Una palabra amiga

Adviento para un religioso

El adviento es un tiempo en el que la comunidad religiosa es convocada a la doble espera de Cristo, la que acontece en Navidad y la de los últimos tiempos en gloria y poder.

El hombre moderno es incapaz de la espera, bien porque vive lo inmediato o bien porque se contenta con sus numerosos logros materiales. Sin embargo, la hechicería, los horóscopos, los magos y brujos están a la orden del día. Y ni las drogas ni el turismo vivencial o de crucero llegan a satisfacer sus profundos deseos porque el hombre en lo profundo de su corazón espera la Salvación como un vacío insaciable o grito en el desierto.

Pero para que la espera no carezca de sentido exige esperar a ALGUIEN, alguien que realmente viene, que se deja encontrar… de este modo la espera se transforma en encuentro, en estar preparados, vigilantes y despiertos, como nos dice la lectura de este primer domingo. La espera hay que vivirla, no como uno que espera en la estación al tren, sin poder hacer nada, sino como un movimiento, un dinamismo, un anhelo gozoso que nos hace gozar ya de una fiesta anticipada.

¿Cómo se vive el misterio de la espera y la venida de Dios en la liturgia? La Palabra de Dios proclamada en adviento resume las esperas y búsquedas del hombre iluminando cuanto se agita en el corazón y en la mente; nos invita a perseverar en la espera y, a la vez, anuncia el cumplimiento de esta espera. Es como el centinela que vigila por la noche y al despuntar el día ve que ya llega la mañana.

Este tiempo está lleno de un estremecimiento de gozo: “Nosotros esperamos al Señor; Él es nuestro socorro y nuestro escudo; El es la alegría de nuestro corazón” (Sal 32). Es un tiempo corto, un mes de felicidad, marcado por los ritos de preparación del corazón: preparar el camino, allanarlo, separar el grano de la paja, tomar el baño purificador. Por eso que el Adviento es un tiempo muy favorable para recibir el Sacramento de la Reconciliación o Penitencia en las parroquias y también cómo no en las comunidades religiosas.

De la mano de los 4 maestros y modelos hemos de tener una buena preparación:

Como Isaías, deseamos un mundo nuevo, transformado, lleno de Dios, en el que no haya mal, ni dolor, ni injusticia, ni pobreza, ni corazones cerrados.

Como Juan Bautista, queremos preparar el camino del Señor: queremos transformar nuestro corazón y nuestro mundo.

Como María y José, con toda la confianza, con todo el amor, con un hondo espíritu de fe y de oración, esperamos el nacimiento de aquel niño que renovará nuestras vidas.

Casa semana uno de estos personajes nos va introduciendo en cuáles obras de conversión sea en la pobreza, obediencia o castidad hemos de mejorar para obtener una verdadera preparación. El primero domingo nos invita a considerar seriamente la última venida de Cristo; el Señor viene como juez de paz. Nuestra actitud debe ser mantenernos vigilantes en la fe y en la oración.

Luego hemos de hacer el discernimiento para reconocer los “signos” de la venida del Señor en las circunstancias de la vida, así por ejemplo en el enfermo en su dolor, en el preso, en el emigrante, marginado o explotado laboralmente. Así testimoniaremos el gozo que nos trae Jesús Salvador, con la caridad afable y paciente con los hermanos de comunidad o los fieles de nuestro apostolado. En la eucaristía acogemos y reconocemos al Señor que viene continuamente a nosotros y hemos de seguirle en el camino que conduce al Padre. Dios viene cada día al hombre, si lo sabemos reconocer, en las múltiples facetas de la vida.

Un medio que no puede faltar en nuestra comunidad en este tiempo es la corona de Adviento o como la llama el Bendicional, la corona de Adviento que se coloca en los templos, en las capillas y también en las casas familiares. Las 4 velas nos recuerdan la llamada a la vigilancia, la conversión, el servicio y la alegría por la próxima venida del Nacimiento de Jesús. Con este símbolo de la corona, sencillo y dinámico, se trata de ir creando una actitud de espera, con su juego numérico, con el simbolismo de la luz y de ramas verdes (sin flores, que serán más propias de la Navidad), y con una aproximación gradual que invita a prepararse a la venida de Cristo Jesús, Luz y Vida para todos. En medio de un mundo secularizado, que tiende a celebrar la Navidad en claves meramente comerciales (ya están los comercios llenos de árboles y papa Noel), la corona puede ser una buena forma de vivir en casa este tiempo de preparación de la venida del Señor.

También es conveniente que cada día, comunitariamente, leamos el dosier que nos viene de ARCORES sobre los días del Adviento–Navidad para estar en sintonía con las obras sociales de nuestra Orden y que nos hará tener un corazón más generoso si las apoyamos económicamente o bien con nuestra oración.

Los villancicos que comienzan a sonar desde la novena del Niño nos prepararán también a vivir el gran misterio de la Natividad, la gran fiesta de la LUZ. ¡Felices días de Adviento y de Navidad!

Ángel Herrán OAR

X