El ser humano está configurado para el encuentro; la naturaleza del ser humano se establece por la apertura a los demás, como indica el cuarto artículo de Formación Permanente 2021.
En el camino de la vida se producen incontables encuentros con unas personas y con otras que marcan nuestra existencia. El ser humano está en el mundo para eso, pero sobre todo para un encuentro especial: el de Dios. En el cuarto artículo de Formación Permanente OAR 2021 -que este año tiene como tema principal el diálogo con la cultura-, la profesora de Teología Ianire Angulo aborda esta cuestión: la apertura del hombre al encuentro.
Introducción
El ser humano es fundamentalmente encuentro. La esencia humana está configurada por su apertura a los otros y al Otro. Como si se tratara de un tapiz, nuestra existencia se va constituyendo como una combinación de hilos diversos. Estos se tejen y se entretejen gracias a la destreza del artesano, formando un diseño único e irrepetible. Así, son muchas y muy diversas las personas que, de modo directo o indirecto, se entrecruzan en nuestras historias configurando la propia identidad.
Desde una visión creyente, es la providencia divina la que mueve esas hebras de modo amoroso y desconcertante. Somos quienes somos como resultado de todos aquellos que han entrado a formar parte de nuestra vida. La alteridad es un elemento tan esencial de nuestra condición, que todos nosotros somos el fruto del encuentro íntimo entre un varón y una mujer. Del mismo modo, la Historia de Salvación puede ser comprendida desde esta misma perspectiva.
El camino es una imagen recurrente y profundamente arraigada en la Escritura para remitir a la experiencia salvífica de Israel, pero esta senda está siempre acompañada. La Torah, nuestro Pentateuco, es el núcleo esencial de la Biblia Hebrea. Entre sus páginas se concentran la enseñanza y el sueño de YHWH para la humanidad a través de un pequeño pueblo. Los rasgos que en él se esbozan de Dios lo retratan empeñado en salir al encuentro del ser humano. De ahí que, cuando se pretende expresar el sueño divino originario, este se plantea en clave de relación. Esta comprensión relacional del plan divino para la humanidad se hace aún más evidente al comparar los relatos bíblicos de creación con los mitos mesopotámicos.