El Prior general presidió la eucaristía de apertura del 400º aniversario del primer capítulo general, destacando los «nuevos horizontes de vida y esperanza» que se abrirán en este año de celebración.
El 30 de noviembre de 1621 concluía el primer capítulo general de los Agustinos Recoletos. Cuatro siglos después, a la misma hora, el Prior general, acompañado de un numeroso grupo de religiosos y laicos, presidía la eucaristía de apertura del año de celebración y conmemoración de este importante hecho. El Monasterio de la Encarnación, preparado especialmente para la ocasión, fue el enclave que escogió la Orden para la celebración solemne en la que Miguel Miró animó a vivir este tiempo desde «la comunión, la participación y la misión».
En su homilía, el Prior general de los Agustinos Recoletos recordó el evento conmemorado pidiendo al Señor que «nos infunda su Espíritu para que también hoy nosotros respondamos con audacia y disponibilidad». Igual que los religiosos agustinos hicieron en 1588 y en el primer capítulo, y de la misma forma que lo sintió San Andrés -cuya fiesta se celebró este martes-, al ejemplo de San Agustín, Miró animó a escuchar la llamada del Señor: «Jesús nos sigue llamando al pasar junto. almar de nuestra vida; sus palabras inspiran amor y confianza».
Asimismo, aseguró también que «este año del Centenario es una oportunidad para la oración, la escucha, el diálogo y el discernimiento». Los momentos centrales del año serán los capítulos -general y provinciales- que celebrará la Orden de Agustinos Recoletos en 2022. Es por eso que afirmó que «este tiempo de gracia que hoy comenzamos está en sintonía con el proceso sinodal que vive hoy la Iglesia». «Los capítulos nos abren nuevos horizontes de vida y esperanza», dijo. Destacó además tres palabras clave: «Comunión, participación y misión». Miró retrocedió hasta 1621 para «buscar la inspiración. enel primer capítulo».
Por otro lado, animó a ser valientes ante la dificultad. «No tengamos miedo, el Señor está con nostros». «Ante la oscuridad de la noche o las dificultades del camino, no olvidemos que el Señor se sirve de lo débil de este mundo para realizar sus planes», apuntó. También agradeció la oración de las agustinas recoletas contemplativas, quienes habitan en el Real Monasterio de la Encarnación y sostienen, como sostuvieron ya en 1621, el devenir de la Orden.
Al concluir la eucaristía, todos los religiosos renovaron su consagración a Nuestra Señora Madre de la Consolación en un sencillo y emotivo gesto. La imagen mariana había sido dispuesta en el retablo principal, algo insólito y único para esta oración.