturgia se viste de verde esperanza y nos propone el primer encuentro que dos discípulos de Juan tienen con Jesús, a quien el profeta señala como el Cordero de Dios.

Juan se fija en Jesús que pasa por ahí, pone en él su mirada, y para que sus dos discípulos se enteren, lo identifica como el Cordero de Dios. Sigue el profeta haciendo su trabajo de prepararle a Jesús el camino. Sabe que es a quien apunta con el dedo y lo llama Cordero de Dios a quien sus discípulos deben seguir. No les dice: <<mirad, ese que va por ahí, es mi primo>>. Al señalarlo como el Cordero de Dios, Juan sorprende a sus discípulos que, sin duda, y de inmediato, piensan que se debe tratar de un ser excepcional que merece la pena conocer.

Dejan a su maestro, que les ha cambiado la vida y se van tras este otro que también se la cambiará, y de manera más determinante aún. Jesús, al ver que le siguen, se vuelve y les pregunta ¿qué buscáis? Estas dos palabras en forma de pregunta son curiosamente las dos primeras palabras de Jesús que recoge el evangelio.

Le llaman rabí y le dicen que lo quieren conocer, que quieren saber cómo es su vida, qué piensa, con qué ojos mira lo que hay a su alrededor.  No le piden su apartado postal, ni su correo electrónico, ni tampoco su currículo. Quieren saber qué tiene de distinto a su maestro y por qué le llama Cordero de Dios. Necesitan saber a quien de los dos merece la pena seguir.

Jesús les invita a estar con él un rato para que lo vean con sus propios ojos y decidan en consecuencia. Este encuentro con Jesús debió causar tal impacto en Andrés y su compañero que ya no retornarían donde su maestro. No fue mucho el tiempo que estuvieron, sólo hasta las cuatro de la tarde, pero al parecer fue suficiente para que se dieran cuenta que estaban ante alguien verdaderamente excepcional que era más que un rabí, y hasta más que el Cordero de Dios, era el mismísimo Mesías esperado por siglos.

Y quien ha vivido esa experiencia no se la puede callar. Andrés se encuentra con su hermano Simón, le comparte la experiencia de su encuentro con Jesús, a quien llama ya el Mesías, y lo lleva hasta él para que también vea de quién se trata. Es la ruta de la fe.

Este encuentro alteró también la vida de Simón, a quien Jesús cambió su nombre por el de Cefas. De los que acabarían siendo sus discípulos, fue a Simón al único que Jesús le cambió el nombre, una forma de anunciarle que le tenía reservadas importantes tareas en su proyecto de instaurar el Reinado de Dios en el mundo para que fuera mejor.

Este domingo la Palabra nos invita a preguntarnos: ¿qué buscamos? ¿Estamos dispuestos a encontrarnos con ese Cordero Dios, ver cómo vive y si decidimos seguir su rastro?

Una cosa parece clara: si ni Andrés ni su compañero hubieran tenido ese encuentro personal con Jesús se hubieran entusiasmado tanto que cambiaron a Juan por Jesús y se hicieron sus seguidores.

El encuentro con Jesús cambia la vida de Andrés y su compañero, también la de Pedro. ¿Cambia la nuestra? Hoy podemos contar por millones el número de personas que se declaran cristianos, pero no han experimentado un auténtico y verdadero encuentro personal con Jesús que les haya entusiasmado lo suficiente para sentir que sus vidas cambiaron.

Sin ese encuentro personal y persuasivo es difícil seguir de cerca a Jesús, si a caso de lejos. Y de lejos es imposible encontrar en el Mesías algo interesante que seduzca y nos cambie la vida.

Miguel Ángel Ciaurriz OAR

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