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Nunca es tarde para ser agustino recoleto

Con casi 40 años, un amigo de la juventud le sugirió a César Augusto Rincón el camino de la vida agustina recoleta… y aceptó.

La puerta de la vocación de fray César Augusto Rincón estuvo entreabierta casi toda la vida. No obstante, la abrió cuando ya tenía 40 años, animado por un amigo de la juventud. Lo que había tras esa puerta era “un proceso muy bonito” que culminó el pasado 13 de mayo.

La vida de César Augusto comienza en Manizales (Colombia). Allí nació y creció, en el seno de una familia extensa. “Mi madre me inculcó los valores religiosos”, recuerda. Fruto de la educación que recibió, comenzó desde joven a tener “interés por lo religioso”. No obstante, fue al cambiar de barrio cuando se involucró en la vida activa de su parroquia. “Ayudábamos mucho a muchas personas. Fue eso lo que más me atrajo”. En ese momento conoció a varios amigos, de los cuales uno de ellos decidió comenzar el proceso de formación para ser agustino recoleto.

Su vida siguió otro camino. Estudió administración de empresas y comenzó su carrera laboral. Primero creó un negocio junto a otros amigos que no fue bien. Posteriormente trabajó para concesionarios, laboratorios o bancos. En estos años se mudó a Cali, aunque visitaba con frecuencia su ciudad natal. En una de estas estancias pudo encontrarse con su amigo, que seguía su proceso de formación para ser agustino recoleto, en el Seminario de la Linda.

Surgió una interesante posibilidad laboral en la capital, Bogotá. Su respuesta fue negativa en un primer momento, aunque tras la muerte de su madre en 2010 decidió marcharse. “Yo notaba que faltaba algo en mi vida”, dice. Con el deseo de encontrar eso que faltaba, decidió llamar a su amigo agustino recoleto y plantearle la posibilidad de ir un tiempo a algún sitio de misión. Sin embargo, el otro fue más allá.

“Me planteó la vida consagrada”. Tenía entonces cerca de 40 años. Al principio dudó pero todo cambió cuando conoció al promotor vocacional de la Orden en Colombia. “Tenía la misma historia de vida que yo”. Fue así como comenzó su discernimiento, lo que llevó a que en su interior “se encendiera una llama”. “Vi en ese tiempo lo que buscaba”, comenta.

En 2013 presentó su carta para ser aceptado en el postulantado y comenzar su proceso. Al llegar, un duro golpe de realidad: “Mis compañeros eran menores de 24 años”. Sin embargo, pese a los miedos y las dudas, todo siguió su curso normal. “Me ayudaron a que las diferencias fueran las menos posibles”.

“Estoy muy agradecido al Señor por poner la Orden en mi vida”, afirma. Su agradecimiento es también por “haber crecido en comunidad de hermanos”.

El pasado 13 de mayo, después de realizar su profesión solemne hace algunos meses, recibió el sacramento de la ordenación sacerdotal. “Sentí una emoción muy grande por dentro y por fuera”, explica. Hubo algo especial en él: “Me conmovió que personas que nunca he conocido se acercaran a mi con lágrimas. Es inenarrable”.

A los casos como los de fray César Augusto se les conoce como vocaciones tardías, aunque él mismo define su vocación como “adulta y madura”. Con 49 años, el nuevo sacerdote lo tiene claro: “No he llegado a mi meta, es el inicio”.

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