Una palabra amiga

Un cardenal y un entrenador de fútbol

Que un cardenal de la Iglesia Católica hable sobre el Papa, sobre educación, cultura, la juventud o los retos del futuro no es algo que nos pueda extrañar. Que un entrenador de fútbol hable sobre el deporte y sus valores, sobre sus inicios profesionales, o sobre sus experiencias con los jugadores tampoco parecería raro. Pero que sean ambos los que compartan diálogo sobre todos estos temas inspirándose en la próxima Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa y en el décimo aniversario del pontificado del Papa Francisco, sí que puede ser algo poco usual. Máxime cuando el entrenador de fútbol es José Mourinho, cuyo particular estilo no deja indiferente a nadie. Frente a él, el cardenal portugués José Tolentino de Mendoça, prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación. La oportunidad de este encuentro se dio en el marco de un ciclo de conferencias promovido por Athletica Vaticana –la asociación deportiva del Vaticano–, el Dicasterio para la comunicación y otras entidades colaboradoras, como la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma, en cuya aula magna tuvo lugar el evento.

El moderador de este peculiar encuentro fue Andrea Monda, director de L’Osservatore Romano y antiguo alumno de la Gregoriana, quien recordó la importancia, para su vida profesional, de seguir haciéndose preguntas, seguir profundizando, seguir siendo personas con inquietud y abiertas a la novedad. Y en todo ello, el foro universitario es una gran oportunidad.

El Cardenal Tolentino abrió el intercambio de opiniones recordando su experiencia educativa y desvelando lo que, para él, es la esencia: «El secreto de la educación es amar, y educar es un ejercicio de esperanza». Con estas palabras el cardenal Tolentino inició un distendido diálogo con el actual entrenador de la Roma en torno a recuerdos de juventud. Mourinho compartía así su experiencia. «Después de la universidad fui a una escuela para niños con síndrome de Down y no tenía experiencia ni formación. Tenía miedo. Sentía la responsabilidad de ser un chico de 23 años sin las aptitudes adecuadas. Al final de esos dos años, cuando me fui, los niños, los compañeros docentes y los padres estaban muy tristes: me decían que había sido un profesor ‘excelente’. Porque lo único que tenía que dar era amor y lo di. Fue el amor lo que me hizo «excepcional» e hice algo fantástico por su educación. Creé una relación con esos niños que todavía hoy veo en Portugal». Mourinho compartió que cuando regresa a Portugal aún hoy se encuentra con algunos de esos niños –ya mayores– con los que mantiene una estrecha relación.

Seguidamente, el diálogo sobre el Papa Francisco fue especialmente intenso. El cardenal confió estar impresionado por la «forma de pensar, en imágenes» del Pontífice, su «capacidad de cercanía» y su invitación a ir «¡adelante!». Por su parte, Mourinho recurrió a la jerga futbolística para definirlo de una forma sencilla y directa: «¿El Papa Francisco? ¡Uno de los nuestros! Habla para que todo el mundo le entienda y el mensaje siempre llega».

A raíz de las reflexiones del cardenal sobre el valor de la experiencia deportiva, Mourinho habló de una «industria» que ya no deja ninguna oportunidad al fútbol de base: «Mi deporte es, por desgracia, un mundo diferente del deporte que queremos para nuestros hijos. El deporte de alto rendimiento es cruel. No hay sitio para los más débiles. Para nosotros, los profesionales, el objetivo está muy claro: ganar. Incluso para los propietarios y las personas que controlan la parte comercial, los objetivos están muy claros».

Para Mourinho, “el deporte que necesitan los niños es otro. Sobre todo, los padres tienen que entenderlo, porque a menudo son ellos, con sus ambiciones y frustraciones, los que llevan a los chicos a la crueldad. Hay padres que dicen a los chicos que no pasen el balón a un compañero porque si no marca más goles que él. Eso es crueldad». Con nostalgia, el entrenador recordó su amistad con los chicos a los que entrenó hace más de 40 años y que aún hoy están unidos y se ayudan mutuamente: uno de ellos es su ayudante. Con aquel modelo de fútbol “aprendías más que en casa: empatía, solidaridad, encontrar la alegría de ganar, saber que la derrota no es el principio sino el final de un periodo difícil”.

El cardenal y el entrenador, ambos portugueses, se refirieron al pensamiento del filósofo Manuel Sérgio, compatriota suyo. «Él nos enseña a encontrar sentido al deporte», reconoció el cardenal. «Me dijo: ‘Tú no eres un entrenador de futbolistas, sino un entrenador de jóvenes que juegan al fútbol'», relató Mourinho.

En la segunda parte del diálogo abordaron el tema de la realidad de los jóvenes en la relación intergeneracional, momento en que Mourinho aludió a la importancia de que los jóvenes aprendan de los mayores, de “aquellos que tienen el pelo blanco como yo”, y que los mayores aprendan de los jóvenes. El cardenal Tolentino recordó que esa es la perspectiva de la sinodalidad, de caminar juntos, de aprender juntos, de vivir y crecer juntos.

Otro tema tratado fue el del «sentido del fracaso» y la «fragilidad», con el acento puesto en un «nuevo humanismo para el deporte». En el diálogo Mourinho se preguntaba:  “¿qué es el fracaso? ¿En mi caso es perder un partido? El verdadero fracaso es tener capacidades innatas y no ser capaz de desarrollarlas, y luego llegar a decir ‘pude, pero no lo hice’. Los que tienen el valor de hacer, de desafiar, nunca experimentan el fracaso».

Entre los asistentes a este encuentro había mucha prensa deportiva a la caza de alguna exclusiva, algunos miembros del equipo técnico de Mourinho, alumnos y profesores de la Gregoriana y de otros centros de estudios romanos, autoridades institucionales y políticas de Italia y del Vaticano.

Mucho que hablar dio el diálogo de aquella tarde. Si bien los puntos de partida, al menos inicialmente, podrían parecer diferentes, las conclusiones eran muy parecidas. Y, quizás, la experiencia más significativa para los que allí estuvimos fue la de ver a un cardenal y a un reconocido entrenador de fútbol escucharse con atención y aprendiendo el uno del otro. Una vez más, se constata que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. La pregunta que uno de los asistentes hizo en torno a la necesidad de un nuevo humanismo en el deporte y en la vida, junto con las reflexiones del cardenal Tolentino y de Mourinho pudieron el punto final a una tarde de encuentro, diálogo y aprendizaje que hacía recordar las palabras de Nelson Mandela: “El deporte tiene el poder de cambiar el mundo”.

Antonio Carrón OAR

X