Una palabra amiga

Formación radical y algoritmos

Es la información la que gobierna el panorama social, es decir, vivimos en infocracia. La información de los medios de masas está producida por muy pocas empresas editoras que “fabrican” las noticias y determinan la verdad. La verdad, pues, es un bien productivo que se crea y distribuye con criterios sesgados y selectivos, lo que es ineludible para lograr su objetivo: constituirse en gobierno, en infocracia, en mediocracia y, siguiendo este camino degenerativo, se trasmutará ambién en telecracia y en dictadura del entretenimiento. Esta hegemonía de la mediocridad social e informativa recibe también el título de “teatrocracia”. Con esta caída en picado, la información moderna ha abandonado descaradamente su misión de transmitir la verdad para apropiarse del mando sobre el pueblo.

Así, por ejemplo, hay eventos de gran trascendencia social que son callados por los medios, -silencios informativos- como también líneas de pensamiento sistemáticamente expulsadas de las ondas mediáticas –acoso ideológico-. Los cristianos perciben hace tiempo que canales de comunicación, redes sociales y plataformas de internet hacen el vacío a lo referente a la comunidad cristiana, a las actividades de vida eclesial y católica. Los medios de masa, emiten y cultivan esmeradamente la cultura de la mediocridad donde las raíces de los valores institucionales y católicos son arrancadas. El apagón analógico del que habló Benedicto XVI se correlaciona con el vacío de verdad de los medios.

San Agustín observaba emocionado cómo en la Basílica Pacis se presentaba mañana y tarde un grupo fiel de personas de atuendo humilde que se congregaban para escuchar la palabra en aquella universidad católica que era su cátedra homilética. El Pastor de Hipona llamaba a estas personas “hormigas de Dios”. Pero ¿se puede continuar en la posmodernidad con esta práctica?  En una sociedad que invisibiliza sistemáticamente las raíces de los valores y de la fe, me pregunto: ¿Qué pedagogía o qué medios usar para que los fieles cristianos reciban luces para su crecimiento en la fe?

 Pues bien, para las personas que en nuestra modernidad de laicismo quieren hacer camino creciente de conocimiento y de fe, la invitación es esta: usar los medios informáticos. La pandemia ha demostrado que los fieles, tradicionalmente limitados a la homilía parroquial, buscando más formación cristiana en estos tres años últimos han abierto sus ventanas a los medios y redes sociales y son usuarios ya habituales de internet. Los cristianos de a pie que navegan en el mundo líquido y proceloso de los medios digitales conocen ya mucho de youtubers, de like, de solicitud de amistad, de zoom, de conexiones y de algoritmos. Y en medio de tanto oleaje, hemos de reconocer que el mundo informático brinda una eficaz ayuda y ofrece mucho caudal de riqueza formativa al cristiano que busca la verdad, que desea formación y se empeña en el crecimiento espiritual. El creyente católico deberá buscar unas líneas de fuerza para afianzar su crecimiento en la fe en tiempos en que se ha secuestrado el pensamiento de raíz cristiana.

La primera línea de fuerza será revitalizar su persona con un proyecto de “formación permanente”, tanto en los diversos campos de la vida como en temáticas de doctrina católica.

Igualmente, será importante la “información permanente”, conectando canales de noticias que den cobertura a la rica vida eclesial.

Otra línea de fuerza es la “formación radical”. Se entiende por “formación radical” el estudio de los valores y principios que conforman la raíz de la sociedad, de la familia o de la vida cristiana. Consiste en afianzar los cimientos. El escritor y youtuber Agustín Laje entiende en su libro “Generación idiota” este tipo de educación como aquella que aviva la raíz de los principios sociales, éticos y familiares. Formación que ha de realizarse de manera auto programada, autodidacta y sistemática. Es una educación personalizada que pretende el refuerzo de la cultura espiritual ante el bloqueo ejercido por la sociedad mediática que se opone a los valores tradicionales a través de las ideologías.

Y, finalmente, la “propuesta del algoritmo”. Los algoritmos son combinaciones matemáticas por las cuales, después de haber visualizado un video, se te ofrece una gama de temas similares, invitaciones del tipo: “también te puede interesar”. No es coincidencia, es algo matemáticamente pautado y puesto en funcionamiento para los 2.800 millones de usuarios de Facebook y los 2.300 millones de seguidores de You Tube. Evidentemente, esto es una inducción y, por tanto, una manipulación, un signo más de que la digitalización es mercadotecnia orientada al poder. Aun así y todo, -y esto es lo que deseo subrayar- afirmo que estos enjambres digitales, pueden ayudar al cristiano de a pie a encontrar productos muy educativos en una perspectiva humanista y cristiana. El elegir acertadamente una buena conferencia, por ejemplo, te presenta perspectivas de colaterales foros educativos. Saber seleccionar los productos es hoy día vital. Somos conscientes de que hay buenos productos, excelentes ofertas, cursos, materiales de altura intelectual, valiosos archivos de doctrina cristiana. Y para ello, lo primero es acceder a los medios como un camino educativo válido en nuestro siglo XXI. Este es el medio que me parece práctico para el cristiano contemporáneo que anda escaso de tiempo, que ha perdido la estela de la lectura y que surfea en mil actividades: a través de las redes y canales digitales, navegar en línea de formación continua, información veraz, formación radical, y educación en racimos algorítmicos de contenidos de calidad.  

San Agustín, en el sermón 38 invita a sus “hormigas de Dios” a que activen una formación continua utilizando los medios de la época, con estas palabras: “¿Acaso no sabes para quién acumulas lo que acumulas mediante la sabiduría? Acumulas para ti. Despierta, mantente en vela, ten el corazón de una hormiga. Estamos en verano; recoge lo que te sea de provecho para el invierno. No seas perezoso; recoge granos de la era del Señor –las palabras de Dios en la Iglesia de Dios- y guárdalos dentro de tu corazón” (Ser. 38,6). San Agustín, ese gran santo influencer, sigue invitándonos a los cristianos a recoger cada grano de sabiduría que ofrecen los medios actuales. El twitter remoto de este maestro parece seguir diciendo hoy día: “Ten el corazón de una hormiga on-line”.

Lucilo Echazarreta OAR

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