Igual que Jesús, el cristiano se prepara durante 40 días en su particular desierto durante la Cuaresma. Mediante el ayuno, la oración y la abstinencia, pretendemos renovar la vida y preparar el camino para la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Estas semanas también son idóneas para cuestionarse. ¿Qué debo cambiar en mi vida? ¿Estoy dispuesto a dar todo lo que tengo como Jesús dio su propia vida? En este artículo, el agustino recoleto Miguel Ángel Ciaurriz propone cinco preguntas -una para cada semana de Cuaresma-. Nuestro objetivo: renovarse a través de la fe, la esperanza y la caridad, como propone el Papa Francisco en su mensaje para este tiempo.
Para pasar de lo viejo a una vida renovada, ¿qué pasos debo dar en el camino cuaresmal?
La Cuaresma es una caminata que tiene un punto de partida que en el calendario está marcado por el miércoles de ceniza, pero que básicamente tiene que ver con el momento en el que estamos hoy cada uno de nosotros. Partimos de nuestra realidad y caminamos hacia la Pascua, dispuestos a dar un paso que debería ser crucial en nuestra vida. Se trata de pasar, no de pasar siendo un pasota; se trata de pasar del pecado a la gracia, de la muerte anodina, a una vida más alegre y entusiasta, de lo viejo a una vida renovada.
¿Qué signos concretos de solidaridad puedo poner en práctica a mi alrededor para que abrirme al hermano y acudir en su auxilio?
Jesús en el evangelio de este miércoles de ceniza nos propone cargar en nuestra mochila cuaresmal tres pertrechos o nutrientes, o «bocatas» que nos permitirán mantener vivas las fuerzas para llegar a la meta que es la pascua, la vida renovada. El primer bocata se llama LIMOSNA. De lo que se trata es de superar la enfermiza tendencia que tenemos muchas veces a encerrarnos en nosotros y aislarlos de los demás. La práctica de la limosna y de la solidaridad me permiten salir de mi mismo y abrir la sensibilidad de mi corazón al necesitado que tengo a la vuelta de la esquina.
¿Me siento mendigo de Dios? ¿Siento que Dios mendiga como Padre mi cercanía en la oración?
Jesús nos pide intensificar nuestra experiencia de oración. Haciéndolo Dios se hace nuestro compañero de viaje. San Agustín dice que “para orar hay que sentirse mendigo de Dios”. Pero ocurre que también Dios, por ser Padre bueno, se hace mendigo porque nos necesita de nosotros para disfrutar su paternidad.
¿De qué tengo que privarme para gozar la cercanía de Dios, de la familia, de la comunidad y ser más feliz conmigo mismo?
Ayunar no consiste en dejar de comer, que de eso se encargan los dietistas y médicos que nos ponen a régimen. Ayunar es privarme voluntariamente de todo aquello que me aleja de los demás, de la comunidad, de Dios y hasta de mí mismo. Por eso ayunar es reencontrarme con lo esencial en mi vida.
¿Qué cosas que lastran mi vida debo dejar a un lado en el camino cuaresmal?
Para dejar atrás lo que ya se ha hecho viejo en mi vida y tratar de pasar a una vida nueva, como quien empieza una nueva caminata, pero contando con la ventaja de una no pequeña experiencia acumulada, debo viajar ligero de equipaje empeñado en una vida sencilla y austera.