Una palabra amiga

Él asumió nuestros dolores

El autor reflexiona sobre la Pasión de Cristo y el sufrimiento de la humanidad, encuadrado en este contexto.

En este tiempo tan convulsionado por la pandemia, la pregunta que todos nos hacemos es: ¿Por qué tanto dolor? ¿Por qué tanto sufrimiento? Y no solo por la enfermedad del Covid-19, sino por tanta injusticia, por tantas muertes, por el terrorismo, por los conflictos armados, por las numerosas personas que padecen hambre, y mueren sin tener a nadie a su lado.¿Por qué tanto sufrimiento?

Todas estas penalidades que afectan a nuestras vidas, a nuestra sociedad son hechos a los que ningún ser humano puede escapar. Ni el mismo Jesús, que era Dios, se vio libre de estos males.  Con todo, estas realidades nos pueden hacer pensar en un Dios que parece que se ha desconectado de nosotros, que da impresión de hallarse lejos de los hombres, no obstante, sabemos que el dolor, que el sufrimiento tienen su sentido: Dios nunca nos va a resolver nuestros problemas, nuestras dificultades, pero sí va a darle sentido a nuestro sufrimiento. En efecto, nuestro sufrimiento va asociado al de Jesús, al que vamos a contemplar en estos días de Semana Santa clavado en la cruz, dando su vida entre mucho dolor y sufrimiento, pero con un sentido de redención para la humanidad. Ahí se resume el amor de Dios.

El gran mensaje de Jesús es que la felicidad, la alegría y la paz no pueden lograrse al margen sufrimiento y la muerte. Hemos de sentir estas realidades penosas, para la vida plena con Dios.

Debemos afrontar estas realidades, pero con una mirada de fe y esperanza, como la tuvo Jesús quien, siendo el Hijo de Dios, sufriendo aprendió lo que es la obediencia. Ahí es donde vemos a un Jesús semejante a nosotros, excepto en el pecado; era necesario que el Sumo Sacerdote tuviese compasión hacia la humanidad, porque él mismo conoció la flaqueza y la debilidad de nosotros pecadores.

Él vivió una vida fiada en amor del Padre, un amor de Dios que es más fuerte, más grande que la muerte.  La muerte, pues, no tiene la última palabra. Así pregunta san Pablo a los Romanos:  “¿Quién nos apartará del amor de Cristo? […]. Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Rm 8,35. 37). Nos invita a enfrentarnos a la dolorosa realidad de la vida con la misma verdad. De esto trata este tiempo de Cuaresma que hemos vivido. De ahí que no hemos de olvidar que el tiempo de salvación tiene su inicio en el Sí de Jesús. El sufrimiento termina con la victoria de la obediencia de Jesús hasta la muerte.

 Este tiempo en que vamos a vivir la pasión, muerte y resurrección sea una oportunidad para mirar al Crucificado, y ver a Jesús sufriente y nos ayude a pensar y reflexionar sobre el amor de Dios a nosotros.

Encontramos en la sagrada Escritura frases que nos ayudan a asociarnos al sufrimiento de Jesús: “Mirarán al que traspasaron”. Nos toca especialmente ahora a dirigir una mirada contemplativa: Sus heridas nos han curado. También nos dice el apóstol san Pedro: “Porque para este propósito habéis sido llamados, pues también Cristo sufrió por vosotros dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas”. A eso es a lo que nos tenemos que unir, a ese dolor y sufrimiento de Jesús. Y ese Jesús sufriente y dolorido no es solamente el que está en la cruz, es el que está en quien padece hambre, en el condenado a muerte injustamente, en el padre de familia que pierde a sus hijos, en cuantos sufren por aquellos que están esclavizados por las drogas, la prostitución… Ahí también aparece ese dolor de Cristo Jesús en medio de nosotros.

Que podamos asimismo darle sentido a este tiempo de pandemia; a este tiempo de sufrimiento darle un sentido de salvación y redención.  Dios nos quiere salvar a todos, nos quiere dar a su Hijo, que también ha sufrido y se ha hecho solidario con nosotros.  Dios sufre con nosotros, padece con nosotros. Miremos al que crucificaron, al que traspasaron; fijémonos en sus heridas que nos sanan, que nos liberan; miremos sus heridas en el pobre, en el desvalido, en la viuda, en todos aquellos padres de familia que sufren por sus hijos. Que el Señor en este tiempo de pasión, muerte y resurrección, nos ayude a mirar al que sufre.

El dolor no se va, el sufrimiento sigue. Y la muerte es una realidad a la que no podemos escapar. Sin embargo, una convicción ha de prevalecer en quienes creemos: Tú estás en medio de nosotros.

Wilmer Moyetones OAR

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