El arzobispo agustino recoleto de Los Altos, Quetzaltenango – Totonicapán (Guatemala), Mons. Mario Alberto Molina, reflexiona sobre la Palabra de Dios de este domingo 23 de enero.
La primera lectura narra un acontecimiento memorable: la primera vez que, después del exilio en Babilonia, se leyó el libro de la Ley ante la asamblea de retornados reunidos para escucharla. Antes del exilio, la Palabra de Dios se había comunicado de viva voz por los profetas, aunque varios de ellos también consignaron por escrito lo que predicaban. Palabra de Dios había sido también la enseñanza e instrucción de los sacerdotes, aunque también existían documentos escritos desde antiguo. Pero al regreso del exilio comenzó la compilación de los escritos sagrados. La instrucción se hará a partir de la lectura pública de esos escritos. En el evangelio hemos escuchado cómo Jesús, siglos después, lee y comenta un pasaje del profeta Isaías durante el culto en la sinagoga de Nazaret. También el evangelio primero fue predicado por Jesús, quien no dejó nada escrito, y luego por los apóstoles, que además de predicar de viva voz, también pusieron por escrito sus enseñanzas, como lo hizo san Pablo. Así también se fueron escribiendo y recogiendo las enseñanzas y episodios de la vida de Jesús hasta que se formaron los evangelios. Jesús entregó a la Iglesia los libros del Antiguo Testamento como Palabra de Dios que se refería a él y que debía entenderse como anticipo y germen del evangelio que él anunció primero, los apóstoles predicaron después y la Iglesia no cesa de meditar y de anunciar.
Este es el Domingo de la Palabra de Dios. Las lecturas proclamadas y escuchadas nos orientan para nuestra reflexión. La Palabra de Dios es en primer lugar el mismo Hijo de Dios, pues él es quien, a través de su persona y de las obras que realizó para nuestra salvación, ha revelado a Dios Padre. Al principio existía la Palabra y la Palabra era Dios, dice san Juan. Palabra de Dios son también los acontecimientos a través de los cuales Dios ha realizado nuestra salvación, tanto en el Antiguo Testamento como a través de Jesucristo en el Nuevo. Palabra de Dios son los relatos que cuentan y explican esas acciones, los oráculos de los profetas, las oraciones de los sacerdotes, los relatos de los evangelistas, la predicación y las cartas de los apóstoles. Todos ellos escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo. Cuando la Sagrada Escritura se proclama en la celebración litúrgica, se con-vierte en Palabra que nos llama y reclama nuestra fe a través de la predicación de la Iglesia. La Palabra de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad es el origen y fuente de todo. A él nos remite de nuevo la Palabra de Dios predicada en la Iglesia, para que pongamos en Cristo nuestra fe y nuestra esperanza. La Palabra de Dios escrita en la Sagrada Escritura debe leerse y entenderse siempre en el contexto y a la luz de la fe de la Iglesia, para no desviarnos del camino recto. Por eso junto con la Biblia también es necesario leer el Catecismo de la Iglesia católica, que recoge en orden lo que la Iglesia cree, lo que la Iglesia nos enseña para vivir bien, lo que la Iglesia celebra para que tengamos vida eterna y el modo como la Iglesia nos enseña a orar. Palabra de Dios para que tengamos vida.
Mons. Mario Alberto Molina OAR