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Acogiendo y acompañando en el sur de California

Los agustinos recoletos llevan más de 80 años acogiendo en la Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, en Santa Ana, a los migrantes que llegan a Estados Unidos.

El año 1917, comenzó la primera oleada de braceros mexicanos para trabajar en los campos de California. Cuando llegan estos mexicanos se encuentran con la dificultad de vivir su fe en su propio idioma, dado que las parroquias existentes angloparlantes no aceptaban con facilidad al inmigrante. Ni siquiera les dejaban ir a las escuelas católicas. Y en muchos lugares de Estados Unidos los ponían en los sótanos de los templos.

Por ello, cinco años más tarde el año 1922, se construía en el sur de California una pequeña capilla para poder atender espiritualmente a los mexicanos que llegaban a trabajar. Esta capilla fue llamada Nuestra Señora de Guadalupe, ubicada en la ciudad de Santa Ana, a media hora de la misión de San Juan Capistrano, misión fundada en 1775 por Fr. Junípero Serra que evangelizó toda esta área de California.

El año 1938 se entrega esta parroquia a la administración de los agustinos recoletos. Desde el principio, la lucha de los frailes fue ayudar a estas personas a sentirse acogidas, a sentirse personas.

Desde esta misión (Guadalupe fue erigida como parroquia en 1981) se construyó otra iglesia, la Parroquia de Nuestra Señora del Pilar, que pronto comenzó a frecuentar muchísimos más parroquianos que Guadalupe. Por ello el año 1948, la comunidad de Guadalupe se traslada a la parroquia de Nuestra Señora del Pilar y desde allí se siguió atendiendo la misión de Guadalupe.

En los años 70 y 80, comienza otra vez la inmigración (no sólo mexicana sino de Centroamérica) y vuelve una comunidad religiosa a residir en la misión de Guadalupe.

Por desgracia, esta capilla, construida en 1922, sufrió un incendio el día de la Inmaculada de 2011 y hoy ya no existe. Anteriormente se había construido un salón para casi 1000 personas, que se usaba ya antes del incendio.

Nuestra Señora de Guadalupe es fundamentalmente una parroquia donde más del 90% es en español, con bastantes parroquianos sin papeles. En realidad, yo no podría decir el número de indocumentados, porque lo que pretendemos es atender a todos sin preguntar.

No tenemos organizada una pastoral social estructurada como puede estar en otras parroquias o ministerios de nuestra Orden. Lo cual no quiere decir que al que pega en nuestra puerta con una necesidad económica puntual se le niegue la ayuda. Tenemos un fondo para esas ayudas. Pero no es lo más importante para nosotros

Por el contrario, como somos conscientes del sufrimiento de muchas de estas persona por su situación migratoria, por el miedo a ser en un momento dado deportados y separados de sus seres queridos, por eso, para nosotros lo más importante es que se sientan acogidos en la parroquia, que se sientan personas, amados de Dios y que puedan celebrar su fe en una comunidad cristiana, ya que muchas veces tienen que sufrir miradas extrañas por el color de la piel. Buscamos que encuentren a Jesucristo en la comunidad cristiana. Por ello, desde el principio han surgido grupos donde sentirse acogidos, viviendo su fe.

Yendo a lo concreto, tenemos que decir que todas las diócesis de Estados Unidos y, por tanto también nuestra Diócesis de Orange County, tienen establecidas y funcionando la organización caridades católicas (Catholic Charities). Donde se centralice todo el trabajo con los inmigrantes y otros tipos de información, formación y ayudas.

Nosotros trabajamos unidos a ellos. De vez en cuando vienen a la parroquia para informar sobre sus actividades de ayuda a los inmigrantes. Nosotros les ponemos en contacto con ellos para cuestiones legales de inmigración, problemas con la vivienda, para que conozcan sus derechos, etc.

Por tanto, fundamentalmente, nuestra misión con los inmigrantes se basa en dos realidades: que se sientan en casa y de acompañamiento. Muchas veces vienen con sufrimientos y necesitan alguien que les escuche. Muchas veces han dejado sus esposas e hijos en México y se sienten solos. Poder encontrar una comunidad cristiana que les acoge es de una gran ayuda.

Estos dos últimos años ha sido doloroso para mucha gente y específicamente para los indocumentados. Nosotros hemos sido testigos de sufrimientos enormes de tanta gente que han visto cómo sus seres queridos morían en México y otros países sin poder ir para velarlo o asistir al entierro porque no tienen papeles.

Hemos tenido que animar a todas estas personas, algunos de ellos se sentían culpables, abriéndoles al amor de Dios y anunciándoles la Vida eterna.

Este es algo del trabajo que hacemos en esta parroquia del Sur de California.

Por Jesús María Mena OAR

Publicado en el Anuario OAR 2021

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