El salvadoreño Roberto Carlos Alvarado realizó la profesión solemne como agustino recoleto en la misión de Pauiní (Brasil).
No es un paso más. Es el sí a Cristo para ser agustino recoleto toda la vida. Y fray Roberto Carlos Alvarado lo pronunció en pleno Amazonas, en la misión de Pauiní (Brasil). El religioso, nacido en El Salvador, realizó la profesión solemne de sus votos como agustino recoleto el pasado 8 de octubre en una eucaristía cargada de intensidad y de emoción.
La celebración tuvo lugar en las instalaciones del Centro Esperanza, proyecto socioeducativo de los Agustinos Recoletos y la Prelatura de Lábrea, donde Roberto Carlos está desarrollando su vocación en el año de integración comunitaria y tras terminar los estudios filosóficos y teológicos.
La eucaristía fue presidida por el delegado provincial de los Agustinos Recoletos en Brasil, Juan Cruz Vicario. Alrededor de 150 personas acompañaron al religioso en este día tan importante en el que era aceptado de manera permanente en la comunidad religiosa tras mostrar su deseo públicamente y prometer solemnemente los votos de pobreza, castidad y obediencia dentro de la Orden de Agustinos Recoletos.
Juan Cruz Vicario explicó durante la homilía el sentido de los votos y de la consagración religiosa y el carácter testimonial de la comunidad presente mientras Roberto prometía los consejos evangélicos. Después invitó al propio profesando a explicar su vocación a la vida consagrada, su vocación misionera y su servicio a la Iglesia. «Dios me quiere dar una vida de alegría, de plenitud y de servicio junto a vosotros», dijo. Roberto indicó que con esta profesión, además de hacerse miembro de la familia agustina recoleta, se hace miembro de la familia de Pauiní, porque es ahí donde Dios le pide estar ahora, «con la confianza de que Dios está siempre de mi lado».
Al concluir la celebración, Roberto Carlos Alvarado tuvo palabras de acción de gracias en portugués, para la comunidad de Pauiní, y en español e inglés, para sus familiares presentes. Recordó, en primer lugar, las palabras de San Agustín en Las Confesiones: «Gracias a ti, dulzura mía, gloria mía, esperanza mía y Dios mío, gracias a ti por tus dones». A continuación confesó la «gratitud» que llenaba su corazón. «Si miro hacia atrás todo lo que veo en mi vida, hasta hacer esta elección, es la misericordia de Dios, que me dio todo para construir el camino que me ha traído hasta aquí», explicó.
«Cuántas historias, cuántas personas, cuántos momentos de dolor y sufrimiento, mis oraciones, momentos de soledad, cuántos silencios, cuántas preguntas y cuántas respuestas en este proceso que hoy no termina, sino apenas empezando. He vivido la acción maravillosa de Dios y de su Espíritu», afirmó. Concluyó agradeciendo a su familia y la Orden de Agustinos Recoletos.