Mons. Francisco Javier Acero, que será ordenado obispo auxiliar de México este viernes, desea servir a la Iglesia aportando»comunión y unidad».
El 16 de agosto, fray Francisco Javier Acero presidió en la Basílica de Guadalupe una eucaristía para despedirse de México. Tras llegar recién ordenado y haber servido como vicario provincial en el país, dejaba la tierra que le había visto crecer como sacerdote para emprender un nuevo trabajo pastoral en Madrid. «Allí le dije a Nuestra Madre Guadalupe: ‘Hasta cuando tú quieras, aquí estoy'», dice. Ni un mes después, el 15 de septiembre, fue nombrado obispo auxiliar de México.
El nuevo prelado recibirá la ordenación episcopal el viernes 18 de noviembre a las 11 hs. en la Basílica de Guadalupe. Será ordenado por el Cardenal Arzobispo de México, Mons. Carlos Aguiar Retes, siendo co-ordenantes el nuncio apostólico de Su Santidad en México, Mons. Joseph Spiteri, y el obispo agustino recoleto de Veracruz, Carlos Briseño. Será ordenado ante la Madre de Guadalupe, a la que entregó su vida hace unos meses cuando partía hacia España. «Guadalupe es la conjunción de culturas; ir a la Basílica es ir a aprender la fe de los sencillos», afirma.
A partir de ahora comenzará su ministerio episcopal, sirviendo a la Iglesia y apoyando el trabajo del Cardenal Carlos Aguiar. Como obispo, pretende ser «un animador y un instrumento para encontrarse con Jesús, y un instrumento de diálogo con aquellos que no piensan como nosotros». «Ser un padre misericordioso» es la enseñanza de los obispos agustinos recoletos que ha conocido y que desea poner en práctica. A todo ello le añadirá su ser agustino recoleto: «La comunión y la unidad».
México para Javier Acero es la mayor parte de su vida. Español, en el país azteca ha desarrollado su servicio a la Orden en las parroquias, los proyectos sociales y el apostolado educativo. «Si me dices una palabra parecida a México, te diría alegría», asegura.
A sus padres les dijo a comienzo del mes de septiembre que podría verles más, dado que viviría en España. Apenas unos días más tarde, les comunicó que volvía a México. La noticia de su nombramiento fue inesperada y sorpresiva. Llegó mientras preparaba los cursos para obtener la licencia para conducir en España y cuando comenzaba a adaptarse a sus nuevos proyectos. En esos días recibió decenas de mensajes, aunque el que más le llegó al corazón fue el de las agustinas recoletas contemplativas de la Federación de México. «Me dijeron que van a estar rezando por mí; eso es un regalazo».
«Misericordia quiero» es el lema pastoral que ha escogido Mons. Acero. «Son unas palabras del salmo que me llenan de ternura y de cariño a un Dios que me pide misericordia ante los demás y que a la vez actúa conmigo con misericordia», explica.
¿Miedo? Sí, «el miedo es bueno para confiar en Dios y no en mis propias fuerzas».